Muchos pensarán, y con razón, que en este blog estamos obsesionados con Steven Wilson. No lo negamos, pero tampoco podemos dejar pasar la oportunidad de revisar los últimos trabajos de uno de los que han revitalizado la escena prog en la modernidad del siglo XXI, trayendo, como vientos de primavera, las semillas que germinaron en esta música tan alejada, y a la vez tan cercana, al rock convencional.
«4 ½«, un disco a caballo del anterior «Hand.Cannot.Erase.» y su próximo álbum, se postula como mini-álbum con una duración de 37 minutos, que hila temática y musicalmente las 6 canciones que lo componen, canciones que se rescatan de varias sesiones de grabación en la producción de diversos álbumes anteriores.
«My Book of Regrets«, primer tema de «4 ½», es un tema muy al estilo del Wilson actual. Misterioso, se escapa hacia un estribillo rápido, para dejar vagar nuestra mirada y nuestra mente mientras el coche sigue circulando por las calles de Londres. Entre estos pensamientos de divagación aparecen las melodías de los teclados y la guitarra eléctrica, quienes encarnados por Adam Holzman y Dave Kilminster respectivamente, llevan el viaje musical a un éxtasis que parece querer evolucionar y rememorar al dramático estribillo de «The Pin Drop«, de su tercer álbum. Sin embargo, el tema traspasa el umbral de lo enigmático y se dirige hacia las tierras de los Camel de «Mirage». Una verdadera delicia, la auténtica expresión de la música progresiva, la transformación de unas líneas vagas y simples en un inicio, a una verdadera catarsis musical.
La segunda canción, «The Year of the Plague«, fue una de las ideas que se originaron durante la producción del álbum «The Raven That Refused to Sing«, y que como tal contiene la misma aura mística que envuelve al disco. El año de la plaga, o la desolación de la misma como sugieren la tranquilidad y la calma de las notas, que nos inspira un escenario de almas perdidas en un paisaje gris. Una mirada al devenir de obras como La Máscara de la Muerte Roja de Edgar Allan Poe, que estoy seguro que también influyó a Steven Wilson en la producción de las canciones-cuento del álbum mencionado, o a El Triunfo de la Muerte de Pieter Brueghel El Viejo. Una canción que, si bien puede pasar desapercibida, funciona de antesala excepcional al siguiente tema.
«Happiness III«, tercer corte del «4 ½», es una de esas canciones que, a pesar de tener un corte bastante pop (e incluso britpop, me atrevería a decir), rememoran el estilo más personal de Steven Wilson. Una nueva «Trains», «Lazarus» o «Happy Returns» cuya atmósfera de sosiego logra funcionar muy bien en esta parte del disco. Además, es una de las canciones que más le ha costado componer ya que, le ha llevado más de 10 años darle forma, fruto del carácter perfeccionista y del buen gusto de Wilson. Con un estribillo muy catchy, Happiness III me hace pensar en por qué no debería estar sonando en las emisoras pop-rock del momento. Y no me da vergüenza decirlo, para mí forma a pasar parte de mis canciones favoritas de Steven Wilson, único en saber generar emoción, complejidad y volumen a partir de lo que aparentemente parece simple.
La cuarta canción, «Sunday Rain Sets In», es otra de los instrumentales que genera ese desasosiego característico del álbum «Grace for Drowning«. Como siempre, Steven Wilson, nos pinta una escena de reflexión, de melancolía y tristeza, en un domingo lluvioso que, junto a unos sonidos más jazzy que aporta el reverb de la guitarra, rompen ante una dramática y súbita tormenta que lleva al desconcierto que se siente al tener que iluminarse por la luz de una vela.
«Vermillioncore«, muy cercana al sonido de Porcupine Tree, con un tono bastante oscuro, que nos lleva a un riff muy adictivo acompañado de la certera y muy trabajada batería de Craig Bundell. Una canción rápida y heavy que hace que nos hierva la sangre y que hace que nos dejemos llevar por la fuerza y la pasión que desprende.
Por último, «Don’t Hate Me«, un remake del clásico tema de Porcupine Tree del «Stupid Dream» del año 1999, se convierte en el broche de oro de este semialbum. Si bien, en esencia es el mismo tema, la voz de Ninet Yateb, quién ya contribuyó en su álbum anterior y quien gira en estos momentos con Wilson, añade un melodramatismo que a veces desgarra y otras te hace sentir frío. En mi opinión me ocurre como con «Routine», algo no me acaba de cuadrar; quizás es el carácter más indie o descarado de Ninet, que define más su trayectoria musical, el que hace que su voz no acabe de encajar, aunque esto es tan sólo mi humilde opinión.
Como conclusión, el álbum o semi-álbum «4 ½«, me parece que se queda en un limbo en la carrera de Wilson. Porque ni es un álbum ni es un EP y, a pesar de que la mitad de las canciones destacan sobre el resto, las demás carecen de la profundidad que temas del mismo estilo han tenido a lo largo de la carrera de Wilson. Por otro lado, me parece profundamente injusto que el semi-álbum se venda como álbum, costando el mismo precio que sus anteriores producciones en CD, y creo que habría sido más justo y oportuno lanzar un EP o una Edición Limitada del Hand.Cannot.Erase. En definitiva, un disco parcialmente prescindible que no nos muestra apenas nada nuevo que ya hayamos escuchado, y que, a pesar de esta epimedia buenista hacia Steven Wilson, es un deleite para los oídos de sus seguidores.
2 respuestas a “Steven Wilson – 4 ½”