Roger Waters – Amused to death

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Tengo que reconocerlo: siempre se me hace raro acercarme a las producciones en solitario de miembros de grandes bandas. Pero siempre que lo he hecho me he encontrado con un material, si bien no superior, al menos a la misma altura de las joyas más elevadas de la banda en conjunto.

Esta vez le toca a Roger Waters, uno de los más conocidos, y a la vez más olvidados, músicos de la música contemporánea, frontman de la estelar banda Pink Floyd durante más de 20 años. Como bien es sabido, las constantes disputas con David Gilmour sobre el liderazgo y el estilo a seguir, desembocaron en que Waters abandonase el grupo para comenzar su carrera en solitario tras «The Final Cut«.

Y cuando uno piensa que Pink Floyd era lo más sublime que había escuchado, aparece la egregia figura de Waters, un tipo que lejos de hacer música por el mero arte de componer, genera una obra conceptual, mezclando música, poesía e imagen en un todo, como ya demostró en «The Wall«. Y ahí reside, en mi opinión, una de las principales diferencias con Gilmour, al profundizar mucho más en la psique y las relaciones humanas que componen el día a día de la sociedad occidental, de ahí la multitud de referencias a la cultura en forma de pequeñas citas, frases sueltas o sonidos que colorean la escucha de su música.

Así, «Amused to Death«, lanzado en 1992, convierte a Roger Waters en un moderno Aldous Huxley o Ray Bradbury que, preocupado por las cuestiones sociopolíticas, se dispone a retratarlas musicalmente de una forma satírica e irónica. Un disco que, tras más de 20 años de su lanzamiento, y su reedición en 2015, como los autores anteriormente mencionados, continúa siendo de total actualidad. Además ha sido ganador del Grammy al Mejor Álbum con un Sonido Envolvente en 2016.

El disco se compone de 14 temas, con varias canciones divididas en varias partes. En la producción del mismo Roger Waters se rodeó de músicos excepcionales como Patrick Leonard, Steve Lukather o Jeff Beck. Y es que Jeff Beck supo, en su momento, ocupar a la perfección el viaje auditivo al que David Gilmour nos embarcaba en el pasado. Como verdadero padre del virtuosismo de la guitarra moderna, aporta sus raíces blueseras y sus notas cantarinas a la mayor parte del disco.

Comenzando con “The Ballad of John Bill Hubbard”, nos adentramos en la odisea wateriana, un verdadero retrato de las penurias a las que se enfrentó el mencionado soldado, bajo una atmósfera armónica triste y melancólica que no hace más que describir la futilidad de la guerra, terminando con la voz de un niño que disfruta viendo la retransmisión de las matanzas en la TV, advirtiendo su indiferencia a la misma y proclamando que sólo es el visionado de la misma lo que le genera disfrute y diversión. Alguien vería aquí la irrupción de una juventud ciega e indiferente, que se pierde en los mundos virtuales de los juegos de guerra.

Continuando con “What God Wants”, la primera parte del tema se abre, con un aire fresco y bluesero, en el que Dios es el eje principal del tema, eje principal de las mayores contradicciones de la sociedad actual. Al mismo tiempo, los bends y double-stops de Jeff Beck nos atacan, nos zarandean, nos convulsionan, como las religiones han hecho con los impíos y los pecadores a lo largo de la historia.

Perfect Sense”, una balada que nos hace cerrar los ojos bajo el cielo estrellado de la canícula, con el sonido de los grillos en el fondo. Una oda a la vanidad del hombre. El susurro que se esconde tras las lágrimas, desgracias y calamidades que han provocado los gobiernos en forma de guerras y por dinero, verdaderos ejes vertebradores del siglo XX.

Siguiendo con el quinto tema del disco, se abre “The Bravery of Being Out of Range”, un tema más rockero y sosegado, con el que Waters ironiza sobre la mente del soldado en el campo de batalla.

Late Home Tonight” es uno de esos temas, muy en la línea de “Goodbye Blue Sky” de “The Wall”, donde un reivindicado y molesto Roger Waters, se queja del ritmo de vida actual, caracterizado por el reflejo de unas Ray Ban, las imágenes de guerra, los cánones del cuerpo perfecto femenino en revistas y la vuelta a casa de un piloto d guerra. Todo esto bajo una atmósfera relajada y de reflexión, acompañada por el tocar de unos arpegios de guitarra.

Too much Rope” es una imagen, desde otro ángulo distinto, de lo que gira alrededor nuestro. Con una sonoridad muy similar al The Wall, Roger Waters nos hace testigos de la grandeza de su música y sus palabras, bajo ese aire de seriedad y blues al mismo tiempo, que no hace más que servirse de él para darle un tono más sarcástico al tema.

Llegando al ecuador del disco vuelve de nuevo “What God Wants” con su segunda y tercera parte. Tanto lo que representa la letra de la canción como la música generan, en mi opinión, el punto más álgido y emotivo del álbum. Comenzando como un acto de protesta, el antiprofeta Roger Waters ataca contra Dios para así, en la siguiente parte, encontrarnos con nuestro alma gritando por la libertad. Un grito que se convierte en uno de los solos más conmovedores y espirituales de Jeff Beck, que nos obliga a cerrar los ojos y pensar en qué nos hemos convertido, en preguntarnos dónde reside nuestra humanidad y nuestra conciencia sobre el mundo, que ha quedado encerrada en un universo de pasión, vanidad y rutina autoimpuestos.

Watching TV”, con un estilo acústico al que ya nos acostumbraron Pink Floyd en el pasado con el “Animals” o “Wish You Were Here”, Roger Waters se sirve de una frialdad exquisita para criticar la forma en que los medios de comunicación retrataron ciertas protestas en China en 1989, un tema que, sin duda es de total actualidad. La televisión, o los medios de comunicación, verdaderos profetas de la realidad social en el siglo XXI. ¿Realmente habla de la muerte de una chica o de la muerte de la libertad?

La siguiente pieza, “Three Wishes” se destaca como una de las más maduras del disco y de la carrera de Waters; una canción cuyo dramatismo implícito es desgarrador cuando se presta atención a la letra: la concesión de tres deseos por el genio que, no son más que los gritos callados y reprimidos por los efectos de la guerra, de nuevo, lanzados a los cuatro vientos por la mano de Jeff Beck.

Acercándonos al final del álbum, “It’s a Miracle” se desgaja lentamente con unos acordes de sintetizador y los susurros de Roger. Una descripción de la orgía universal de “El Jardín de las Delicias”, un milagro, dice Waters, que la humanidad se haya civilizado. Civilización que describe demasiado ácidamente cómo para describirla aquí. De nuevo y, paradójicamente, parece hablarnos la voz de un Dios antiguo que se ríe de nuestro ímpetu en conseguir la perfección siendo seres imperfectos. Como toque final, el que fuera miembro de Pink Floyd descarga una lluvia de balas sobre Andrew Lloyd Webber, por haber plagiado una sección del “Echoes” para El Fantasma de la Ópera. Ingenioso. Vengativo. Desgarrador. Maravilloso.

Por último, “Amused to Death”, tema que da nombre al álbum es otra de esas baladas en tono mayor con armonías al que Roger Waters nos tiene ya acostumbrado. El broche final a un disco de pesadillas coloreadas por los mass media que nos deja en el cuerpo un cierto malestar, el mismo malestar que sentimos al contemplar los restos de una humanidad arrogante y ambiciosa en una buena obra de ciencia ficción.

Es por eso que Roger Waters se destaca como un autor de ciencia ficción del más alto nivel, lanzando estocadas de ideas y emociones con un lenguaje sencillo, sincero y directo. Algunos dicen que es podría haber sido el mejor álbum que Pink Floyd nunca lanzó. A mí me parece distinto. La música de Roger Waters es bastante más diferente a lo que Pink Floyd hizo en su momento. Su carácter más crudo y directo, pero a su vez más profundo y con un carácter más político, hace que la escucha de su música sea más compleja, paradójicamente. «Amused to Death» no es un disco de rock progresivo convencional; requiere ser escuchado en un momento de tranquilidad y silencio, cerrando los ojos y maravillándose ante la película sonora a la que vamos a asistir. Un álbum que debería estar en las listas de álbumes top y que, sin embargo, pasa un tanto desapercibido, como tantísimas obras que, al final, resultan ser verdaderas obras maestras.

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