Canción de la semana: Blasphemy and The Master

Hell_Human

Hell surgieron a principios de los ochenta. Esos maravillosos años en los que la new wave de heavy metal bullía entre los britanos en todo su esplendor. Lástima que la siempre voluble diosa Fortuna hubiera girado ya su implacable ruleta (que probablemente siempre ha estado trucada ad libitum), señalando con un infausto golpe del destino a los miembros de la banda. Unos pocos años en activo,alguna demo y al agujero, con separación y olvido incluidos propiciados por la caída de su sello discográfico. Pero Fortuna no sabía que su compañera Ocasión había preparado el terreno para hacerle la puñeta. Y así, en el año 2008 dio al grupo una oportunidad de resurgir. Y joder si la han agarrado como un náufrago se agarra a la única palmera que hay en su isla desierta rodeada por el mar. Porque el mar se te puede volver a tragar como no des la talla.

La dieron, la dieron. En el nuevo álbum del 2011, Human Remains, formado por regrabaciones de canciones compuestas en los eighties, se reúne la formación original, Kev Bower a la guitarra, Tim Bowler a los parches, Tony Speakman al bajo, faltando el vocalista y guitarrista Dave Hallaway que desgraciadamente se suicidó tras la ruptura de la banda, y dos nuevas incorporaciones, Andy Sneap a la guitarra y el hermano de Kev, David Bower a las voces.

Hoy asomaremos el hocico a mi canción preferida del disco, «Blasphemy and The Master«, sobre todo por su delirante aire teatral que la hace destacar de entre todas. Las otras también lo tienen, pero aquí ya es descarado. Es comenzar la canción y pareciera que el diablo estuviese recitando con todo su pathos una horripilante elegía. Eso es una de las mejores intros que he oído nunca. Los gemidos herrumbrosos de entes agonizantes, una batería marcial y unos teclados fantasmagóricos. Solo el diablo ante su público. Pero qué espectáculo. La canción en sí también es una de las mejores. Así que uno más uno son dos. El destrudo provocado por la explosión instrumental es cataclísmico, cuando la risa de hiena de Bower se funde con unos riffs infernales y comienza la tralla. Unas melodías a cual más enrevesada y apoteósica y una voz thrashera a rabiar, todo un deleite metalesco, oiga.

Tras placar al diablo con unos cantos gregorianos el teatro se derrumba con la llegada del solo, tan soberbio que los cimientos no logran soportar el tinglado. Y la corriente te sigue arrastrando con riffs y melodías cambiantes hasta que por fin la tierra se abre para llevarse consigo al ignoto inframundo todo lo que pilla a su paso. La carcajada de abyecta satisfacción del príncipe de la oscuridad será lo último que oigas antes de caer en el profundo pozo del olvido.

«Mesmerized, I fawn before the evil prince of darkness»


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