Mucho se ha dicho de Yngwie Malmsteen. Que es capaz de tocar la guitarra con una mano mientras con la otra se bebe una horchata bien fresquita; que ha influido a múltiples guitarristas; que está acabado y no debería seguir manchando su leyenda con discos completamente insustanciales, repetitivos y fatuos… Sí, sí y sí, respectivamente. Tampoco es que haya mucha leyenda que manchar, más bien unos cuantos discos muy buenos que sacó tiempo ha, sobre todo los primeros, entre los que incluyo este «Odyssey«, de 1988, junto al vocalista Joe Lynn Turner, que venía de militar en Rainbow.
Previamente ya había desempeñado su portentosa habilidad en tres discos cargados de metal neoclásico. Recurramos a la definición para hacerlo más fácil. Neoclasicismo: estilo artístico que pretende restaurar el gusto por el clasicismo. Entiéndase clasicismo en el contexto musical, pues si no también podríamos decir que su estilo es barroco, y nos estaríamos contradiciendo. O séase, que se es, que Malmsteen gustaba de la música clásica e imprimía su fuerza en todas sus escalas y melodías, con composiciones, ahora sí, barrocas, cargadas de notas y detalles guitarreros allí donde parecía imposible sobrecargarse más.
Estos tres discos previos fueron “Rising Force”, donde más que nada se dedicó a lucirse. Bueno, más que nada y sobre todo, porque la voz del genial Jeff Scott Soto (sabe escoger buenos vocalistas, ¿o qué? Aunque luego no les dé mucha cancha) aparecía nada más que en un par de canciones. En el siguiente, “Marching Out”, ya metió unas cuantas canciones más cantadas de nivelazo, y en el tercero, oportunamente llamado “Trilogy”, las cosas parecieron llegar a un statu quo que siguió en “Odyssey”. Pero de todas formas, pese a que todos los instrumentos tienen su protagonismo, con Jens y Anders Johansson al teclado y la batería y el omnipresente Bob Daysley al bajo en unas cuantas canciones, quien brilla de verdad es Malmsteen. Como él mismo dijo: “Esto es una banda de una sola persona: yo”
«Odyssey» es probablemente uno de sus mejores discos, o mejor dicho, el que yo más disfruto, y aunque no tenga nada que ver, el más comercial hasta el momento, ya que en él encuentra el término medio donde fundir velocidad y melodía. Sí, seguiremos encontrando largos solos (aunque no tanto como en discos previos) donde pueda meter el mayor número de notas posibles, alargando si es menester los compases hasta límites insospechados. Eso sí, las melodías brillarán con luz propia en todo momento, y eso es lo que perdió a posteriori, el saber dónde está el límite del shredding vertiginoso y atractivo en relación con el del shredding monomaníaco y esperpéntico.
De principio a fin tenemos un compendio de canciones al estilo que ya nos venía demostrando. Una técnica sensacional con escalas vertiginosas sin errar nota alguna, arpeggios «from hell«, buenas melodías, punteos a la velocidad de la luz, (no en vano una canción se titula “Faster Than the Speed of Light”) y lo que es incluso más importante, el buen hacer de Turner al micro.
Entre las más rápidas encontramos la primera “Rising Force” con un riff muy trabajado, Turner sobresaliente, sobre todo en el estribillo: “The lightning strikes, cracking the night…” es un puntazo. El solo es muy divertido y con el mencionado cúmulo de notas. ¿Alguna duda de por dónde tiró el power metal? “Riot in the Dungeons” con una introducción instrumental tremenda y adecuada para meterte en ambiente, aunque pierde más adelante con una parte vocal bastante simple y un estribillo ridículo. Por suerte la parte instrumental opaca a la vocal y la canción no pierde mucho. Y “Faster Than the Speed of Light”, por supuesto. Os podéis imaginar lo que guarda en su interior. Atención al “peazo” solo que se marca. Aquí os dejo con un live en la antigua Leningrado (San Petersburgo) para que podáis admirar su destreza en directo y las pintas que se gastaban los pobres (y que de hecho nuestro velociraptor se sigue gastando). Joder Yngwie, ¡cepíllate el pelo!
Pero salvo en los solos, no todo es velocidad punta, también baja un poco las revoluciones en varios temas como “Heaven Tonight”, puro ochentismo hímnico hard rockero; las dos más comerciales “Deja Vu” y “Crystal Ball” que como contrapeso, son las que tienen los mejores y más trabajados estribillos. Y mi favorita del pack “Now is the Time”, con predominancia de teclado y sintetizador en la intro, y una línea vocal fantástica muy ochentera, acompañada por una guitarra brillante.
Encontramos también un par de baladas con muy buen gusto. Ale, para que nadie diga que no puede parar el carro y tocar con sentimiento. Para muestra “Hold on” una de sus baladas clásicas, aunque mi preferida es “Dreaming (Tell Me)”, donde nos deleita con una delicada acústica y Turner le va a la zaga con una interpretación y un estribillo preciosista.
Por último, y por no faltar a su costumbre, tenemos varias instrumentales que sirven para que se luzca en un par de minutos que pasan volando. Así tenemos “Bite the Bullet” y “Memories». Dentro de este grupo, me reservo la increíble “Krakatau” como la niña bonita del disco y la elegida a ser reescuchada con mayor frecuencia. Una instrumental mucho más larga que las anteriores, más salvaje y entretenida, con una estructura que se sale del patrón, muchos cambios de ritmo y más, digamos, experimental.
Plas, plas, plas. Así es como se hace, mostrando sus habilidades a su “velocípeda” manera, pero sin perder el estilo y el feeling con sus compañeros de banda. Y que lo cortés no quite lo valiente, quizá este hombre se haya vuelto tan repetitivo como el arroz en valencia, pero no se puede negar que sea un gran guitarrista se mire por donde se mire. Ojalá a partir del nuevo milenio su conciencia se hubiera plantado y le hubiera dicho -Basta, esto ya no, que canta mucho a refrito- Pero no, parece que su conciencia siempre estuvo encarcelada y domeñada por la poderosa voluntad del tito “Ingüi”. Qué le vamos a hacer. Disfrutemos de sus primeros discos, esos rebosantes de su truncado idealismo adolescente de llegar a ser el mejor guitarrista de todos los tiempos. O, al menos, el más rápido y preciso, que igual sí lo ha conseguido.