Sabaton – The Last Stand

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La guerra está terminando. Nuestras fuerzas han sido aniquiladas en múltiples frentes, y los pocos reductos restantes barridos y esparcidos a los cuatro vientos. La esperanza se ha perdido. Solo queda una opción. Hay que llamar a Sabaton, ellos sabrán qué hacer, y si ellos no pueden sacarnos las castañas ya podemos empezar a rezar… ahora que lo pienso, ¿por qué no habéis empezado a rezar antes? La guerra está perdida por vuestra culpa, no me lo puedo creer.

Sabaton son un escuadrón –un escuadrón metafórico– formado en Suecia a finales del siglo pasado que ha luchado y triunfado principalmente por sus canciones de heavy/power metal grandilocuente con letras de tinte bélico –sobre todo basadas en la seguna guerra mundial con honrosas excepciones como el “Carolus Rex”, que versa sobre el rey Carlos XII de Suecia– además de por la voz de su líder Joakim Brodén, que posee un tono áspero, opulento y muy personal. Así se han mantenido en primera fila sin apenas cambiar una fórmula que funciona y que les ha dado una fama inusitada.

Llegamos al 2016 y nos encontramos con que vuelven a sacar disco, tras una espera de poco más de dos años según indican los informes. Corta espera, diréis… la verdad es que ya están acostumbrados a entregar un álbum cada año o año y pico desde que sacaron su debut, así que raro no es. Y el problema que ya venían mostrando desde hace tiempo es que sus composiciones vienen a ser cada vez más simples si cabe, incluso copiando estructuras o melodías de anteriores canciones. Y sí, eso pasa aquí, y no, no voy a vender el rifle antes de desarmar a mi enemigo, o como se diga, así que toca analizar el disco.

Le damos al play y… ¡sorpresa! La segunda guerra mundial, que había regresado en el anterior álbum “Heroes”, ha vuelto a quedar atrás y ahora se centran en distintas batallas. Bien, parece interesante, adelante. “Sparta” abre con el típico sonido de sintetizador de la banda que todos conocemos de memoria junto a los ¡huh hah! de los 300. Joakim se muestra en plena forma, y junto a un ritmo marcial, comienza a cantar unas rimas que no desentonarían nada en la película, bueno, o en el comic… de hecho he pillado incluso algún guiño como “Tonight they dine in hell”. El estribillo está también muy conseguido con esos ¡hellas! guerreros. Muy bien, muy bien, fabuloso, un diez, bueno, un nueve, que hoy estoy rácano.

Last dying breath” cuenta con un riff más elaborado e interesante que desgraciadamente queda sepultado por los teclados –algo que lastrará mayormente el álbum–. El puente es majestuoso y el estribillo insulso, simplemente repitiendo lo del “last dying breath” junto al riff y los teclados que encontrábamos al comienzo, y el resto de la canción no es que sea nada del otro mundo, pero se aguanta por la épica de la letra, que narra la ardua defensa de los soldados serbios durante la primera guerra mundial. “Blood of Bannockburn” comienza con gaitas, unas guitarras desusadamente alegres y un teclado hammond que poco aporta salvo añadir un tono nuevo de teclado… aunque la verdad es que se agradece. El tema se hace demasiado alegre para lo que se espera de la temática –la guerra de independencia de Escocia– y no es para nada lo que se esperaría de una canción semejante… de una canción de Sabaton, vaya. Las líneas vocales son risueñas y la instrumentación luminosa. Incluso tenemos un mini solo de hammond. Desde luego me he llevado una buena sorpresa con esta canción. Tanto para bien como para mal, pero sorpresa al fin y al cabo.

Diary of an unknown soldier” es un pequeño paréntesis narrado muy original donde se crea la base rítmica a partir del sonido de cañones y ametralladoras, que enlaza con la siguiente “The Lost Battalion”, la cual añade, aparte de la mencionada base rítmica, un ambiente más pomposo –incluso alegre, aunque no hasta el extremo de “Blood of Bannockburn”, lo cual le quita algo de la seriedad que pretende– mediante el uso de elementos sinfónicos y unos coros sobreexagerados –no creo que esa palabra exista, pero para esto me vale–. La épica se intenta mantener en “Rorke’s Drift”, pero fracasa estrepitosamente. Os relataré a grandes rasgos el proceso de composición: “Eh, tengo una idea, plagiemos el riff de “Resist and Bite”, del «Heroes». Nadie se dará en cuenta”. Ejem… nadie se dará cuenta, ¿no? Una cosa es reciclar ideas y otra autoplagiarse descaradamente… un momento… bueno, no sé, es casi lo mismo. El caso es que la canción casi remonta después de ese momento de WTF del riff inicial, pero mejor olvidar el tema.

The Last Stand” comienza con los característicos teclados bélicos, y las amargas líneas vocales plasmando en nuestra mente imágenes de honor y gloria de la guardia suiza en defensa del papa durante el saqueo de roma. Gana la mano ese vicarismo histórico que tanto se esfuerzan en conseguir y por el que son tan reconocidos. El tema es potente a la vez que solemne y cuenta con uno de los mejores estribillos, solos y melodías, y de todo, oigan. «Deus vult«, ostia! En la siguiente “Hill 3234” encontramos un riff más interesante y trabajado con deje exótico, y en general eleva un poco el nivel de dureza y rebaja el azúcar conseguido por la aplastante masificación de los teclados.

«Shiroyama» sufre también de la tara que ya tenía «Blood of Bannockburn», sus alegres melodías que no pegan con el acontecimiento, –la rebelión Satsuma y su batalla final– en este caso relatando la historia de ese último asalto del vasto ejército imperial y la carga de las pocas decenas de samuráis rebeldes contra las ametralladoras gatling, aunque en este caso sin el valioso apoyo de Tom Cruise. Una de las canciones que mejor podían haberse currado en cuanto a temática acaba un tanto desaprovechada. El tema es entretenido y pegadizo, y la melodía vocal te hace meterte en situación, pero en general todo queda un poco simple. De “Winged Hussars” podríamos pasar directamente, pero hoy tengo ganas de escribir. Ideas recicladas de nuevo –esta vez de la canción homónima del “Art of War”, solo hay que escuchar el comienzo de ambas para pisparse– un estribillo escuchado mil veces y también reminiscente de esa canción y los teclados explotando en tu cara por si acaso estás tan profundamente sordo como para no oírlos. En serio, que recorten en el jodido teclado y suban las guitarras, ¿qué pueden perder?

Si no contamos con los bonus el álbum cierra con “The Last Battle” –y esta vez sí que estamos ante la última “Last”–, un nuevo alarde de teclados y melodías saltarinas y poderosas que retrata la pintoresca historia de la batalla del castillo de Itter, poco después del suicidio de Hitler, donde varias decenas de soldados estadounidenses y alemanes, junto a varias personalidades francesas –incluyendo algún primer ministro, lideres y comandantes que habían sido encarcelados allí– se enfrentaron y vencieron a un centenar de soldados de las SS que pasaban por la zona y no tenían otra cosa que hacer. La verdad es que le hace a uno reflexionar… tuvo que ser una jodienda haber sobrevivido a toda la guerra, ponerse a combatir en un miniasalto y morir justo un par de días antes del fin de la guerra. Hay que ver, no negaremos que los Sabaton son didácticos.

Llegan los dos bonus, “Camouflage”, una buena avalancha de acero a la vez potente y divertido que bien podía haber sustituido a alguno de los “quiero y puedo pero va a ser que no” que salpican el disco, y un cover técnicamente impecable de mis queridos Judas, “All Guns Blazing”, que consiguen trasladar a su terreno y queda extrañamente bien con la grave voz de Joakim y algún que otro detalle.

La artillería Sabatoniana ha hecho su trabajo. La infantería enemiga ha sido masacrada y sus tropas se retiran en desorden hasta sus campamentos de retaguardia. La nación podrá seguir viviendo en paz y yo podré irme de una vez a comer, que ya llevo con la gusa un buen rato. Eso ha sido todo por hoy, reclutas, un trabajo regulero con las típicas melodías a las que ya estamos acostumbrados, quizá demasiado acostumbrados… aunque oye, también estoy acostumbrado a dormir y no creo que sea algo malo. Pero como en todo, los excesos no son buenos, esperemos que sorprendan con algo en su siguiente álbum, que mejoren en términos compositivos y no se fijen tanto en el pasado. Rompan filas.


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