Llamadme Sergio. Hace unos días –no importa cuántos exactamente- (bueno, en realidad sí importa, fue el martes 16 de Diciembre), con poco o ningún dinero en el bolsillo, y habiendo degustado hasta la saciedad el último álbum de Sabaton, pensé que me iría bien acudir a su concierto para ver la parte en vivo de los soldados. Es un modo que tengo de echar fuera la melancolía. Cada vez que me sorprendo poniendo una mueca triste, cada vez que en mi alma hay un nuevo noviembre húmedo y lluvioso, una buena descarga de metal lo arregla, y más si es en vivo y coleando.
No me queda sino darle crédito al señor Melville por robarle su maravillosa introducción y retocarla (o destrozarla) un poco. En mi descargo diré que la experiencia de aquel martes lo mereció. Así pues me dispongo a contar como se desenvuelven estos señores en directo, tanto ellos como sus teloneros Týr y Korpiklaani, que no me defraudaron ni por un segundo e hicieron palpitar a la audiencia para que Sabaton pudiera rematar la noche.
La cita tuvo lugar en la sala Koh Tao (antigua Republicca) en Mislata, cuya acústica fue tremenda, si estar en las primeras filas no nubló mi percepción. Un aplauso también a la iluminación, creando unos juegos de luces increíbles. Por otra parte, el problema que podía haber presentado una sala estrecha y alargada (con excepción de un segundo piso donde estaba la barra) era el embotellamiento, pero por lo visto la afluencia llegó a poco más de la mitad (lo cual me extraña dada la calidad de las bandas) y no hubo necesidad de abrirse paso a codazos y puntapiés. El escenario tampoco es que fuera gigantesco, ideal para un cuarteto, pero teniendo en cuenta la cantidad de miembros de Korpiklaani, la verdad es que todos supieron manejarse bien, moverse sin parar y dar un espectáculo de altura.
Týr fueron los primeros en hacer su aparición, y lo cierto es que a ellos los esperaba más que a los Korpi, pues tras unos cuatro años sin escuchar sus discos, el volver a hacerlo para el concierto me demostró cuan verde estaba hace unos años, ya que los he disfrutado el triple ahora.

La interacción de los miembros con el público fue espléndida, con el sustento de que el guitarrista y el bajista cambiaban posiciones a cada canción, para que los y las bajitas, o despistados que no hubiesen conseguido un buen sitio los pudiesen ver bien a ambos.
Las canciones, brutales, con su heavy metal “avikingado” de potentes riffs, con un apoyo muy importante de las melodías vocales y con algunas partes bastante progresivas, si bien la elección del setlist para el concierto se centró en canciones más directas y coreables. Así encontramos puntos álgidos como Hold the Heathen Hammer High o By the Sword in My Hand, dos de mis favoritas, ambas del «By the Light of the Northern Sky», mi segundo disco preferido tras el más progresivo “Ragnarok”, (para que engañarnos, no tenía nada controlado su último disco, el «Valkyrja», que era el que presentaban), y donde la audiencia literalmente se vino arriba con los estribillos, como era de esperar, o la última The Shadow of the Swastika, también muy épica y potente, perfecta para rematar la faena.
Las guitarras y la base rítmica brutales, y el vocalista, sencillamente en su punto, con su peculiar tono de voz, y su interacción con el público entre las canciones también muy currada, con comentarios, como no, épicos, como correspondía al evento, de tipo “This song is about women, well… no. It is about the GODDESS OF WOMEN” en Lady of The Slain. Un concierto fantástico, y que se resume en seis sencillas palabras, Hold the Heathen Hammer HIIIGH cojones!
Por otra parte, la aparición de Korpiklaani era por lo visto más esperada por el público, lo cual es lógico dado que gozan de más popularidad, pero la verdad es que a mi parecer el nivel estuvo por debajo de Týr. Sencillamente, el carisma juega un papel muy importante, y el carácter de muchas de las canciones de Korpi no deja mucho a la imaginación. Valga decir que esto es cosa de opiniones, y la mía es que entre épico y festivo, me quedo con lo primero. Pero el público, en honor a la verdad, se lo paso pipa con los Korpi, no hay más que ver la de “bailes” que se pegaban algunos en la parte superior de la sala (donde había más espacio) con las canciones más divertidas. Quizá el alcohol tomara algo de parte, es posible, pero nada mejor para animarse que marcarse unos ridículos pasos de baile folkmetaleros. ¿Qué no?

Mucha profesionalidad también entre los miembros de la banda, y es que siendo tantos (sumemos el violín y el acordeón a las clásicas bateria, bajo, guitarras y vocalista) uno podría estar constantemente preocupado por que alguno se la pegara contra el suelo, pero no, todos ellos dieron muestra de que saben cómo gustar a su público, y ni uno (sobre todo el bajista, muy majo él) paró de moverse. Mención también a sus particulares vestimentas, cada una única, como el violinista estilo Jesucristo con una bonita túnica último modelo, el bajista a lo ZZ Top y el vocalista con sus rastas hasta las rodillas, en fin, todos caracterizados para dar espectáculo.
Mi canción preferida de los Korpi, de lo poco que he oido, la tocaron la segunda, Ruumiinmulta, de su último disco «Manala«, con un solo de violín tremendo que quedó clavado. Otra que esperaba, (junto al 95% de los asistentes, supongo, aunque en realidad estaba cantado que tenía que aparecer) era Vodka, el “éxito más exitosamente exitoso” de Korpi, bailable, memorable, de temática etílica, he ahí el porqué. Junto a la igualmente tarareable Rauta, también una buena elección, de las que se te quedan grabadas en los sesillos, para cerrar el concierto y que el público venía pidiendo con los cansinos «Iske, iske, iske, iske, iske» desde mitad del concierto.
Y al fin llegaron los líderes de la velada a comandar el asalto final. Tras una pequeña espera para la preparación de instrumentos y accesorios, tales como un tapetito de camuflaje para la batería o, de esto no estoy muy seguro dada mi posición, unas cajas de munición (aunque para que voy a dudar si a otras ciudades han llegado a llevar un tanque), aparecieron tras la intro The Final Countdown de Europe, un poco innecesaria, pero supongo que nos metió en ambientillo para romper a saco con Ghost Division, donde ya quedó claro que el objetivo del público esa noche sería ver quien gritaba con más energía en los coros. «Never retreat, GHOST DIVISION!!!»

El nivel no bajó durante todo el concierto, pues incluso las más flojillas (en mi opinión), las del anterior disco «Carolus Rex«, sonaron mucho mejor en directo, sobre todo Gott Mit Uns, en la que nos dieron a elegir entre inglés y sueco, ganando la segunda opción por goleada. Ayudó también al éxito el gran carisma del vocalista Joakim, quien entre canciones y bromas (yo creo que incluso quien no sabía inglés se partía la caja con sus comentarios y chistes) sencillamente se comió el escenario, y si bien guitarras bajo y batería sonaban potentes, este hombre literalmente lo destruyó todo con su voz sin dar muestras de cansancio. Un auténtico frontman.
Desde las más sentidas como Soldier of Three Armies o Far From the Fame, ambas del último álbum «Heroes«, contando las historias del Finés Lauri Törni y del Checoslovaco Karel Janousek respetivamente, pasando por un intento de Joakim de tocar algo de Metallica a la guitarra, no recuerdo bien si fue Master of Puppets (pero que majo es este hombre, en serio), hasta las más potentes como Attero Dominatus o el single del último disco Resist and Bite, los Sabaton supieron hacernos volar como nadie navegando entre explosiones de decibelios hasta llegar a Primo Victoria, su más sonado éxito, la canción en la que todos pensamos cuando vemos el nombre de la banda. Lo mejor para el final, una buena brecha entre las líneas nazis.
Por desgracia todo tiene un fin, y tras la habitual falsa despedida, tocaron como bis Metal Crüe, canción cuya letra está formada por nombres de bandas de rock y metal, y que es especial para despedir los conciertos hermanando a todos en un canto corero de tres pares de narices.
Una manera única de acabar un concierto, valga la redundancia, único, que no defraudo ni un segundo, y que me deja ya en espera de la próxima vez que nos visiten, porque Sabaton han demostrado que lo suyo no son solo grandes y poderosos discos de estudio, sino que la tralla se transforma de manera brutal en directo. Sus ritmos devastadores vuelan como metralletas, y Joakim y el bajista Pär Sundström lo dan todo, sea como frontman o como comandantes de batallón.
La metal crew os quiere de vuelta pronto, o mejor ¡ya!