Dream Theater actualizó noticias sobre su nuevo disco allá por noviembre, lo que significó un gran revuelo en el mundo del metal progresivo. Por una parte, por el simple hecho de ser Dream Theater, una de las bandas más importante del prog y ya con tres décadas de andadura, lo cual impone lo suyo. Por otra parte, y teniendo en cuenta lo anterior, porque las noticias no podían ser más extrañas. Una página mostrando varios personajes y un mapa no presagiaban sino un disco conceptual rollo ópera power progresiva. Y uno se preguntaba: ¿a dónde piensan ir a estas alturas? ¿Saldrá algo potable o todo acabará como la enésima historia arquetípica de sociedad distópica y joven libertador aderezada con alguna trillada melodía épica?
La respuesta (al menos la mía) se encuentra aquí. Vamos a verla. Antes de nada decir que el álbum se divide en dos partes, con una duración total de vete a saber. Si queréis que precise, son dos horas y diez minutos. Peligroso, pero no adelantemos acontecimientos. Solo para quien viva en la inopia progresiva y no conozca nada de la banda, que sepa que está formada por James LaBrie al micro acompañado de su peculiar tono de voz, Jordan Rudess al teclado, John Petrucci a la guitarra y John Myung al bajo, los tres pudiendo ser comparados, en sus respectivos campos de acción, a lo que sería el mago Merlín a la hechicería, vamos, los putos amos. Por último, Mike Mangini a la batería desde hace unos cinco años en sustitución del gran Portnoy, cambio con el que muchos no han estado muy conformes, aunque yo no tengo quejas.
Dicho esto, aclararé que no voy a comentar ni de lejos todas las canciones una por una, porque dados los “taitantos” tracks en que se dividen ambos actos, ni yo tengo ganas de escribir una novela sobre el disco ni supongo que vosotros de leerla. Respecto a la historia, la originalidad parte de cero en el momento en que sabemos que la historia se basa en un imperio futurista, arte estrictamente controlado y músico salvador… casi acertamos con la predicción de antes, ¿sí? Vamos, una analogía muy forzada a lo Rush y su 2112, con los sacerdotes de Syrinx restringiendo todo bajo el sol, o a lo Fahrenheit 451 con la literatura.
Todo comienza con una introducción que apenas podría considerarse canción, «Descent of the Nomacs», o «Noise Machines», en la que se nos presenta mediante varios ruiditos disonantes a los curiosos artilugios “musicales” del futuro, seguida de la verdadera introducción instrumental, «Dystopian Overture». Curiosamente aquí se nos presenta de golpe la primera tara del álbum, que es la alarmante presencia de interludios, o canciones generalmente instrumentales que parecen incompletas y sin desarrollar. Pues eso, muchos interludios, y muy pocos, que es lo mismo. Está claro que en una obra tan larga tenía que haber respiros, pero sencillamente… ¿para qué hacerla tan larga?
Otro problema que veo en el álbum es la gran cantidad de baladas. No me importa que no haya mucho metal, y está claro que un álbum así pide momentos tranquilos y relajados que contrasten y den un sentido de enlace entre toda la historia, pero es que tanto momento lento y extremadamente pasteloso a lo que ayuda más bien es a lastrar bastante el trabajo. Las partes orquestales, eso sí, están muy conseguidas y consiguen dar ese sentimiento de unidad entre las canciones. No todas las canciones más lentas son taras, desde luego, y ahí tenemos por ejemplo “The Answer”, una de mis canciones preferidas, donde Gabriel, el protagonista, pese a sus dudas, comienza a pisparse de que es el puto amo y de que la gente le quiere. Más allá de la nube de mojigatería en las letras que parece rondar ominosamente sobre este y muchos temas, la canción es tierna, sencilla y directa, algo bastante alejado de los habituales estándares de la banda.
Más allá de la superpoblación de momentos azucarados o de elementos orquestales más propios de Broadway encontramos lo que podría considerarse como “la chicha” del álbum. O sea, las canciones que de verdad desarrollan la idea del disco. Habréis adivinado llegado esto que la música parece haber sido compuesta a partir de las letras, y no al revés, pero bueno… El caso es que las canciones contundentes no abundan en demasía, pero sí los momentos brillantes, ya que todas ellas tienen un sabor distinto, haciendo el disco bastante variado en lo que respecta a estas canciones más rápidas, tal y como prometía. De entre los grandes temas podemos poner como ejemplo el medio tiempo “A Better Life”, que comienza con la marcha de los soldados y un pasaje de cuerda, soltándonos de pronto una buena tralla marcial, con un ritmo atrapante y un LaBrie sintiendo lo que canta, y por suerte encontramos los primeros versos que no parecen escritos por un chaval de quince años, aunque aún no se libran de lo típico. “For many years I’ve seen our people starve and suffer. How many more will die before we stand and fight?”
El elemento experimental y la innovación, vamos, el prog en esencia, también se hace muy patente durante todo el larga duración, como puede ser en “Three Days”, que comienza con la manida intro instrumental de cuerda y LaBrie metido en la piel de Nafaryus, emperador y malo malísimo de turno, el cual, contrariado ante la tremenda osadía de Gabriel de usar su garganta para algo más que eructar, nos regala una de las mejores canciones, con cambios de ritmo impresionantes, algunos gratuitos y sin sentido pero realmente divertidos, y jugando con distintos estilos, como un ragtime a mitad de canción, o un breve swing de despedida, lo cual convierte estos tres minutos directamente en los más sorprendentes de lo que he escuchado este año. A todo esto, cabe decir que LaBrie interpreta la friolera de ocho personajes, y no, su timbre no da para tal variedad, pero en general se las apaña bastante bien, como puede ser con el caso de la interpretación de Nafaryus. Por otro lado, entre las canciones más progresivas encontramos “A New Beginning”, combinando partes alegres y oscuras, tranquis y heavys, riffs y cambios de ritmo de vértigo, y todo lo que DT saben hacer como nadie.
Todo lo que he dicho antes, pese a que solo he dado ejemplos de canciones del primer acto, puede aplicarse a ambos actos por igual, ya que no hay cambios sustanciales. Momentos geniales (como la oscura e hipnótica “The Path that Divide Us”, o la folkie “Hymn of a Thousand Voices”) seguidos por algún que otro relleno (“Whispers on the Wind” o “Our New World”) que, si hubiese sido eliminado, podría haber dado lugar a un disco mucho más digerible, todo ello aderezado con alguna que otra balada más, y es que son muchas, siento repetirme. Ahí están, por ejemplo, “Begin Again” o “Losing Faith”, que por muy bonitas que sean, se sienten como simples artilugios para alargar más la duración, incluso recurriendo a ideas y melodías de canciones anteriores (último problema), algo que ocurre en varias ocasiones. Esto se ve mucho más claro en la última canción, “Astonishing”, que junta melodías de aquí y allá para crear una especie de final/resumen. Un final/resumen, al fin y al cabo, y después de dos horas, completamente innecesario.
Ahora que hemos recorrido este largo camino (cómo me gusta recalcar lo de largo, ¿verdad?), resumamos lo que tenemos. Un disco de claroscuros. Un disco arriesgado, pues ya a sus años (no hay que olvidar que la mayoría ya pasan la cincuentena, e incluso Rudess ya va por los sesenta) hacer un álbum de prog rock/metal con historieta de ciencia ficción es poner toda la tierna y dulce chicha en el asador, pero que por otra parte supone un soplo de aire fresco frente a sus últimos álbumes, con canciones variadas e interesantes. Creo yo que solo el tiempo dirá cuán bien o mal parado sale la nueva opereta de los DT. Por mi parte, he dicho todo lo que tenía que decir. Os toca.
Una respuesta a “Dream Theater – The Astonishing”