
Le comentaba a un amigo que, de entre tanta música que he escuchado, pocos son los artistas que traspasan esa barrera, más allá de lo real e incorpóreo y logran conectan con lo más oculto y espiritual del ser humano. Y sinceramente, tras estar esperando más de dos horas para estar en primera fila y para volver a cerciorarme si estaba en lo cierto, sólo bastó una mirada, casi divina, para traspasar mi alma y caer a los pies de uno de los genios musicales más grandes de los últimos tiempos.
Y también es lógico; lo que hace un par de años vimos andiros, seruli y yo en Burjassot no tiene nada que ver con lo que pude disfrutar en la sala O2 Academy de la ciudad inglesa de Bristol. El ambiente, la forma de la sala y la acústica me obligaron a situarlo en el mejor concierto al que he asistido hasta el momento. Sin embargo, tampoco fue el tipo de concierto convencional de un guitarrista instrumental. Y es que el motivo es la celebración del 25 aniversario de su disco más famoso, revolucionario y que llegó a sentar las bases de la guitarra instrumental moderna: Passion & Warfare. (Cuidado, Spoilers ahead!)
Tras una hora de soundcheck, afinar instrumentos y comprobar pedales, se apaga la música y las luces. Una pantalla tras la batería empieza a mostrar un extracto de la película Crossroads, cuando Willie Brown reclama su alma al asistente del diablo, solucionándose todo en el duelo de guitarras entre Jack Butler (Steve Vai) y Eugene (Ralf Maccio). Dicho duelo comienza con lo que se convertiría en «Bad Horsie» y es así como Steve Vai salta al escenario con la indumentaria más insólita que he visto nunca, preludio de lo que nos íbamos a encontrar a lo largo de más de dos horas de concierto.

Tras romper el hielo de una manera escandalosa y pesada, con ese riff tan heavy acompañado del slide, el maestro comienza a jugar con el público y a alimentar nuestra sed musical con los double-stops de la archiconocida «The Crying Machine» cuyo ritmo funk y esa parte más calmada, cuyas dulces melodías resuenan como un oasis en mitad de un desierto, lo que nos anestesia y nos hace adentrar en ese mundo onírico creado por Vai. Y no, no nos deja respirar, con lo que el cambio de guitarra a la Ibanez modelo Stratocaster pintada por él mismo, nos golpea con «Gravity Storm», tema del último trabajo «Story of Light«, cuyos riffs hacen aflorar la rama más heavy y metalera de todo el público. Llegado a este punto, donde la adrenalina ya se ha apoderado del público, Vai decide optar por la serenidad, como antesala de lo que viene después, para emocionarnos con «Whispering a Prayer». Y es que algo de mí se ha quedado en ese momento que no puedo expresar: público y músicos nos convertimos en una sola alma, en un único susurro, en una canción de vida y amor.

Por fin, Steve Vai introduce la velada y lo que queda por llegar. Haciendo uso de la tecnología nos lleva en un viaje hacia el pasado a conocer los inicios de la leyenda. Un Steve Vai que teniendo éxito con Frank Zappa, arriesgó y pensó que era el final de su carrera la composición del «Passion & Warfare». Un disco cuya Expo de Sevilla en 1992, hito fundamental en la guitarra actual, fue la catapulta a la fama absoluta.
Brian May aparece en escena y la banda comienza con «Liberty», una de esas canciones que siempre he querido ver en directo, cuyo formato de himno nos hace sentir que estamos ante una entidad ultraterrenal. Y es que a pesar de llevar años sin escuchar el Passion, habiéndolo escuchado millones de veces (es uno de mis discos favoritos), mi cuerpo reaccionaba instintivamente a lo que estaba pasando. Escuchar «Erotic Nightmares«, ese riff tan rompedor y ese solo tan eléctrico y orgásmico es algo indescriptible. Redoble y sonidos dóricos, la bella «The Animal» entra en escena, tratando de dar aire puro y una atmósfera de tranquilidad al lugar. Una jugada maestra la que realiza Vai al cambiar la parte funk por una improvisación bluesera que nos desconcierta a todos. Pero yo lo estaba entendiendo perfectamente: eran los juegos preliminares que llevaban a otro de esos solos orgásmicos que te dejan sin aliento.

A continuación llega «Answers», uno de esos temas que rara vez suelen faltar en los conciertos de Vai. Una búsqueda, cuya respuesta es dada por Joe Satriani, quién se ofrece a mitad de canción y «en directo» a hacer una jam en torno a la canción. El éxtasis es ya total en la sala. Ahora el misterio se cierne sobre la sala con «The Riddle», una canción que, al igual que el resto del álbum, desprende una cantidad de hormonas tal, que logran despertar la líbido a todo el público, lo que hace que se entienda el significado de la canción. Un Steve Vai que juega con la guitarra a placer, golpeándola y chillando a las pastillas. Una rotura que se produce con la llegada al orgasmo del mismo Vai, del público y hasta de la propia guitarra, para luego gritar por la libertad y la justicia. Una genialidad tan excelsa que solo pudo ser compuesta por Stevie.
«Ballerina 12/24», una canción que rememora en cierta manera a Steve Howe y cuya serenidad, como la gracia de una nana, nos prepara, como viaje iniciático a lo que estamos apunto de asistir. «For the Love of God» nos hace estremecernos, como siempre, esta vez con el videoclip mostrado en el fondo, logrando conectar, aún más si cabe, con el alma de la canción. Llegados al ecuador del disco, y del concierto, toca el turno de «The Audience is Listening», también con el gracioso videoclip de fondo. Yo estaba ya preparado para el orgasmo musical del solo cuando de repente Steve Vai se gira y (lo que viene ya es de traca): ¡John Petrucci aparece en pantalla! Como antes hiciera Joe Satriani, Petrucci felicita a Vai por el 25 aniversario y juntos emprenden un duelo de guitarras para terminar la canción a dúo. Sin duda, la audiencia estaba mucho más que escuchando.

«I Would Love To» también viene acompañada del videoclip inicial y del esotérico Vai veinteañero. Una balada ochentera que también tenía muchísimas ganas de disfrutar en directo y que no defraudó en absoluto. Acompañándola se cierne «Blue Powder», otra balada mítica de Vai, cuya melodía final parece alargar hasta el infinito. «Greasy Kids Stuff», una de esas canciones upbeat, por las que cuyo estilo sería conocido en el futuro y que logra hacer saltar al público. Tras esta, se sigue «Alien Water Kiss», una de las canciones e impromptus más extraños de la carrera de Vai que no logra encajar del todo, a pesar de ser apoyado por un vídeoclip y una nave espacial. Pero siempre es, en esa búsqueda de equilibrio, donde todo parece cuadrar al final, logrando fluir con una harmonía perfecta a lo largo del concierto; la hermosa «Sisters» se desgaja como una puerta a la meditación, a acercarnos a escuchar el agua del arroyo en paz absoluta. Por último, «Love Secrets» canción cuya complejidad ha puesto siempre en guardia al propio Vai lo que ha llevado a no tocarla en directo hasta este Tour. Es una canción que han tenido que pasar más de un lustro para poder empezar a entenderla y cuya versión en directo me hizo comprender sobre aquellos secretos ocultos del amor.

Tras acabar de tocar el álbum íntegro, Steve Vai nos hace volver al pasado, a una de sus primeras actuaciones, teniendo 20 años, con Frank Zappa. «Stevie’s Spanking» se sucede del clásico «Build Me a Song» donde dos personas del público subieron a «ayudar» a Vai. Un cambio sútil frente a la anterior vez, ya que esta vez la interacción fue mayor con los fans, lo que casi le cuesta un disgusto al propio Vai, al proponer el ritmo de «Satch Boogie». Un momento de risas para la posteridad, sin duda. «Racing the World», otro de los temas de su último álbum de estudio, se desliza con agudeza e ingenio ante un público que todavía quiere más. Y como final, algo que no esperaba: «Taurus Bulba» y el final de la Fire Garden Suite con unos cosacos en pantalla que logran hacernos tocar el cielo.
Como opinión personal, basta decir que con el shock que llevaba cuando salí del escenario, mis pensamientos y emociones vagaban de un lado para otro. Sin embargo, ahora con la cabeza fría empiezo a dilucidar qué cosas faltaron y son mejorables en mi opinión. Para empezar, entiendo que tocar temas y melodías que representan otras facetas de Vai como el «Under It All» (Paint me Your Face), «The Moon and I» o «Tender Surrender» podrían haber desvirtuado lo que era el punto central de la velada, que era la celebración del aniversario del disco.

Pero hay dos cuestiones que no logro entender: por qué no hubo ninguna canción cantada (con la de repertorio vocal tan extraordinario que tiene) y por qué no tocó ningún tema del nuevo álbum «Modern Primitive«, que saldrá el próximo 24 de junio. En cuanto a esto último, esperaba que tocara «Lovely Elixir«, un tema místico y preternatural digno de escucha que me tiene atado desde que se publicó en Guitar World. Y la verdad es que es algo que es difícil de entender, siendo que la gira comenzó el 27 de mayo y el disco se publica al mes siguiente. Un fallo de marketing que habría llevado a una mayor venta del nuevo disco y que si no es por las noticias, apenas pasará por pena ni gloria.
Pero volviendo al concierto, la verdad es que uno siente mucha nostalgia ya al escribir estas líneas. A pesar de que habrían podido meter algunas voces pregrabadas en algunas canciones, como el final de «The Riddle«, lo cierto es que la rendición al álbum fue excelente, lo que yo dudaba de alguna manera por el paso de los años. También, la ya añeja Steve Vai Band compuesta por el bajista Philip Bynoe y el batería Jeremy Colson, cuyas influencias funkies logran una perfecta simbiosis con la admirable y precisa actuación de Dave Weiner a la guitarra rítmica. Tan solo hay una apreciación a la que cualquier fan podrá darse cuenta si va a verlo en concierto: a Steve Vai le encanta demasiado tocar la guitarra -a tenor de las infinitas improvisaciones al final de muchas canciones- y usarla como actor principal en cada uno de sus shows. Porque la interacción con el público es máxima, porque ya no sabemos si estamos en un concierto o en una película. Porque la leyenda es verdadera, porque la pasión y la guerra siempre arderán en el ser humano.
Fotos cortesía de Mike Evans y Iain Fox.
2 respuestas a “Crónica: Steve Vai – 25th Anniversary Tour, sala O2 Academy, Bristol, UK, 07/06/2016”