Devin Townsend Project – Transcendence

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Escuchar un nuevo disco de Devin Townsend es como comer un limón: te gusta el riesgo, te gustan las emociones y las sensaciones fuertes, y sabes que en cuanto le pegues un bocado… a ver, no… voy a probar otra vez. Escuchar un nuevo disco de Devin Townsend es como abrir una galletita de la fortuna: nunca sabes lo que vas a encontrar, pero sabes que siempre va a ser bueno. Aunque la galletita también puede traer alguna mala predicción. En fin, que a falta de una metáfora mejor, así se queda.

Devin Townsend Project es, si su nombre no engaña, un proyecto de Devin Townsend. Venga, ya tengo una frase más, ahora otra. El caso es que quedando ya lejos la Strapping Young Lad y sus furiosas descargas y haber acabado con The Devin Townsend Band, el hombre decidió que había que dar salida a su genio creativo antes de que se agriara, formando en el 2009 el proyecto en el que se encuentra en este momento, con seis álbumes –variando en temática y con distintos invitados– ya a sus espaldas que muestran su diversidad de estilos y su capacidad de sorprender a cada paso.

Este año, como arduo trabajador que es, nos trae un nuevo álbum que puede prometer y promete, y cumple, faltaría más. Nada de dobles álbumes como lo fue el “Ziltoid 2: Dark Matters”/“Sky Blue”, sino algo más normalito con lo que mantener la atención durante un tiempo apropiado –no incluyo la deluxe edition con tropecientas demos–. “Transcendence” se titulo el disco de marras, y si algo tiene es trascendencia… ala, qué bien traído, ¿verdad? Venga, en serio, olvidemos este párrafo y veamos porque las expectativas siempre se cumplen con nuestro lampiño amigo. Ah, pero antes, los acompañantes: Brian Wadell al bajo, Ryan Van Poederooyen a la batería, Dave Young a la guitarra y el anterior y Mike St-Jean a las teclas, cada uno ha tenido su espacio para componer, siendo este disco donde más han metido mano los músicos y no solo Devin. Y por supuesto no me olvidaría de la recurrente y queridísima, la única e inimitable, Anneke Van Giersbergen… aunque esto ya no es sorpresa.

The Truth”, extraña forma de empezar, versión de un tema del “Infinity” del 98 –digo extraña forma porque estas cosas se suelen dejar para el final– que suena bastante cambiada respecto a la producción pero con el mismo fondo. Atentos a esos fantásticos “money, money, money” –no me refiero a la canción de Abba–, te arreglan el día. Aleluya, hermanos. Realmente este remake debe estar aquí porque el álbum tiene un rollito de sus comienzos en solitario. Pero también de otros momentos de su carrera, ojo, como el “Epicloud”. Podríamos decir que hay mucha autobiografía aquí.

Stormbending” mete la chicha en la parrilla y nos deleita con uno de sus temas más sinceros y apasionantes hasta la fecha, donde podemos escucharle cantar después del fantástico solo a pleno pulmón y acompañado de los sempiternos coros tan epicloudianos ese “to your soul” e, incluso sin entender que nos quiere decir, saber inconscientemente que nos está comunicando algo que vale la pena escuchar. El caso es que entre estos dos primeros temas ya nos podemos hacer una idea del rollo que traerá el álbum, que a falta de una explicación más racional clasificaré como “metal sinfónico progresivo” y me quedaré tan ancho como… como algo muy ancho. Es por justificar un poco lo de poner etiquetas a los álbumes, pero vamos que no le hagáis mucho caso a esto.

Perdón por el parrafazo de antes. “Failure” es un tema que mezcla la crudeza del riff entrecortado con la magnanimidad y la pomposidad de las líneas vocales, que muestran su apogeo en el estribillo, uno de los más acertados en el disco… en serio, ¿cuántos días dedicará a crear esos coros? ¿Es posible que alguien pueda dañar el tejido espacio temporal al intentar averiguar el axioma que regula la creación y definición de tantas capas corales e instrumentales? ¿Y cuántas capas tienen en comparación con una cebolla? Todas ellas preguntas innecesarias. Se nota, por cierto, el gran protagonismo del resto de instrumentos, en este caso la guitarra en un solo apoteósico pero también la batería, y es que la composición esta vez como he dicho antes en algún momento impreciso de mi sermón, es compartida.

De nuevo, perdón por el parrafazo. Me centraré más e iré al punto. “Secret Sciences” cambia el sonido ambiental clásico por uno más liviano y un ritmo llevadero en el que la batería tiene mucho que decir. Momento destacado el solo muy en la onda del tema, místico y profundo, canela en rama. “Higher” es el momento extravagante –y el más largo– del álbum. No hay muchos, por lo visto, pero cuando se arranca, arrasa con cualquier cosa. Tenemos en el espectáculo para todos los gustos, desde un comienzo acústico por lo alto, pasando por momentos corísticos que te suben más “higher” todavía pero sin llegar a despegar del todo, más bien escalonadamente, hasta abrazar por fin las nubes con fuerza en una parte potentísimo y muy “Strapping”. Otra parte con más groove que el mismísimo infierno, vuelta a los coros, desenlace, y me voy que se hace tarde.

Stars” no es nada que sorprenda. Un tema con buenas melodías, pegadizo tanto vocal como instrumentalmente y con distintas partes que acaban formando un todo bastante majo pero no al nivel de otros gigantes que vemos por aquí. El tema título “Transcendence” tiene un tinte sentimental, épico y atmosférico con esos coros ecuménicos que podría actuar como despedida, pero de despedida nada, aún queda viaje. “Offer Your Light” es otro de los highlights absurdos con que Devin gusta bombardear nuestras mentes. Una melodía bailable de sintetizador será la base sobre la que se construya el tema. No es una mala canción, pero no me convence.

La recta final llega con el que es probablemente el tema más bello –y yo no usaría una palabra tan cursi en vano, solo en ocasiones que lo merecen– que ha hecho este señor. Sí, este señor calvo tan raro. “From the Heart” es… bueno, lo que he dicho antes. Delicadeza, elegancia y dulzura, una sublime mezcolanza de… joder me empalago solo de leerme. “Transdermal Celebration” es una cover de Ween, grupo de rock alternativo, posmoderno y algún apelativo más, todavía por descubrir por mis oídos. Un corte en la línea del álbum, un final calmado para reflexionar sobre todo lo que hemos escuchado e ir cerrando la boca poco a poco hasta que vuelva a su posición inicial.

Da gusto encontrarse con semejante calidad en todos y cada uno de los lanzamientos de este hombre. Puede que alguno de los estilos que haya tocado no sean del agrado de uno, o que en ocasiones la producción sea excesiva –aunque siempre muy propia (y por cierto, este no ha sido completamente producido por él como ya es costumbre, sino que ha colaborado Adam Nolly de Periphery)–, pero lo que no podemos dudar es que la personalidad y la inspiración que imbuye en cada lanzamiento es producto de una gran mente de nuestros tiempos. No me atreveré a decir que es lo mejor que ha sacado hasta ahora, aunque en realidad me importa un colín, pero si diré que ya estoy impaciente por volver a escuchar lo próximo del maestro. Salve, Devy, y que conserves tu cuerda locura por muchos años.


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