David Lee Roth – Eat ‘em and Smile

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Tras su esperada y fallida reunión después de 30 años, he pensado que este era un gran momento para dar a conocer -si hay alguien que no lo conoce aún- uno de los discos de rock más influyentes de la historia, y que, en sí mismo, marcó el final e inicio de una nueva época: por un lado, el final del añejo Van Halen con Dave como abanderado y, por otro lado, la profusión de un virtuosismo, ya no sólo de guitarra, llevado a un nuevo nivel con Steve Vai y Billy Sheehan.

La verdad es que es bastante deplorable que ante la cantidad de gente que se desplazó a Hollywood, al concierto en el Lucky Strike Live, se diera un aviso de alarma por fuego. Fuego que no llegó a existir y que, según la prensa, se piensa que fue intencionado como un enfado de algún fan que, ante lo diminuto de la sala, se quedó fuera, como otros tantos miles. No obstante, a pesar de haber sido la primera reunión de la formación al completo desde la disolución de la formación, hay muchos seguidores que hablan de un posible tour en las próximas semanas. ¿Quién sabe? Sin duda, sería una gran noticia para el mundo del rock en general.

«Eat ‘em and Smile» (o Sonrisa Salvaje en su versión española, que sí, existe, y con el pitch aumentado) tan sólo necesitó de 30 minutos de duración para eclipsar y comerse, literalmente, a Van Halen. Músicos que habían dado color a la generación rock de los 80 y que ahora formaban ya parte del pasado. Porque, nunca diré que Steve Vai es mejor guitarrista que Van Halen, pero su capacidad técnica, igual que la de Billy Sheehan sobre Michael Anthony, es bastante superior. Por no hablar de Gregg Bissonette, que ha acompañado a la batería, a varios artistas del rock instrumental posterior como Satriani.

Pero más que la técnica, es la desvergüenza acompañada de glamour de David Lee Roth la que lleva este disco a un nuevo nivel, con temas que se convirtieron en clásicos instantáneamente.

«Yankee Rose», una canción que se presenta por sí sola y que da comienzo al álbum. «Are you ready for the new sensation?» nos pregunta desenfrenadamente Dave Diamond, mientras los arreglos de Vai, muy en el estilo de Van Halen, van aumentando el calor hasta que la llama estalla en la siguiente y archiconocidísima canción.

Debo decir que esta canción me llevo a obsesionar en mis días de práctica continua de guitarra. ¿Pero qué decir de ella? «Shyboy» es una canción ya casi académica, porque ¿quién no la ha llegado a practicar en alguna de sus facetas? Tras unos redobles que allanan el terreno para lo que viene, la chispa prende fuego y nuestros altavoces arden con unos legatos endiablados de Vai y Sheehan, para dar paso a un tema rápido con un estribillo extremadamente pegadizo. ¿Se puede decir algo del solo de Vai? Tan sólo que es la antesala de lo que luego nos acostumbraría el maestro y, por qué no, nos demostraba que en aquella época ya había encontrado el punto G de la guitarra, si se entiende la expresión.

Me voy a permitir hablar un poco en términos sexuales, ya que está música está indudablemente influenciada por el pecado de la lujuria. ¿Por qué digo esto? Porque después del sexo salvaje de las dos anteriores canciones, ahora nos relajamos con «I’m Easy» un bluesazo de categoría. Nada más lejos de la verdad, pues David está rogando a su chica que le dé tema a ritmo sincopado.

Ahora sí, un tema nocturno, en el que uno se encuentra iluminado solamente por la lumbre de un cigarrillo, observando por la ventana el rumor de los coches y las serpeantes luces, en el bullicio de la noche. En «Ladies’ Nite in Buffalo?» Steve Vai da rienda suelta otra vez a su guitarra llevándonos a otro mundo y que, si no fuera por las palabras de Dave, podríamos olvidarnos perfectamente de la canción y pensar que es un tema instrumental de Vai, al que pocos años más tarde nos acostumbraría.

Y así llegamos a «Goin’ Crazy», el segundo hit del álbum, y que podría pasar por una canción cualquiera del hard rock ochentero. Además, sigue muy en la línea de «1984» de Van Halen, con gran protagonismo del sintetizador y, cómo no, deslumbrando con las actuaciones increíbles del dúo Vai/Sheehan, que es lo que, a mí parecer, hacen destacar más la canción.

Pues sí, David Lee Roth tiene los bemoles de coger «Tobacco Road», un clásico entre los clásicos del blues, y lo pasa de tuerca convirtiéndolo en una canción con la fuerza, energía e inestabilidad que sugiere una reacción nuclear, estallando con la guitarra Vai que aún resuena en mi cabeza tras tantísimos años de escucha.

«Elephant Gun» es otra de esas canciones típicas de la escena hard rock/glam del momento y, aunque sea anacrónico, me recuerda muchísimo a Extreme. Tras rastrear y analizar la zona, Billy Sheehan da paso al fusilamiento llevado a cabo por Vai, que como si de Rambo se tratara, estalla en nuestros oídos. Pura adrenalina. Mejor orgasmo.

«Big Trouble» es la única canción del disco que más se parece a una balada, si se puede llamar como tal. No obstante, me parece que la actuación de Vai en este corte es una de las más brillantes, y a la vez joven, de toda su carrera. Y eso es mucho decir, lo sé, pero es un solo exquisitamente bello y complejo a la par, cosa que no es tan fácil de encontrar en la música rock.

«Bump and Grind» es otra canción con un estilo más cercano al posterior funk de Extreme. Sin embargo, en mi opinión, carece de la fuerza de los temas anteriores.

Y para terminar,  no se puede tener más cara, que hacer una versión de un conocidísimo tema de Frank Sinatra: «That’s life». Sin embargo, Dave Diamond nos da una versión más divertida, desenfadada y con más cachondeo, dando así el colofón final al «Eat ‘em and Smile«.

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Como he dicho al principio, espero que se Dave se vuelva a reunir con Vai, Sheehan y Bissonnette, y nos deleiten en directo con estos enormes temas que, siendo una de las cosas que más me preocupan, es que pudieran pasar desapercibidos y las nuevas generaciones, sobre todo de guitarristas, no lleguen a saber de su existencia. En una palabra: imprescindible.


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