Recientemente he jugado a “Life is Strange” (2015), una aventura gráfica que se encuentra entre esa clase de obras que trascienden lo que la gente esperaría de un videojuego. Es una verdadera experiencia, una pieza de arte en la que todo cuenta, desde la atrapante historia y la profundidad de los personajes al arte gráfico, de los cuidados diálogos llenos de guiños a, por supuesto, la banda sonora. Conforme iba acabando cada uno de los cinco episodios en que se divide tenía cada vez más claro que iba a terminar desgranando aquí el soundtrack. Porque desde los cortes creados para ambientar los distintos escenarios al amplio catálogo de otros artistas que han incluido, todos valen su peso en oro.
Un argumento que gira en torno a la capacidad de Max de hacer retroceder el tiempo y así iniciar una carrera por cambiar lo inevitable no es más que una excusa para tratar lo realmente interesante: la forma en que nuestras decisiones moldean la realidad que nos rodea. Un tema tratado a estas alturas innumerables veces, pero que en “Life is Strange”, sin brillar por su originalidad, exponen con un gusto y personalidad muy notables. Amistades que trascienden el paso del tiempo, actos de crueldad sin razón de ser, una juventud que brilla por su superficialidad o, al contrario, por un prematuro cinismo. Y por supuesto la necesidad universal a ser comprendidos que anida en todos nosotros. Es un resumen de lo que encontraréis en el juego. Y si mientras escuchas una preciosa mezcla de folk, indie, electrónica y post-rock, os podéis imaginar el resultado. Me quedé muy sorprendido al descubrir que la canción que me oprimía el pecho en un momento destacable de la historia era de Mogwai… mucho nivel.
Desde el momento en que una confundida Max se pone los cascos y empiezas a disfrutar de la misma forma que ella de “To All You” de Syd Matters, es algo evidente que la música va a jugar un papel importante en el juego. Una delicada guitarra acústica acompaña la amable voz de Jonathan Morali mientras te vas familiarizando con los pasillos de Blackwell. Pero es que Mirali, además de haber contribuido con canciones de su banda, también es el que ha compuesto las piezas instrumentales de la banda sonora. La mayoría de cortes se mueven en esta clase de indie-folk, con un nivel sobresaliente en general. Pero hay momentos que destacan especialmente, como “Crosses” de Jose Gonzalez, la cual escuchamos también a través de los auriculares de Max mientras coge el autobús.
Alt-J aporta un tema enorme llamado “Something Good”, sencillez y buenas melodías de piano. Se nota que al concebir la banda sonora estaba claro que el repertorio tenía que brillar por su minimalismo, canciones con los recursos justos y necesarios, y por otro lado que tenían que ir directos a la fibra sensible del jugador. Y de la misma forma que las continuas referencias a la cultura popular (referencias a Doctor Who, Scott Pilgrim, Akira o Ursula K. Leguin por citar las primeras que se me ocurren) ayudan a darle una dimensión de realidad, es la música la que eleva el plano emocional. Al final del Episodio 3, es tan importante el punto al que te lleva la historia que “Kids Will Be Skeletons” de los citados Mogwai va desarrollándose conforme pasan las escenas al atardecer.
Hasta para ambientar la fiesta estereotipada organizada por los pijos del instituto muestran un gusto brutal. Me ha pasado en varios momentos del juego que me entraban ganas de parar y disfrutar de la música en lugar de continuar con la trama, y uno de ellos se dio con la sugerente “Got Well Son” de Breton de fondo. En la espectacular “The Sense of Me” de Mudflow, con su particular rock alternativo, dan la sensación de fusionar lo visto hasta ahora. Folk, indie y post-rock se dan la mano en dos minutos y medio bastante emocionantes.
Pero sin duda el mejor momento lo protagoniza “Spanish Sahara” de Foals, en la cinemática final cuando tomas la más difícil de las decisiones. Tranquilos, no pretendo haceros ningún spoiler. Pero la forma en que los casi 7 minutos de voz cargada de feeling, guitarras cristalinas con un excelente uso del delay y sus acoples y punteos de ensueño. Dios, la parte en la que entra el ritmo constante de batería y el tema solo crece y crece… “Spanish Sahara” hace el final todavía más mágico si cabe.
Respecto a los cortes instrumentales que ambientan los distintos escenarios del juego, como decía han sido compuestos por Jonathan Morali de Syd Matters (si, el nombre es un homenaje a Pink Floyd). Cortes ambientales con importante presencia de la guitarra acústica y atmósferas de teclado que se adaptan a la perfección. En todos los episodios hay determinados momentos en que Max puede sentarse y comparte sus pensamientos contigo mientras te dan una visión desde distintas perspectivas del lugar en el que te encuentras, siendo la música clave para completar la sensación de introspección.
Como decía al principio del artículo, jugar a “Life is Strange” es toda una experiencia. Es un círculo perfecto, cada detalle esta cuidado. Videojuegos así son los que demuestran que pueden considerarse perfectamente como arte. Si con este artículo no te he convencido para que le des una oportunidad, espero al menos haberlo hecho para que escuches la banda sonora, que es una colección de temas impresionante que se disfrutan igualmente. Pero si puedes juégalo y disfrutalo plenamente. «Life is Strange» deja huella.
3 respuestas a “Life is Strange, trascendiendo el tiempo y el espacio”