Esta semana damos un salto en el tiempo de casi medio siglo ya, ¿quién lo diría? Y sobre todo, resultando siempre tan actual y anacrónico el inicio del progresivo. Porque pensándolo bien, en un año cambió todo. Si en el 1965 los Beatles aún estaban con el «Help» y, más tarde, con el «Rubber Soul», lo que ocurrió en el cálido año del 1968 fue una revolución en todos los niveles sociales, culturales y artísticos del mundo occidental.
Y es que de existir una máquina del tiempo, tendría muy claro a qué fecha viajar: 1968, la columna de Orichalcum de la civilización actual. Un año en el que la Guerra de Vietnam llegó a un clímax brutal, donde la presión social, verdadera revolución que se estaba llevando a cabo en todo el mundo, y la nueva candidatura de Richard Nixon lograron que el armisticio llegara a su fin. Un panorama sociocultural candente, la muerte de Martin Luther King, las nuevas corrientes de pensamiento, los hippies y su música psicodélica que reinventaban, enturbiaban y mezclaban, como verdaderos alquimistas, las corrientes de blues, jazz y rock emergentes, creando sonidos absolutamente hipnóticos y sugerentes. Como fruto de esto se forman Led Zeppelin, Black Sabbath, Deep Purple, Rush, Yes y King Crimson, entre otros. Y, al mismo tiempo, se estrenan 2001: Odisea en el Espacio, El Planeta de los Simios, Los Muertos Vivientes o La Semilla del Diablo.
Y, cómo algunos postulan, en 1968 nació y se definió el rock progresivo y sinfónico de la mano de King Crimson y la Corte del Rey Carmesí («In the Court of the Crimson King«), un año después (aunque esto podría ser rebatido por el «Days of Future Passed» de The Moody Blues del año 1967, cuya estela musical siguió King Crimson). Con una agrupación original donde figuraban unos jovencísimos Greg Lake, Robert Fripp, Michael Giles, Ian McDonald y Peter Sinfield, ahora sí, la canción de esta semana «Epitaph» es un poema post-apocalíptico, con claras influencias románticas, de Blake y de autores de ciencia ficción como Philip K. Dick (Second Variety, Jon’s World) o las distopías más tempranas. Un poema, un tema críptico a la primera escucha, pero que encierra ese llanto, ese lamento, ese grito ante la idiocia humana. La voz de Lake, que nos embelesa y nos desgarra el alma, transportándonos a esos mundos, a esos laberintos de la mente que componen nuestra confusa realidad.
«Epitaph«, como la mayoría de temas del «In the Court of the Crimson King», es una canción oscura, triste y melancólica que, como su nombre indica, y también su instrumentación, recuerdan a una marcha fúnebre. Además, existe un perfecto equilibrio entre el melotrón, los teclados, los arreglos de Fripp y la voz de Greg Lake, cuyos silencios entre estrofas van aumentando más aún, si cabe, la emoción que sugiere el tema, para desembocar, sobre el minuto 4:00, en un valle de lágrimas, donde los arpegios de Robert Fripp se van confundiendo con la flauta de Ian McDonald para de nuevo volver al tema principal. Una canción mágica y aterradora a partes iguales.
Aún no puedo entender cómo no habíamos hablado de King Crimson en Spreading the Sound, si tal es la magnitud de lo que os acabo de contar. Aún, tampoco, puedo comprender cómo alguno de mis compañeros melómanos me tachan de antiguo y viejo cuando les hablo del año 1968 y de la escena prog de los 70. Pero para ellos, tengo una respuesta: La Teoría de los Grandes Hombres, de Thomas Carlyle. Que hubieran habido otros, es muy posible, pero la generación que empezó a engendrarse en el año 1968 es la que explica gran parte de la música que se escucha en este blog. Pero como Greg Lake canta, y aunque sea también el mío (y con mucho orgullo): Confussion will be my Epitaph.