Dentro de nuestro ecléctico estilo del blog, esta vez me obligo a hacerlo virar hacia el río Mississippi y aguas arriba. «Blues of Desperation«, el 12º disco de Joe Bonamassa, uno de los bluesmen más reputados del panorama actual, se convierte en otro de esos discos que sus seguidores escuchamos mil y una vez.
Tal vez es porque los que entendemos lo que significa el blues nos identificamos plenamente con parte de su música. A veces, cuesta una vida entera llegar a entenderlo y, a veces, una única canción nos catapulta a esos rincones tan oscuros del alma, llenos de lágrimas y desazón para, más tarde, emerger con una sonrisa, un slide y una guitarra, para reírnos hasta del mismísimo diablo.
Porque hay quien diría que el blues es como una religión, y Joe Bonamassa un profeta moderno. Lo cierto es que Bonamassa, lejos de ser un bluesman puro, es uno de los guitarristas más polifacéticos del momento. Aunque dedicando la mayor parte de su talento a este género y sus derivados más directos, también ha tenido acercamientos al progresivo/hard rock con Black Country Communion y a la world-music como en algunos temas del «Black Rock» o del «The Ballad of John Henry«, obra magna, sin duda.
Trenes, ríos, montañas, corazones rotos, soledad, coches y blues, temas proverbiales que abundan en toda la discografía de Bonamassa, vuelven a estar al pie del cañón en este álbum, de nuevo siguiendo la estela de su predecesor «Different Shades of Blues» dejando los covers de lado y centrándose únicamente en la faceta compositiva. Lo cierto es que el resultado sigue teniendo la misma calidad que lo anterior, sin embargo, es mucho más crudo, más serio, más pesado, más rock-blues que blues-rock si se entiende la analogía.
Se da la señal y el tren sale. Un guitarrazo y una batería que nos recuerda al traqueteo rítmico de los trenes por los raíles. «This Train» es un tema rockero muy alegre, sencillo, con un ritmo upbeat con pocas variaciones, que nos va llevando a las tierras de la desesperación.
«Mountain Climbing«, muy a lo «Ballad of John Henry«, es un tema duro que acerca a Bonamassa a terrenos más metálicos y escarpados. Sin embargo, es una canción que destila cierta sensibilidad y describe los problemas del porvenir de una vida cualquiera. “Ain’t no map to follow, just follow your own path”, y me parece oír a Antonio Machado por el fondo. «Mountain Climbing» es una de las canciones más cañeras y pegadizas del disco, por no mencionar la arrogancia que muestra Bonamassa hacia el rock y la música posterior en general, y que comparto: “It’s a hard rock bottom, there ain’t nothing down there but the blues”.
Olvidémonos de todo ahora, cojamos el coche y pongamos algunas viejas canciones de blues en esta noche oscura. «Drive» es una de las canciones más sencillas, directas, emotivas y tranquilas de la discografía de Bonamassa. Con ese toque swamp del trémolo de la Gretsch del 1954 y la solemnidad de un blues menor, Joe nos invita a realizar ese viaje nocturno para dejar las penas y las miserias de lado, junto a nuestra amada.
«No Place for the Lonely«, con un inicio que nos puede recordar a la atmósfera siciliana del El Padrino, es el tipo de canción que nunca falta en ningún disco de Joe Bonamassa. Un blues menor, pesado, que recuerda a Tom Waits y a Gary Moore, y que desemboca una orgía guitarrística de 8 minutos. Soberbia. Excelente.
Y si pensábamos que nos íbamos a librar de toda esta atmósfera lúgubre y caótica, ahora llegamos al tema que da nombre al álbum: «Blues of Desperation«. Parecida a «Mountain Climbing», Bonamassa nos zarandea con unos riffs desesperantes constantemente. Además, una de las marcas personales que diferencian a Bonamassa, es la inmersión de constantes innovaciones de sonido a una música basada en el blues. Por eso nos quedamos un poco de piedra al escuchar ese theremin a mitad de canción, o esa sitar con melodías más orientales que siguen a la harmonía principal. Un tema bastante pesado que se aleja del blues al que Joe nos tenía acostumbrado y nos acerca más hacia sonidos antiguos, como el de Black Country Communion.
Como dicen, después de la tormenta siempre llega la calma. «The Valley Runs Low«, una canción típica acústica-americana, con una letra graciosa y que resume la idiosincrasia musical y cultural del mundo rural de los Estados Unidos es la calma que necesitábamos.
«You left me Nothin’ but the Bill and the Blues«, es otra de esas canciones que nunca faltan en un disco de Bonamassa. Un blues mayor y rápido, más cercano al rock and roll, con una letra hilarante y con esa vibe de los grandes bluesman. Sin duda, una de las canciones que más me gustan de este disco, junto a ese solo que te golpea.
De nuevo, volvemos a la estación a esperar a ese tren que viene en la lejanía de la noche. «Distant Lonesome Train«, otro de esos temas rockeros firma de Bonamassa, es otra de mis canciones favoritas de esta pieza. Y creo que la razón es el todo. Quizás mi gusto heredado por los trenes, la sonoridad de la canción y esos sonidos del tren frenando y pasando por las traviesas, es pura delicia para los oídos. Y, por cierto, ¿alguien ha oído ese guiño a los Cazafantasmas a mitad de canción? Y, ¿ese solo tan a lo Hendrix con miles de toneladas de wah que van de un speaker al otro? Desde luego, una canción simple, transformada en una obra de categoría sublime.
Si comparamos el hueco que ocupa la siguiente canción con «Heartache Follows Wherever I Go» del anterior álbum con el siguiente podremos observar como casan a la perfección. «How Deep this River Runs«, ahora sí, repite una formula parecida. Una canción enérgica, con un estribillo punzante, vibrante y emotivo, que suena inconfundiblemente a Bonamassa.
«Livin’ Easy«, de no pasar por ser una canción escrita por Joe, pasaría por ser un cover más de Tom Waits. El típico blues jazzero de whisky en una mano y cigarrillo en la otra, que nos insta a vivir de una manera más sencilla, alejándonos todo lo que podamos del dinero y de las mujeres.
«What I’ve Known for a Very Long Time«, parece una rendición a BB King y a Clapton, tanto en armonía, voz, letras y forma de tocar. Una balada elegante y emotiva sobre el desamor, la resignación y la armonía posterior, todas ellas fases indelebles de lo que es sentir el blues.
«Blues of Desperation» se destaca como un disco en el que el propio Bonamassa afirma haber evolucionado, llegando incluso a redefinirse como músico. Y, en parte, es cierto; su forma de cantar ha variado, y ahora suena mucho más maduro y adulto; y, por otro lado, la forma de tocar se ha alejado de los runs pentatónicos á là Eric Johnson, para acercarse aún más al blues. Pero, a mi parecer, sigue usando las mismas fórmulas musicales en esencia, con algunas indagaciones y diferencias musicales en cada álbum. Por otro lado, si en el anterior disco primaban las tonalidades mayores y un sonido más vibrante y cercano, en este álbum nos encontramos un disco más sólido, rotundo y serio.
Una seriedad que, a mi parecer, destila visos de falta de creatividad. Porque seamos honestos, algunas canciones nos suenan como “y otra más” o “ésta ya le he escuchado anteriormente”. Lo cierto es que a mí me parece que Bonamassa ya innovó demasiado en el pasado y dejó el listón demasiado alto. Todos tenemos en mente temas como «Dust Bowl», «Slow Gin» o «The Ballad of John Henry». Y me parece que es difícil que Joe vuelva a producir temas de este calibre, sino se sale de esta atmósfera tan cargada y pesada, de riffs machacados y estructuras similares.
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