Por normal general, la convergencia de dos o más talentos suele tener como resultado un talento mucho mayor. Y esto es lo que pasó con Emerson, Lake and Palmer.
Emerson, Lake and Palmer (ELP, de ahora en adelante), al que perfectamente podríamos incluir en la categoría de rock progresivo, destacó no solo por su estructura básica (una batería, un bajo y un teclado) y las carreras previas de sus componentes, sino también por su forma de entender la música, como una especie de conexión entre el pasado y el futuro, entre lo “clásico” y folclórico, y lo moderno; entre lo precedente y lo innovador.
Por un lado, fijándonos en sus miembros, podemos ver que cada uno de los tres tuvo previamente experiencia en el mundo del progresivo:
Carl Frederick Kendall Palmer, batería, nacido en Birmingham en 1950, pasó fugazmente por The Crazy World of Arthur Brown y Atomic Rooster a finales de los sesenta. Tras su gran actividad musical en ELP, Palmer fue componente del grupo Asia.
Gregory Stuart Lake, bajista y vocal, nacido en Dorset en 1947, participó en un grupo llamado The Gods, fundado en 1965, en el cual estuvieron, entre otros, Mick Taylor (posteriormente miembro de The Rolling Stones) y John Glascock (el cual fue bajista del archiconocido Jethro Tull durante cuatro años). También Lake tuvo un corto pero intenso camino en el pionero King Crimson, uno de los primeros grupos de rock progresivo, con el que sacó a la luz el disco “In the Court of the Crimson King”.
Keith Noel Emerson, teclista y compositor, nacido en 1944, recogió influencias a lo largo de su vida de diferentes estilos musicales. En su juventud formó parte de un grupo llamado Gary Farr and the T-Bones, el cual interpretaba canciones de rythm & blues, y cuya fama local fue tal que llegaron a ser teloneros del bluesman T-Bone Walker en el Marquee Club (Londres), en el mismo sitio en que Emerson conoció, a mediados de los sesenta, al ya fallecido David Bowie. Posteriormente, se unió a la banda The Nice, conocida por su eclecticismo (música clásica, rock, jazz, blues…). Fue en esta etapa de su vida cuando tuvo sus primeros contactos con el órgano Hammond y, poco después, con el sintetizador moog.
Habiendo visto someramente el recorrido de los tres componentes antes de fundar ELP, comentaremos su homónimo disco debut: “Emerson, Lake and Palmer”, publicado en noviembre de 1970 en Reino Unido.
El álbum arranca con “The Barbarian«. Con un desafiante rugido nos da la bienvenida el bajo de Greg Lake, acompañado inmediatamente de la marcación rítmica de Carl Palmer a la batería, para luego escuchar las primeras notas del sintetizador de Keith Emerson. Durante los primeros segundos hay una especie de marcha macabra, un sonido verdaderamente nuevo para su época. El minuto 2:00, aproximadamente, se nos presenta con una progresión de estructuras al teclado un tanto extrañas, una batería que cada vez incrementa más en potencia, y la escalera ascendente creada por Emerson en el minuto 2:43 nos lleva hasta un poderoso gong, volviendo así a la dinámica principal de la canción, aunque con el triple de energía que antes. Finalmente, al inicio del cuarto minuto se crea una conjunción del bajo de fondo, del teclado marcando el ritmo y de la batería dominando por encima de todo, culminando esta canción con una explosión que nos deja con la boca abierta. Cabe añadir que «The Barbarian» es una adaptación al estilo progresivo de “Allegro barbaro, BB63 (Sz. 49)”, un fragmento de una pieza compuesta en 1911 por Béla Bartók.
El rasgueo de las cuerdas de un piano con una púa nos introduce a una atmósfera nostálgica, casi melancólica, de “Take a Pebble”. La letra de esta composición está llena de simbolismos sobre el tiempo, la tristeza, el amor, la esperanza y el desasosiego. Tras dos compases introductorios la batería se deja percibir a través de sus platillos, mientras el bajo le da profundidad. Y entonces, en el segundo 00:44, escuchamos la voz de Greg, suave los dos primeros versos de cada estrofa, y firme en los dos últimos. Cabe señalar el efecto ascendente y descendente del piano de Keith en esta parte.
La dinámica de “Take a Pebble” cambia radicalmente a partir del minuto 3:35, aproximadamente, escuchando un pequeño fragmento de influencia folclórica (gorjeo de una guitarra acústica, palmas marcando el ritmo…). Continúa el piano a partir del minuto 6:25, dándose a sí mismo un patrón rítmico continuo. A partir de aquí comprobamos que Keith Emerson es, sin lugar a dudas, uno de los mejores teclistas que ha dado el rock progresivo (desde mi punto de vista, el mejor). Finalmente, se unen, de nuevo, batería y bajo, siguiendo una dinámica acelerada, decreciendo luego en intensidad, dejando de nuevo solo al piano (escúchese con mucha atención desde el minuto 10:40) y, finalmente, vuelve de nuevo la voz de Greg y la rítmica inicial de la canción, la cual muere de forma muy sutil a partir del minuto 12:18.
“Knife-Edge” es, junto con “The Barbarian”, la canción del disco que más locura y desenfreno transmite, tanto por su letra como por su ejecución. Respecto a lo primero podemos perfectamente entresacar una intensa desesperación, una oscura demencia, incluso un peligro latente, materializado todo ello en expresiones como “Only fear breaks the silence”, “Take a look down at the madness” o “If they take us they will burn us”. “Knife Edge” tampoco nació originalmente de ELP, sino que es una adaptación de una pieza musical llamada “Sinfonietta”, compuesta en el año 1926 por el músico y compositor checo Leo Eugen Janácek. Y por si fuera poco, como homenaje a su profunda admiración por la música clásica, tiene integrado un pasaje de la «Suite Francesa en Re Menor» de Johann Sebastian Bach.
El nombre de “The Three Fates” hace referencia a tres deidades presentes en la mitología de diversas culturas. La civilización romana les daban el nombre de Parcae, mientras que los griegos se referían a ellas como Moirai (las “Moiras”). La composición de ocho minutos se encuentra dividida en tres partes, correspondientes a cada una de las Moiras. La primera parte nos muestra un fuerte predominio del órgano de tubos, transmitiendo a través del aire una sensación de grandeza, de sacralidad y de intensa dicha. A partir del minuto 1:50 el órgano desaparece, dejando paso a un piano muy enérgico, que varía a lo largo de esta segunda parte en tono, ritmo e intensidad. Estos cambios y piruetas pianísticas dibujan el paso de la vida, las vivencias de una persona. En el minuto 4:31 hay una especie de transición en la que interviene de nuevo el órgano, dando paso inmediatamente a la tercera parte en el minuto 4:51, donde nos damos cuenta que la vida se agota, y que, independientemente de la forma en que lo haga, siempre será con el mismo resultado final: la moira Atropos cortará el hilo, poniendo fin a nuestra existencia.
En “Tank” nos dan la bienvenida un ritmo palmeriano y unas notas de bajo de Lake, antes de entrar Emerson con un clavinet (una especie de clavicordio eléctrico). Sin duda, a lo largo de esta pieza (y, sobre todo, en el solo desde el minuto 2:00 hasta el minuto 4:10) podemos apreciar perfectamente la tremenda capacidad de Carl Palmer para marcar ritmos y para hacer explosionar la batería con una energía característica de la juventud (no olvidemos que Palmer tenía tan solo 20 años cuando se publicó el primer disco de ELP en 1970).
Hay quien dice que en las cosas sencillas está la grandeza… y en este caso no se equivoca. En “Lucky Man” algunos podrán argüir que la rima de la letra es muy simple, otros que la temática no es del todo original (lo cual no comparto), o incluso que no hay suficiente técnica en las manos de Greg. Podrán adoptar el papel de Risto Mejide, y hacerse los duros mientras tiran dardos envenenados. Pero las personas que realmente piensan esto es que no han entendido nada de Emerson, Lake and Palmer.
El disco “Emerson, Lake and Palmer” constituyó la plataforma de lanzamiento de este supergrupo, tanto por ser una de las mejores bandas de progresivo que la historia del rock ha dado, como por haber culminado en esta maravillosa canción, relatándonos una historia en la que un hombre lo tenía todo, aunque su destino era morir en una cruel guerra, perdiéndolo todo. “Lucky Man” fueron las dos guerras mundiales. “Lucky Man” fue las guerras en las cuales se inmiscuyó Estados Unidos. “Lucky Man” fue nuestra desgraciada Guerra Civil. “Lucky Man” fue una generación, fueron los setenta. Fueron, son y serán todas aquellas personas que, al escuchar la voz de Greg y su guitarra acústica, se sobrecojan de emoción y sientan nostalgia de una época pasada en la que la música se respetaba y se reinventaba.
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