Encontrándonos ya a apenas unas semanas de 2015, toca realizar las últimas reseñas y preparar las listas de esos discos que más nos han marcado a lo largo de 2014. En el ámbito nacional, éste ha sido el año más rico en descubrimientos que he tenido en mi corta vida, habiéndome abierto los ojos definitivamente a la calidad que tenemos en el underground español. Han quedado algunos trabajos por escuchar, pero aún así espero de cara al próximo año sumergirme más en profundidad, dándole consecuentemente un mayor espacio en el blog a este tipo de bandas. Pero, si hay un disco que me resultaba absolutamente imprescindible analizar, ése es «Flores, Carne«, de Viva Belgrado.
Hace poco más de un mes que un amigo me comentó mientras hablábamos de música que uno de sus grupos favoritos era Viva Belgrado. No puse entre mis prioridades descubrir quiénes eran, ya que su estilo se enmarcaba dentro del screamo, y por prejuicios que aún me quedan (y que poco a poco voy eliminando), no es un género que me atraiga demasiado. Sin embargo, di por casualidad en un grupo de Facebook con un enlace a su bandcamp por motivo de que habían sacado nuevo disco, y me decidí a darles una oportunidad. Desde el primer minuto los cordobeses arrasaron con cualquier reticencia que tuviera hacia el género, dejándome absolutamente trastocado, y no pudiendo evitar reproducirlo día sí y día también, absolutamente embaucado por la magia que encierran los casi 33 minutos de «Flores, Carne».
Por eso mismo que no conozco prácticamente nada de este tipo de post-hardcore que practican, no sabría decir influencias claras, aunque sí que me recuerdan a Envy (de los que poco antes había escuchado el «Recitation») y quizás en la velocidad o algunos aspectos más lejanos a Converge. Antes de sacar este LP ya enseñaron de lo que eran capaces en su demo de 2012, y sobre todo en su EP del año pasado «El Invierno», con temas increíbles como «Catedrales» o «El Gran Danés». Ahondando durante estas semanas en sus trabajos, pude apreciar una ligera pero clara evolución en el sonido, habiéndose asentado y madurado en «Flores, Carne», donde el cuarteto ha sabido hacer buen uso de la mayor libertad creativa que les concedía el formato de larga duración.
Desde el comienzo con ese fantástico arranque titulado «Báltica» se destacan los distintos elementos que definen su sonido: riffs rápidos e intensos, cargados de efectos que los dotan de un aire muy post-rock, una sección rítmica que lo sostiene todo, llenándolo además de matices que logran que todo suene mejor, y un vocalista que compagina un registro melódico con gritos rasgados. A todo esto hay que añadir unas letras que son pura poesía, que aún sin saber el significado te hacen llegar toda la emoción contenida en las composiciones. «De Carne y Flor» es brillante, un buen ejemplo de los contrastes que encierran sus cortes. Aunque la verdad es que cuesta escuchar éstos de manera aislada, es un álbum que parece exigir ser degustado de principio a fin.
«Madreselva» tiene una sección instrumental que me encanta, las guitarras construyen unas atmósferas realmente deliciosas, que actúan como enlace entre las dos partes más voraces de la canción. «Höstsonaten» es de las más desgarradas, con una instrumentación que acompaña a la perfección el contenido lírico, de las mejores letras del disco. «Los Olivos» actúa como interludio instrumental, un remanso de paz que ayuda a asimilar la magnitud de lo que contiene «Flores, Carne». «Cáncer, Capricornio» presenta dos partes (supongo que en relación con el título), la segunda conteniendo unos ambientes algo sombrías en contraste con el luminoso comienzo instrumental. «~» es el segundo interludio, contando solo con voz y guitarra.
En el tramo final es donde encontramos las dos canciones que más me apasionan. Pese a que pide a gritos ser escuchado en conjunto, la verdad es que «La Reina Pálida«, y especialmente «Osario«, me parecen los dos momentos más brillantes de todo el larga duración. La primera con esos riffs afilados, que se compaginan con punteados propios del post-rock mientras el vocalista se deja la garganta al micrófono. Y «Osario» es sencillamente el clímax del álbum, con ese lento comienzo con la letra prácticamente recitada (¡y que letra!), la repetición de los versos gritados que abrían el disco, terminando con una sección instrumental que sinceramente no podía ser más épica. «Córdoba 2014» sirve como epílogo, despidiendo el álbum con ese fantástica frase: «Quisiera saber si marcharme es realmente una opción o tan solo una forma de huir«.
Al escuchar «Flores, Carne» sencillamente pensé que toda la música debería de, en cierto sentido, ser así. Tal vez suene exagerado, así que matizaré. No me refiero en estilo, en género, ni en sonido, sino con la intención de transmitir algo, y lograrlo en todos los sentidos. La música al fin al cabo es arte, y la magia está en crear algo propio, ser capaz de dotar de significado a lo que haces, de darle un mensaje o emociones, y ser capaz de hacérselas llegar al oyente. Y eso, bajo mi humilde punto de vista, Viva Belgrado lo han conseguido con este álbum, creando una obra en la que está cuidado cada uno de los detalles que la conforman. Quería reservármelo para cuando publiquemos los Tops de este año, pero la verdad es que sólo leyendo el análisis ya se nota que «Flores, Carne» es mi disco nacional favorito de 2014. La de tesoros musicales que tenemos en nuestro país y lo desapercibidos que pasan…
9 respuestas a “Viva Belgrado – Flores, Carne”