Si uno se pusiera meditabundo y reflexionara sobre la cantidad de versiones de “Las Cuatro Estaciones” de Vivaldi que se han hecho en el metal, la cifra que se deslizaría por nuestra mente sería capaz de opacar el número de la cuenta bancaria de Mario Conde y chamuscaría nuestras neuronas de forma fulminante. Luego, una pequeña búsqueda por Internet para asegurarse de las dimensiones del número colapsaría los servidores de todo el planeta. Supongo que, al fin y al cabo, no es para tanto, pero está claro que el mundo del metal siente predilección por nuestro barroco amigo.
El caso es que dichas versiones siempre suelen tener un mínimo de calidad, pero lo que tenemos aquí ya es otro nivel, al menos en cuanto a ambición. Mistheria, teclista, compositor y productor italiano, he de decir que un misterio para mí hasta ahora –así, así, con juegos de palabras de calidad–, es el artífice de este enorme tinglado, Vivaldi Metal Project, que reúne a más de cien músicos –y digo más de cien porque no me he puesto a contarlos, faltaría más– entre guitarristas, pongamos de ejemplo a mi adorado Chris Caffery (Savatage), el shredder Michael Angelo Batio o Victor Smolski (Rage), vocalistas como, por supuesto, el omnipresente Fabio Lione, Mar Boals –cuya ubicuidad también es notable–, o Rob Rock (Impelliteri), y alguna que otra sorpresa que me ha hecho saltar del sofá y caérseme el monóculo de la impresión, como el gran violinista eléctrico Mark Wood o el pianista Vitalij Kuprij de raíces clásicas a quien ya hacía casi un lustro que no escuchaba. ¿En qué se traduce esta gran cantidad de colaboradores, muchos de ellos encontrándose entre mis músicos favoritos? Pues en que estaba más contento que unas pascuas… ¿os parece poco?
Lo que me planteo hacer hoy es cambiar el formato habitual de reseña, tanto por mi bien como pro bono, pues analizar todas las canciones y su relación con la obra original requeriría un tiempo que podría utilizarse en actividades más productivas, como escribir esta chorrada de párrafo. A lo que voy, vamos a ver ahora las principales cualidades del álbum y sus semejanzas y diferencias respecto al concierto de Vivaldi, y después ya todo el mundo a casa y quien quiera darle un tiento pues se lo da. ¿Me explico? Vamos al ajo.
El álbum está dividido en 14 temas, dos de ellos originales –el primero, “Escape from Hell”, un tema que nos mete en el rollo del álbum, y el último, “Doomsday” que recopila el ambiente de la obra, e incluso incluye algunos fragmentos, y los entrega en un mejunje a modo de outro–, y completamente innecesarios –si estás haciendo una versión de «Las Cuatro Estaciones» cíñete a eso y no metas otra cosa, o al menos ponlo de bonus track–, y el resto de temas correspondientes cada uno a los distintos movimientos de la obra de Vivaldi (allegro, largo/adagio, allegro). Pero ojo al dato, que nadie espere una cover completa punto por punto y fiel, sino más bien una reinvención con partes compuestas para la ocasión y que se intercalan con las melodías de la obra original.
Lo primero que nos ataca directamente a la curiosidad tras empezar con la primavera son los cantantes. Pues sí, esto es un concierto para violín –bueno, en este caso para violín y guitarra eléctrica-, pero Misteria ha creído necesario añadirle un apartado lírico… y en mi opinión, funciona bastante bien. Sí, quizá se haga un tanto raro escuchar cantada una melodía que uno siempre ha escuchado interpretada por un instrumento, pero al final la calidad supera la ficción. Las letras están compuestas, al igual que los distintos arreglos, por varios de los colaboradores, lo que implica un mayor compromiso y un mejor resultado.
¿Qué más podemos decir? Los coros. Por supuesto, tampoco estaban presentes en la obra del maestro veneciano, pero hay que decir que es lo que más destaca en esta versión metálica, y es que suenan espectaculares y nunca suenan fuera de contexto. Las líneas de teclado y guitarras están también muy bien colocadas, sobre todo estas últimas, y la reinterpretación de la obra es, sino fiel al cien por cien, sí creativa. Pero no es oro todo lo que reluce, desde luego, el mayor fallo que le veo al trabajo es paradójicamente la gran cantidad de músicos. ¿Podíamos haber tenido el mismo resultado con muchas menos personas? Sí. Lo que se consigue así es que cada invitado brille poquísimo, incluyendo colaboraciones, por ejemplo en solos de guitarra, de poco más de diez segundos.
Una vez dicho esto y viendo que me estoy aburriendo hasta yo mismo, vamos con los mejores y peores momentos del álbum. Destacaré de la primavera el segundo movimiento y tercer track de este disco, “Vita”, que viene a ser la melodía más preciosa que podemos encontrar en «Las Cuatro Estaciones», interpretada de fábula por las guitarras y rompiendo luego de forma explosiva en poderosos coros y un intrincado compendio de metal neoclásico que sigue desarrollando la melodía y en el que podemos encontrar como punto álgido el solo de Chris Caffery y como punto bajo los berridos del cantante principal de la canción, Dimitar Belchev, que no pega para nada en semejante proyecto y que más que apasionarte te distrae de lo importante. No puedo sino mencionar también “Euphoria”, tercer movimiento de la primavera, donde esta vez sí las voces que cantan la melodía son completamente épicas y acertadas, no desentonan para nada, no hay más que ver el prodigioso dueto que forman los vocalistas en uno de los momentos álgidos (01:05) y como sustituyen a la perfección al violín.
Pasamos al verano, donde nos encontramos con el primer movimiento, aquí “Sun of God” y su calmado comienzo que sustituye el violín por el piano hasta que entran echando chispas las cuerdas y poco después la voz de Edu Falaschi (ex-Angra) –bonita sorpresa–, que da al tema un toque bastante oscuro y distinto del original, y poco después Nitza Oremort lo remata y lo convierte incluso en algo depresivo. Menudo veranito habrán tenido. Contamos, por cierto, con solos del ultrasónico Batio y de Mark Wood al violín eléctrico. Entre otros momentos del verano, destaca la intro de theremín –que al principio confundí con una voz humana, no estaba muy fino– en “Immortal Soul” y el magnífico y apasionado trabajo vocal durante toda la canción, o la aparición de Kuprij al piano en “Thunderstorm” para acompañar la metálicamente vertiginosa reinterpretación del tercer movimiento del verano.
Dado que el otoño es mi estación menos favorita, me refiero tanto al otoño real como al musical, vamos a pasar un poco de puntillas y mencionar “The Age of Dreams”, el primer movimiento, que probablemente será el contiene la melodía más reconocible y que está cuidado al detalle y complementado como siempre con composiciones propias de Mistheria tanto vocales como instrumentales que se acoplan perfectamente a los momentos clásicos, destacando sobre todo el duelo de solos final a violín, guitarra y teclado. También se sale el segundo movimiento, “Alchemy”, que es la versión que probablemente más difiere de la original, cambiada por completo de una calmada melodía de violín en la que uno podía imaginarse las hojas de los árboles mecidas por el viento a una especie de odisea neoclásica que conjuga momentos más movidos y agresivos con otros más místicos y sinfónicos.
Ahora sí, pasamos a mi momento favorito, el invierno, con momentazos como “The Meaning of Life” representando el primer movimiento, probablemente el más versionado en la historia del metal, con el añadido de la voz de Fabio Lione que he de admitir que casa con el rollo de la canción pero que, como siempre que lo escucho últimamente, se me hace un poco cansino y chirriante. “Grande Madre” acaba la obra por todo lo alto –mentira, falta «Doomsday», pero como no forma parte del concierto haremos como si no existiese–, un canto gregoriano abre el ambiente inhóspito al que se suma Ksenia Glonty a deleitarnos con su tono de soprano. El tema evoluciona hasta acabar en un allegro representando el peligro del deshielo, el final del invierno y el comienzo de un nuevo año.
Ya veis como metal y música clásica no están para nada lejos el uno de la otra. Hacía tiempo que quería traer algo como esto y por fin me he animado con algo actual. Ahora que he abierto la veda, quizá traiga algo más del mismo palo, esta vez del guitarrista de Accept Wolf Hoffmann, que se ha animado con un segundo disco de versiones de compositores clásicos. Hasta entonces disfrutad de la intensa, mágica y apasionada adaptación que nos trae el genial y recién descubierto Mistheria junto a su innumerable cohorte. Si alguien dudaba que Vivaldi fuera roquero en sus tiempos, que eche un vistazo por aquí. No lo era, pero casi.
Una respuesta a “Vivaldi Metal Project – The Four Seasons”