Pues estaba el otro día escuchando el nuevo de Symphony X, el “Underworld”, y joder, que pasada, y digo, oye… voy a reseñarlo… y aquí estoy. ¿Qué? Empezar una reseña es difícil, y yo no soy un Azorín en potencia, así que vamos al grano, que mejor que falte, que no que sobre… ¿o era al revés?
Nuevo álbum de Symphony X, nueva victoria de Symphony X, y aquí estamos sus fans esperando ya el siguiente, y así hasta que el ciclo de este universo, o la vida de la banda llegue a su fin. Porque si hay algo indefectible, es que las huestes de Michael Romeo nunca han sacado una patata, y siempre se han mantenido en los cielos progresivos, donde la gloria es escasa, pero la calidad es inabarcable. Su palabra es ley, Él habla, nosotros escuchamos. ¿Qué sacamos de esto? Pues que hacer la pelota se me da mejor que empezar reseñas.
Esta vez, la inspiración ha venido de la manita de Dante Alighieri y su Divina Comedia, en concreto del infierno, como se puede comprobar ya de entrada con los círculos de la portada, que representan los 9 círculos del Infierno de Dante, y nos encontramos con una obra que, si bien, por supuesto, no llega a superar a sus más divinos trabajos, tales como «The Divine Wings of Tragedy» o «The Odyssey», sí llega a equipararse con sus últimos trabajos, «Paradise Lost» e «Iconoclast», con una producción moderna, ideas bien trabajadas y melodías de aupa.
Comenzamos con la obertura, o más bien la saltamos, porque tampoco tiene mucha chicha. Es la típica introducción sinfónica con coros, similar a la de aquel preludio de su «New Mythology Suite» o a «Oculus ex Inferni» del «Paradise Lost», pero sin llegar a su nivel. Pero qué importa una obertura, lo bueno está por llegar. Mira, aquí viene, «Nevermore» abre de verdad el disco, power abrasivo y lleno de energía donde se nos presenta a la banda en plena forma. Llama la atención ese estribillo tan melódico y elegante frente a tanto riferío, y el solo de Romeo también es canela fina.
¿Escaldados? Eso no es nada, el tema título «Underworld» hará leña del árbol caído y lacerará la poca carne incólume que os quede. Un tema brutal a lo «Inferno» del «Odyssey», donde el teclado de Pinella será más notorio y Rusell Allen sacará su voz más agresiva y rasgada, hasta el estribillo, donde vuelve la sensibilidad, como suele ser costumbre en muchas de sus canciones. ¡Contrastes!.
¿Vuestro tierno cuerpo no puede soportar tanto latigazo? Algo de relax y acusticismo con reservas tendremos en «Without You», que convence más cuando aumenta de intensidad en el solo. Y las ruedas cambian su giro en «Kiss of Fire», riffs poderosos, la batería de Rullo desgastándose por momentos, y coros y estribillos ominosos y espectaculares. Una nueva baza ganadora, y van ya…
«Charon» trae una ambientación egipcia que recuerda al «Stargazer» de Rainbow, y que Allen interpreta a la perfección. Por desgracia llega ahora el bache del álbum que se alargará durante tres canciones. «To Hell and Back», con sus 9 minutazos que solo convencen a ratos y se hacen un poco repetitivos y largos, y es raro porque sus canciones largas siempre son las que más me han llegado. La siguen «In My Darkest Hour» y «Run With the Devil», muy sencillas y parecidas ambas, la última con un estribillo para darles de collejas, pero bueno, nos tienen malacostumbrados. Aquí se acaba el bache y viene la remontada final.
Si «Without You» ya convencía, «Swansong» se convierte en la balada perfecta y la bajada de revoluciones que el álbum necesitaba, emocionante y con Allen saliéndose de los esquemas. Por su parte, «Legend» aporta el epicismo para cerrar con sobresaliente el álbum, con un duelo entre Romeo y Pinella para los restos y un estribillo que rompe las barreras y entra en otra dimensión. “The legend never dies!” Con temas así, seguro que no.
Pues bien, recopilando, un álbum atractivo, como siempre, con un sonido similar al de sus últimos trabajos, pero siempre con ideas nuevas y frescas, algún altibajo salvable, y directo al cajón de lo mejor del año. Cierro el cajón. Apago el ordenador. Me voy.
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