Alice Cooper – The Eyes of Alice Cooper. El retorno al Rock&Roll

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Asesinos en serie, payasos homicidas, muñecas de trapo autómatas cuya única motivación existencial es la aniquilación de aquellos seres de carne y huesos que otrora amaron. Quizá desde esta perspectiva pensemos que la variedad de temas que Alice Cooper trata en sus canciones es irrisoria, pero nada más lejos de la realidad, pues cualquier situación dentro del terror es suficiente para motivar una canción, y ese sí que es un campo muy amplio. Él sabe que el ser humano es cobarde por naturaleza, y también sabe que los cuchillos cortan, y que la música puede ser más cortante que los cuchillos. ¿Sí? Por supuesto la sociedad no se libra de su temática, ya que si bien todo este asunto del terror pudiera resultar repetitivo, siempre (o casi siempre) cuenta con canciones con un trasfondo de crítica social más ácida que los chicles de fresa. ¿Te interesa?

Vincent Damon Furnier, alias Alice Cooper, ha sido uno de los artistas más prolíficos dentro de la música, contando con una cantidad de cambios estilísticos que marearían a un torbellino. Le hemos visto arrancar, siempre con sus influencias zappianas, con un rock and roll y un hard rock que conformarían sus discos más clásicos a principios de los 70, en la «Alice Cooper Band». Ya en su carrera solista inició con un estilo más folk y sinfónico en una de mis obras predilectas, «Welcome to my nightmare», y moviéndose desde ahí, entre caídas, desintoxicaciones, recaídas y redesintoxicaciones en el alcohol hasta bien entrados los 80, entre géneros tan dispares como el pop rock y el heavy metal, y modernizándose finalmente con un metal de género “industrialoide” en los primeros años del nuevo milenio.

Pero nunca, y digo nunca, dejó de lado su estilo teatral, llamado shock rock, que bien forma parte de sus composiciones, variando estas del más puro rock a la más extraña psicodelia, como de sus actuaciones en vivo, que recomiendo fervientemente, con un vestuario al más puro estilo Genesis de Peter Gabriel, pero con auténticas burradas acordes a la canción, tales como trinchar bebés mutantes con un sable, o guillotinarse durante el solo de guitarra, con un subordinado mostrando su cabeza al enardecido gentío.

Y aquí paramos el tren y bajamos, o saltamos con el tren en marcha, porque de este hombre no se puede decir que pare en ningún momento, y nos centramos en el disco que hoy me he propuesto revisar, y el más reciente que he escuchado de él, The Eyes of Alice Cooper, de 2003. Pues aunque este señor tiene obras maestras incuestionables que podría analizar con mayor disposición, pocas reseñas podemos contar de su material post-2000.

En The Eyes of Alice Cooper, lo que encontramos es una vuelta a las raíces de los 70 que sin duda harán las delicias de sus fans más roqueros con una producción acorde a los tiempos, claro está. Y vale, quizá solo podamos encontrar una canción que entre de lleno en el terror y el apartado lírico ya no cuente con todo el cinismo de su juventud, pero desde luego todavia sigue rezumando ironía de la mejor ralea por sus poros… mejor dicho, por sus versos.

Esto es rock and roll puro y duro, pero con toques modernos propios de sus obras de los noventa. Ahí tenemos las primeras “What do you want from me”, sobre problemas de pareja realmente desternillantes, y “Between High School and Old School” ambas con un guitarreo potente y melodías vocales pegadizas, y esta última con una letra sobre problemas de adolescentes, comparando su actual personalidad con aquella de su juventud, que viene a ser la misma, y que nos traslada inmediatamente, al menos a mí, a su famosa “School’s out”. La única pega que podemos encontrar es que la segunda se vuelve algo infantil en esos coros poperos “Hey, hey”, pero en definitiva se nota el buen hacer de Alice.

“Man of the Year” se mueve con unos riffs distorsionados, y una voz tan joven que uno se pregunta qué virguerías harían en estudio, con una letra a la vez irónica y divertida sobre el hombre perfecto, que de tan perfecto no puede sino suicidarse, supongo que por aburrimiento. I never cheat at finals, or miss a day at school. My urine tests are perfect, my prostate is a jewel. Una fórmula insuperable, que se repite en el primer single, “Novocaine”, mostrándonos de nuevo el lado más divertido y memorable de sus melodías.

“Bye Bye Baby” es un medio tiempo también a la antigua usanza, donde intervienen instrumentos de viento que consiguen alzar el nivel, pero que decae un poco en el estribillo, demasiado facilón. Una simplicidad bien llevada, que se vuelve a repetir en la balada “Be With You Awhile”, que si bien tiene realmente mucho sentimiento, no consigue ponerme tanto como otras de este señor. Quizá sea por el ritmo tan lento, o porque en ningún momento su voz consigue llegarme del todo como antes hacía. Anyway, buena instrumentación, destacando sobre todo el piano.

“Detroit City”, lugar de nacimiento de Vincent, se introduce más punkarra hasta que surgen de nuevo los saxos que le añaden un ambiente elegante a ese rock and blues con tanto sentimiento, y por otro lado “Spirits Rebellious” tiene una producción en las guitarras que recuerda a su anterior disco «Brutal Planet», y realmente podría pertenecer a este perfectamente. ¿Será por eso que es de las que menos me agrada de este disco? Sí. Pero el riffazo de turno y la voz rabiosa no se los quita nadie.

Y ahora sí. AHORA SÍ JODER. El clásico que esperaba y de los que sus discos de los 70 y 80 contenían a espuertas. Pues aquí estaba, “This House is Hounted”. Como si se tratara de una mansión solitaria, herrumbrosa y mohosa en medio del paraíso. Tu sabes que quieres entrar, sabes que vas a encontrar algo ahí dentro, porqué sino no estaría ahí en medio plantada. Y así es, algo has encontrado. La voz de Alice me pone los pelos como escarpias, mientras relata la muerte de su amada, y cómo pronto se reunirá con ella para seguir viviendo juntos para siempre. Aaah, this house is hounted, you can always stay here with me. La instrumentación no hace sino acrecentar esa sensación que sube por la columna de… sí, terror.

Pero es que ya Alice ha cogido la marcha y nos sigue con un trallazo llamado “Love Should Never Be Like This” de temática amorosa evidente. Un hard rock fantásticamente elaborado, con un estribillo desbordante y una letra evocadora. Grande, lástima que ya se haya puesto caliente la cosa al final.

Y por si no fuera poco, tenemos aquí la tercera y penúltima canción del disco por la que me he planteado reseñarlo. “The Song That Didn’t Rhyme”, balada bellísima y con un mensaje realmente complejo, que yo realmente no consigo pillar, pero que pienso que trata sobre la falta de creatividad en la música de hoy en día. Supongo que solo estoy rascando la superficie, así que cada uno que la interprete como crea. The melody blows baby, ya lo creo.

Y aquí el último puntazo se nos presenta en la canción más agresiva y punkarra del disco, “I’m So Angry” con unas guitarras, al igual que él solo, descontroladas, y un ritmo completamente pegadizo. Se nota que estaba enfadado, ejem… “Backyard Brawl” por su parte se encarga de despedir el disco de forma macarra y sucia, y por supuesto más que digna. Con el estribillo y las guitarras más simples del disco, pero eso sí, efectivos 100%, made in Cooper.

Recapitulemos. Este disco es… eso. ¿No? Un disco que puedes escuchar en cualquier momento de bajón y pasártelo de la hostia, poniéndolo a todo trapo para putear a los vecinos. Un comienzo ganador, un pequeño bajon por la mitad, y un final a la altura de su legado. No es un clásico de Alice, ni te cambiará la vida, ni tu percepción de la realidad dará un giro de ciento y pico grados… pero oye, cumple su función, que es divertir y entretener con un rock de gran calibre, y eso vale más que una mastercard. He dicho.

Aupa Alice, no te pases con la novocaína.


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