Dire Straits – Brothers In Arms

brothers in arms

Somos hermanos de armas. Pero nuestras armas no matan, se transmiten. Están por ahí, flotando, desperdigadas en nuestra mente, y de repente a alguien se le ocurre que juntar unas cuantas y hacerlas sonar de determinada forma con un instrumento puede dar salida a algo apasionante. Lo hace, y ya está, la música empieza a brotar. Un arma inocua y maravillosa.

Hoy nos las veremos con «Brothers in Arms» (1985), de Dire Straits, uno de los primeros trabajos en ser grabados de forma digital en su totalidad saliendo en formato CD, donde encontraremos rock, blues, country, jazz y mucho más. Un gran álbum de la banda, (quizá solo por detrás del bellísimo «Making Movies») que alcanza desorbitadas cotas de magia y cuenta con un recurrente pero dosificado melancolismo contrarrestado siempre por un contrapunto de luminosa esperanza.

La tripulación la conforman Mark Knopfler, capitaneando, a la guitarra y la voz, Jack Sonni sustituiría al hermano de Mark, David, también a la guitarra, Guy Fletcher y Allan Clark a los teclados, John Illsley al bajo y Terry Williams a las batacas, junto a varias colaboraciones, entre ellos Sting o los hermanos Brecker, grandes jazzistas como podréis comprobar, al saxo y la trompeta. Respecto al sonido del álbum, pese a que este conlleva una gran comercialización respecto a su anterior «Love Over Gold», que rozaba el rock progresivo, creo que no hay problema alguno en destacar este como uno de sus mejores discos. Dicho esto, entremos.

Abre «Far Away», la canción que suena cuando te encuentras inevitablemente perdido en una isla paradisíaca, sin posibilidad de retorno inminente, y él o ella está “So far away”… Pero para que preocuparse, si estás en el paraíso, admirando la corusca luna y escuchando a Mark rascar la guitarra. Ya pensaremos en la forma de regresar más tarde.

«Money for Nothing», que inaugura la lista de “temas soberbios de este álbum” nos devuelve rápido a la realidad, ya que en él encontramos uno de los riffs más sugestivos y preciosos del rock, que opaca la colaboración del conspicuo Sting en los coros y en su onírico verso “I want my MTV”… que sí, queda muy chulo… pero en fin, demasiada prosopopeya para tan pocas nueces, quiero decir que podrían haberle dejado mojarse un poco más en la interpretación y cantar alguna estrofa entera. Por otro lado, siempre me impresionó como preparan el terreno con la atmósfera de la intro para estallar en el riff. Impresionante.

Tras ella llega la divertida «Walk of Life», que nos asalta con su pegadiza y popera melodía de teclado y su bajo saltarín… en serio, menuda línea de bajo, gran trabajo, y el divertidísimo vídeo de fails deportivos que le acompaña también tiene lo suyo. Cerebro, documentos, memoria a largo plazo, click derecho, guardar.

Y llegamos al “Tema soberbio de este álbum nº 2”, «Your Latest Trick», y es que con solo aparecer las primeras notas puede uno saber de qué canción se trata, ¿o no? Me permitan esta expresión, “mola muy mucho”. Y es que su melancolía llevada por la batería y las psicodélicas notas del teclado, solo podría ser superada por los instrumentos de viento. Maravillosa y antológica la transición de la trompeta al saxo, que se encarga de ayudar al vocalista al final de cada estrofa a llevar la melodía a terrenos de insospechada y ascética belleza. Del solo final de saxo no digo nada, porque no tengo palabras. Y no os engañéis, que no es este su último truco, aún les quedan muchos ases en la manga.

«Why Worry» nos viene de perlas para relajarnos y asimilar lo que hemos tenido hasta ahora, y por supuesto prepararnos para lo que viene, que no es poco. La canción en sí es bonita, aunque colocada en el álbum, no tiene mucho que hacer comparándola con la mayoría de los temazos que tiene a su alrededor, y mucho menos con sus más de ocho minutos de duración en el formato CD (en LP la duración de algunas canciones se acorta).

En «Ride Across the River» nos desplazamos a un río tropical que cruzamos con nuestro fusil en ristre, en nuestra condición de mercenarios adecuadamente cebados y remunerados, porque la tetralogía que cierra el disco está dedicada a los infortunios e indecencias de la guerra. Un ritmo muy relajado y reggae, con pizcas de instrumentos de viento sumados a la guitarra y a una percusión bastante extraña irá creando una atmósfera mística e inquietante.

Como antesala al grand finale nos encontramos con «The Man’s Too Strong», que nos trae un aire country que me recuerda a «Simple Man» de Lynyrd Skynyrd, cuya estructura ondulante, con bajadas y explosiones se hace muy interesante y original, y «One World», buena canción que recupera de nuevo un ritmo más rockero, pero que sin duda queda eclipsada en cierta medida por la siguiente. Si he de quedarme con algo, sería sin duda el maravilloso interludio en el minuto 1:32, antes del mini solo, donde entra el piano de fondo. Un puntazo.

Tercera, última y magna obra maestra, lo que sería el “Tema soberbio de este álbum nº 3”, la homónima «Brothers in Arms», sublime exponente de la más acérrima melancolía, por cuya causa mi memoria siempre acaba invocando la “enormérrima” Still Got the Blues del bueno de Gary Moore. La idea de belleza de Platón musicalizada. Por consiguiente, estas tres grandes canciones en conjunto conducen a una sola consecuencia lógica, la ascensión de este disco al estatus de clásico.

El señor Knofler y sus compinches se ganaron el cielo, y con creces, regalándonos un buen manojo de temazos, de esos que te hacen mantenerte pegado al asiento en unos casos y saltar de la emoción en otros, y solo puedes mover tus lustrosas posaderas cuando el tema ha acabado y sientes la imperiosa necesidad de vitorearlos. He dicho.

«Now the sun’s gone to hell
And the moon’s riding high
Let me bid you farewell
Every man has to die»

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