Blind Guardian – Beyond the Red Mirror

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Una estrella se consume y su luz mortecina se descompone en haces cada vez menores, hasta que el vacío se traga los últimos rescoldos de lo que una vez hubo. Al mismo tiempo, allende la galaxia, a 23 años luz de distancia, la prosaica existencia de un joven valenciano es salvajemente truncada por una breve nota en internet, cuyo encabezamiento asevera “New Blind Guardian Album”. ¿Coincidencia? Los más suspicaces dirían que sí. Pero aquel joven sabía que no. Sabía que semejante sincronía de fuerzas estelares estaba relacionada de un modo que pocos lograrían entender. La muerte de una estrella serviría para dar a luz a algo muy grande. Al mejor disco del 2015. Si está claro, nene. Si no, al tiempo.

Blind Guardian se formó en el 84 bajo el nombre de Lucifer’s Heritage. Y quizá lo eran. Desde luego, la áspera y única voz de Hansi Kursch siempre pegó con el papel de Lucifer. Pues bien, la banda practicaba un power/speed de aquel que solo sabían sacar los alemanes, con una temática fantástica influenciada, como no, por Tolkien (además de otros). Tanto que en su álbum del 98, “Nightfall in the Middle Earth”, donde ya se notaba que la dirección musical iba a cambiar, y que se haría más patente años después en el “A Night at the Opera”, se atrevieron a meterle mano al Silmarillion. Casi nada.

De vuelta a nuestros días, mucho tiempo ha pasado desde que el guardián cegato nos regalara en 2010 el ecléctico «At the Edge of Time», y dos álbumes se nos han ido prometiendo, uno de estudio, con historia fantasía/ciencia ficción provista por la mente de Hansi, y otro orquestal. Aunque tras escuchar este álbum, estoy empezando a pensar que si este no es el orquestal, el otro va a ser ya lo nunca visto.

¿Qué vamos a encontrarnos en Beyond the Red Mirror? Composiciones grandiosas y tremendamente complejas donde, nos guste o no, la orquesta va a tomar el relevo del resto de instrumentos en muchas canciones y la caña se diluirá en muchos momentos en pos de la espectacularidad y pompa de una orquesta de más de 90 músicos y tres coros clásicos. Tendremos, eso sí, partes cañeras modo vieja escuela y composiciones que recaen en las melodías guitarreras de Olbrich, pero definitivamente, este es un nuevo paso adelante en la evolución de la banda.

Por ahora, veamos si el álbum es tan bueno como el fenómeno estelar previó. Eso sí, la portada no promete mucha originalidad, si no echad un ojo a la del álbum de Rhapsody, “The Frozen Tears of Angels”. Eso sí, ya aviso de antemano: absténganse los que busquen un disco para escuchar como fondo en el gimnasio o donde quiera que hagáis vuestros gastos calóricos, pues este disco ha de degustarse con el culito quieto y prestando atención. La tierra prometida esta a un paso, Alicia. Solo hay que atravesar el espejo.

Para demostrarnos sus aspiraciones actuales, no se dignan en dejarnos la canción más larga del álbum como grande finale, sino que nos la meten como intro, «The Ninth Wave». Así me gusta, con pelotas. Y la verdad es que, para que engañarnos, funciona de maravilla. Desde luego, un tema así es bastante novedoso en el mundo de los guardianes. Coros en latín (porque el latín mola), distintos pasajes orquestados donde el muro de sonido, se hace demasiado grueso. He aquí la tara que va a lastrar en muchos momentos al álbum, sobretodo a la batería. Digo yo que será difícil mezclar tantas capas de sonido… pero oiga, un poco de nitidez nunca viene mal.

La siguiente apuesta, «Twilight of the Gods» es uno de los momentos del álbum en que podemos ponernos algo nostálgicos. La caña y velocidad general y el estribillo, identificable y pegadizo, nos hace pensar que debe ser el single. En efecto, lo es.

La siguiente «Prophecies» nos ofrece al principio un teclado muy interesante y sencillo, pero pronto cava y deja relucir su auténtica profundidad, un foso de melodías a cual más cuidada. Y desde luego, por muchos coros majestuosos que intenten superar a Hansi, él solito puede con todos. La brutalidad y aspereza fuertemente contrastada con su insólito y melódico tono la hacen una baza ganadora. Por supuesto, la composición gira también en torno a las melodías de guitarra.

En «At the Edge of Time», titulada como su álbum anterior, la orquesta retoma la batuta, apoyando con su épica un tema en el que vuelven a relucir los cambios de ritmo, tan estrechamente hilados como si formaran parte de un todo, y en «Ashes of Eternity» el trabajo pesado recae en la base rítmica, con un ambiente oscuro y agresivo (que se rompe en un estribillo alegre), pero que no deja de lado el estilo complejo y progresivo.

Y nueva vuelta power-nostálgico-acerosa con «The Holy Grial», con riffazos y doble bombo como marca el señor, y unos coros que le hacen justicia a la voz de Hansi, y le encajan como lápiz en sacapuntas, sino mirad como lo elevan en el estribillo. En «The Throne» vuelve el sinfonismo marcando el ambiente oscuro, donde a decir verdad, compensa bastante bien a la electricidad guitarrera.

Melancolía y oscuridad vuelven a relucir en «Sacred Mind», una composición que mantiene la temática tenebrosa durante todo su metraje, hasta en el estribillo, que por suerte no rompe con el sentimiento general de la canción. Contrastando con esto, la bellísima «Miracle Machine» podría considerarse como un bicho raro. Porque menudo cambio. Una balada sencillita y amena encajada entre tanta pomposidad y complejidad a su alrededor. Aún así, un respiro como este era necesario.

Si creíais que la canción más larga, y por ende la más épica, había venido al principio, os equivocáis. La más épica es la final, «Grand Parade», que como nota curiosa, tiene exactamente la misma duración que la primera. Mismas características entonces, y un ensalzamiento de todo lo que hemos encontrado en el disco. Y es que está bien acabar como se empieza, aunque una canción tan larga después de lo que llevamos pueda sentar como una patada en el culo.

¿Seguís ahí? Menudo viajecito. Lo he dicho, pero lo repito, que hay que concluir de algún modo. Un álbum difícil de escuchar, muy progresivo y orquestal, trabajado hasta la médula y de una complejidad sorprendente. Ligera decepción al principio, pues esperaba que los astros hubiesen estado más atinados, además que su falta de dureza me sorprendió dado que tenían pensado sacar otro álbum orquestado para este mismo año, pero cuando le pillé el punto no pude dejar de escucharlo. Podría convertirse en uno de los mejores de 2015 perfectamente.

Aquí acabo, ahora os toca a vosotros atravesar el espejo, escuchar la profecía que presagia el crepúsculo de los Dioses, y cabalgar sobre las nueve olas hacia el borde del tiempo para haceros con el sagrado grial.

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