Jethro Tull – Aqualung

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¿Género? Hard, Folk, Prog, Blues Rock, qué más da, llamadlo como os venga en gana. Yo lo llamo Clásico. Porque si hay algo cierto aquí, es que lo que tenéis delante de vuestras narices es un clásico impepinable del rock, de la música, y vaya, del arte en general.

Y mientras me vuelvo a escuchar semejante obra, me reafirmo en lo que digo, porque los bardos del rock, conocidos con el excéntrico nombre de Jethro Tull, se sacaron aquí lo que se dice una joyita que pasaría a la historia. Y aunque luego vinieran otras de mayor o menor calado, a destacar entre ellas el archiconocido y ciclópeo Thick as a Brick, que fue, como pueden imaginar, grueso como un ladrillo, o más bien como un muro de hormigón armado, a mí el aquí presente me parece el mejor de los bardos. He aquí el porqué.

Es sonar el tema-título y la atmósfera ya atufa a grandeza por un tubo, con ese riff tan juguetón que nos ataca desprevenidos y junto a la magnífica voz de Ian Anderson, artífice de todo lo que nos vamos a comer aquí, relatándonos la vida del señor que aparece en el portada, nada menos que Mr. Aqualung, vagabundo entrañable sin otra cosa que hacer que ver pasar a las chicas con aviesas intenciones. Cambios de ritmo alucinantes más un frenético solo que es de lo mejorcito que he oído en mi corta vida. Resultado: de las mejores canciones de Jethro, que ya es decir.

Y tranquilos, que cuando salta la segunda ya se sabe que el nivel no va a bajar un ápice. Y así, “Cross-Eyed Mary”, “Maria la bizca” para entendernos, la compi de nuestro amigo Aqualung, comienza con esas misteriosas notas de flauta de Ian, a la que van añadiéndose los instrumentos en un fantástico crescendo que nos deja con su voz relatándonos con su agridulce tono la historia de esta “señorita”, y con otro riff saltimbanqui que nos acompañará en lo que será otra canción asombrosa, con solo de flauta incluido, y que no falte nunca.

Una serie de tres breves y emotivas acústica nos asaltan ahora comenzado con la sencilla y dulce “Cheap Day Return”, seguida de otra con una estructura un poco más compleja, “Mother Goose”, pero no menos emotiva y adictiva, y donde acústica y flauta se complementan como buenas hermanitas. Por último Wond’ring Aloud, en la que el piano y el violín hacen de las suyas y salen invictos de esta tríada sensacional de calmadas tonadas.

Seguimos con la mezcla rockanrolera/medieval de “Up to me”, con un riff y un ritmo de batería sensacional que da a Ian espacio para marcarse una melodía vocal de antología, sin onanismos ni devaneos innecesarios, directa al meollo.

La ecléctica “My God”, nos sigue intentando quitar el mono de las tres acústicas anteriores, y como buen tratamiento sustitutivo, empieza con una acústica, jeje. Pero pronto la melodía, muy mística ella, va subiendo de tono hasta desembocar en un riff eléctrico que no puede ser sino la antesala de otra de las mejores canciones de este álbum, con solazo de flauta, por supuesto, que demuestra el virtuosismo de este señor, y unos coros gregorianos que vaya usted a saber lo que hacen ahí, pero que pintan muy bien el conjunto, y me han permitido poner el adjetivo “ecléctico” al principio del párrafo.

Con “Hymn 43” llegamos a uno de los tracks más hardroqueros, con un piano muy bien puesto que desborda magia por todos los costados, y un riff como siempre alucinante que nos lleva la canción por derroteros más agresivos que de costumbre.

Llega la última acústica del conjunto, “Slipstream” que por desgracia pasa algo desapercibida, tanto por su corta duración como por el pepinazo que nos viene a continuación, que no es sino una de las más famosas del grupo “Locomotive Breath” con un ritmo directo y bien rockanrolero, y de premio la censura en España por su letra, aunque ciertamente hay otras mucho peores aquí, no sé porque cebarse con esta… Claro que el mismo disco ni siquiera apareció aquí hasta el 76, dadas sus múltiples blasfemias, (mal gusto, envites a la iglesia, etc), pero esta canción parece que se llevó la palma y fue irremisiblemente expurgada del conjunto.

En fin, un grandísimo trallazo que nos deja con la última “Wind-Up”, el final apoteósico que uno se esperaría en un disco como este, y que no decepciona, con una bonita introducción que pronto se transforma en un temazo de puro y duro, sobre todo duro, hard rock, y de nuevo con una letra incendiaria ponen en su punto a la santa madre iglesia y sus fieles rebaños.

Y así llegamos al final de este mágico viaje, rebosante de poder, actitud y magia a partes iguales, en un bonito mejunje medieval y bajo la égida del mejor hard rock. ¿Qué más queréis? Este es un álbum que todo amante de la música debería escuchar… Así que si aún no lo habéis hecho, hacedlo, antes de que la ira de Aqualung caiga sobre vosotros.


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