Tras haberme trasladado hasta Islandia el viernes pasado para hablaros sobre el viaje de Ólafur Arnalds con «Island Songs«, volvemos a desplazarnos hasta la lejana isla del norte para traeros más música extraída de sus místicos paisajes. Fue en 2014 cuando revisitando el «Mantiis» de Obsidian Kingdom, me di cuenta de que los barceloneses se encontraban de gira con una banda cuyo nombre despertó mi curiosidad: Sólstafir. Pertenecientes también a Season of Mist, mi primer pensamiento fue que serían una de las bandas de metal extremo que conforman el amplio catálogo del sello. Sin embargo, me sorprendí al descubrir que, por el contrario, se encuentran entre los bichos raros de la discográfica. «Unos Sigur Ros más pesados» o «¡Post-metal con banjo!» fueron algunos de mis primeros pensamientos. Al final «Ótta» terminó por ser uno de los discos que mas escuché ese año, y sin duda mi favorito, marcando un antes y un después.
Al año siguiente Sólstafir trajeron más novedades, pero en este caso nada deseadas. De manera similar al culebrón que viviríamos más adelante con la separación bastante conflictiva de Cynic, el batería de Sólstafir anunciaba que había sido expulsado de malas formas de la agrupación, iniciando así una serie de publicaciones contradictorias entre él y los demás miembros y parece que terminando en problemas legales respecto a los derechos sobre el grupo. Espectáculos así no hacen ningún bien al legado de cualquier banda, pero al final es mejor intentar que a los seguidores no nos manche lo que es realmente importante, la música.
Después de «Ótta» le siguió en mis reproducciones sin esperar demasiado su álbum doble «Svartir Sandar», el cual he disfrutado entero ampliamente, pero en particular la que es su canción más conocida, y con razón. «Fjara» representa uno de los mejores momentos de la discografía de los islandeses, uno de esos en que simplemente la magia termina por suceder, y dejan para la posteridad una verdadera joya de tema. Emotivo, épico, memorable. Sin embargo con los trabajos anteriores de la formación he tenido que ser algo más paciente. En particular con «Kold«, al cual me acerqué con las expectativas bastante altas por lo mucho que me había gustado su interpretación en KEXP de «Godess of the Ages», y que sin embargo se me hizo muy largo e insulso. Fue a base de escuchas posteriores que terminé por desgranarlo como correspondía y apreciarlo.
Además del citado tema que cierra el álbum, otro de mis favoritos de «Kold» es «Pale Rider«. Inicio delicado, guitarras enormes y evocadoras, sección rítmica simple pero sólida. Pasajes instrumentales largos que te sumergen en una atmósfera perfecta para su lugar de procedencia, imagen como banda y en este caso título del corte: unos jinetes de los inclementes desiertos de nieve y hielo. Un tema frenético e intenso, a la par que ensoñador. Un ejemplo perfecto de ese estilo único que define a Sólstafir