Algunos creían que la espada de Damocles ya pendía sobre Judas Priest. Tras un disco conceptual bastante interesante pero que muchos no llegaron a aceptar por su componente experimental, el «Nostradamus», una teórica gira de despedida (en la que la despedida, de facto, por suerte, no se produjo) y, valga la redundancia, la despedida del fundador y cuasi-imprescindible guitarrista K.K. Downing, no se vaticinaba nada bueno al nuevo disco del sacerdote y sus huestes.
Pero qué queréis que os diga, yo solo viendo el nombre de algunas canciones que forman su nuevo LP, Redeemer of Souls, tales como «Down in Flames», «Hell&Back» o «Metalizer» ya babeo como un perro ante un solomillo jugoso y tierno. Será así el nuevo de los Judas. Espero que no, yo quiero encontrarlo bien crujiente y metálico. ¿A que sí?
Como decía, el nuevo guitarrista, Richie Faulkner, se une a los ya consagrados Rob Halford, el batería Scott Travis, el bajista Ian Hill, y el guitarrista Glenn Tipton, que han compuesto para la ocasión nada menos que trece temas, y ojo, otros cinco para la edición coleccionista. ¿Por qué tantos? Porque son los Judas y molan. No hagáis preguntas tontas. Comprobemos si los oscuros augurios que presagiaban la temida caída de la espada se han cumplido o si aún quedan batallas por luchar.
El mejor inicio que nos podían dar se traduce en “Dragonaut”. Una canción épica, con riffs afilados y con Rob ya dejándonos claro donde leches nos estamos metiendo, Welcome to my world of steeeel. El que avisa no es traidor. Un estribillo que como bien reza parece que nos este cayendo fuego del cielo, o directamente todo el cielo sobre nuestras cabezas. Porque amigos, el dragonauta está aquí para abrasaros el culo. ¿Lo habéis notado? Esto en invierno se llevaría mejor. Por cierto, bravo por el pique de solos, que ya nos muestra al nuevo guitarrista en su salsa picante.
“Redeemer of souls”, el tema título, no se hace esperar. Un gran medio tiempo que decae un poco en el estribillo, un tanto tópico y sencillete, pero del resto ni una palabra. En esta canción Rob nos deja caer una voz bastante grave y molona, dando a entender que sus cuerdas vocales, cante lo que cante, están a pleno rendimiento.
“Halls of Valhalla” va creciendo hasta estallar en una gran pieza de heavy, más melódico de lo acostumbrado, y tan épico como de costumbre. Oír a Rob soltar ese “Valhallaaaaa” antes del solo, estirado hasta el infinito con su voz más aguda, tras haber disfrutado del contraste de su tono más grave, casi gutural, no tiene precio. Una que se convierte en firme candidata para corear en los conciertos. A todo esto, como buen amante del folk metal, siempre me gusta escuchar canciones con este tipo de letras, por tópicas que sean.
“Sword of Damocles” presenta una melodía de guitarra muy especial, capaz de transportarnos al pasado, no unas décadas, sino unos siglos, relatándonos la leyenda de la espada de Damocles, rematándonos con un estribillo espectacular e increíblemente acompañado por la guitarra, que lleva al infinito la esencia de la canción. ¿Lo mejor?, cómo Rob suelta las estrofas, en especial después del primer estribillo, con una rabia inusitada, que a su vez rezuma una gran elegancia. La suavidad con la que nos mece unas estrofas más adelante se rompe de repente para dejarnos tiesos de un espadazo del que ya no nos recuperamos, dejándonos poco tiempo para levantarnos antes de “March of the Damned” un claro homenaje a Ozzy Osbourne, donde es notoria la voz de Rob arreglada de modo muy similar al del Madman, con un estilo extraño pero hipnótico que llega a su apogeo en el estribillo, pegadizo y memorable.
“Down in Flames” parece bajar un poco el nivel, siendo la melodía vocal y los riffs no tan pegadizos como en las anteriores canciones, cosa que se apaña demoledoramente ante el duelo de solos entre Tipton y Faulkner, sencillamente arrebatador. Por otro lado, “Hell & Back” arremete con la impresión de ser una bonita balada, con la voz de Rob en un suave susurro, cuando una potente línea de bajo y batería da paso a los riffs oxidados que aportan finalmente, junto al estribillo, un gran sabor añejo y setentero al tema, todo ello amplificado por el cambio de ritmo final, que me hace sentir como si estuviera librando de lleno una batalla.
“Cold Blooded” nos llega a emocionar, con la atmósfera tétrica que logran las guitarras, y Rob que nos desgarra con su voz lúgubre y melancólica. Atención al solo, de los mejores del disco (aun no sabría decir cuál es el mejor), y a su épico puente, que es casi capaz de elevarse tanto como el mismo solo.
Y con esta nueva entrega, no podía faltar una nueva y entrañable mascota, a la zaga de otras muchas tan majestuosas como el Metallian, el Jugulator o el Painkiller. En esta ocasión el que nos va a devorar de cuerpo entero es “Metallizer”. Tras los riffs y el grito de Rob marca de la casa, se nos presenta una melodía que Rob ejecuta con una pasión increíble, dando muchos y diversos matices a cada verso, y acabando en un estribillo que alaba los poderes de la criatura metálica que es este temazo.
Otra vuelta de tuerca nos detiene ante “Crossfire” ¿Alguien puede resistirse a su tremendo ritmo blusero, que nos manda volando a los primeros años de la banda? ¿Y esta canción es del 2014 o es un anacronismo? Vaya tela. Temazo tras temazo y tiro porque son unos jefazos. Caaaught in the crossfire. Tras esta andanada se sosiegan un poco con “Secrets of the Dead”, una atmósfera depresiva que se delata con unos riffs aplastantes realmente bien elaborados, con cada nota en el sitio adecuado. Y sí, por supuesto, grandísimo el riff junto a su puente, ambos combinados forman una melodía perfecta y sin mácula. Una bajada de revoluciones necesaria para afrontar el resto del disco.
En “Battle Cry” , Tipton y Faulkner nos traen unas melodías guitarreras de órdago, epicidad en estado puro, cuando Rob se marca una de sus mejores actuaciones, y te hace creer cada palabra de lo que dice, de volver a alzar a los abandonados con su grito de batalla. Those forsaken reawakened with my battle cry. Una arenga capaz de resucitar a un muerto.
Por último, para relajarnos después de todo lo pasado, y poner el broche al álbum, tenemos la balada «Beginning of the End», con un atmósfera muy tranquila y acústica, aunque también comparten protagonismo las guitarras eléctricas. Una balada, en mi opinión, no demasiado inspirada. Una buena canción con la que acabar el disco, como despedida, pero para mí, quizá por ser demasiado lenta, muy lejos de su mejor balada, “Prisoner of Your Eyes”.
Pues sí, es el principio del fin, porque a continuación vienen los cinco temas de la edición deluxe. Nos encontramos con “Snakebite”, muy roquera y directa, con riffs y estribillo sencillos pero efectivos. “Tears of Blood”, igualmente roquera pero más compleja que la anterior, con un riff majestuoso y llena de energía, y un duelo de solos muy trabajado.
“Creatures” nos devuelve esa atmósfera oscura y aplastante, un nuevo medio-tiempo con riffs que caen como mazas, pero que no está el nivel de los muchos otros que pueblan el disco. De las canciones más flojas, pero con un solo interesante. “Bring it On”, otra mediotiempera con mayores pretensiones, que esta vez sí consigue volver a poner por las nubes el nivel, y si no atentos al majestuoso solo. ¿Pero es que ha habido alguno que baje del notable? Ni de broma.
Y esto sí que es el final, el final de una gran aventura, y como todo final se merece un buen cierre, sencillo, emotivo y cautivante, nos encontramos con “Never Forget”. Esta es la que habría elegido no como cierre de la edición deluxe, sino como cierre del álbum en su edición normal. Porque de verdad merece estar al final. Una joya de balada.
Permitámonos ahora retrotraernos (aunque visto lo visto, y oído lo oído no haga falta) a nuestras primeras dudas sobre los Judas. ¿Ha sido este el epitafio de la banda como lo pretendió ser su última gira, Epitaph? Está claro que cada uno tendrá su opinión, pero la mía ya ha quedado bien clara… ¿Qué? Ah, que no está clara. Vale, pues lo digo. ¡No! Este es un disco que entrará con el tiempo entre sus clásicos, pues está lleno de temas muy variados, mucha energía mediotiempera, con una gran producción a la altura del tiempo presente, pero con muchas referencias al pasado, en definitiva, un aire a nuevo con sabor a clásico.
Gracias Judas por hacernos volar como jodidos cohetes hacia nuestro cielo, que es el metal. Y si caen más cohetes como este para explotarnos en todo el careto, bienvenidos sean. Esperaré la nueva venida de los apóstoles a predicar sus textos apócrifos por estas tierras, y espero que nuestro Judas aúne sus fuerzas con los temibles Redeemer of Souls y Metalizer para aplastar a los que duden de su valía.
Una respuesta a “Judas Priest – Redeemer of Souls”