¿Quién mordió la luna? David Maxim Micic se plantea esta pregunta en su último trabajo de estudio, absurda, pero magnética en la ingenuidad que desprende. Y eso es lo que nos transmiten los nueve cortes que integran “Who Bit the Moon”: sencillez, familiaridad, inocencia. Un trabajo en el que no nos presenta nada que no hayamos escuchado de una forma u otra en sus anteriores discos, pero que sin embargo, suena lleno de frescura, de honestidad. Nos confesaba en sus redes sociales que este no era un trabajo que tuviera pensado componer, fue una idea a la que fue dándole vueltas y que tenía un poder de atracción al que no pudo resistirse. “Bilo 4.0” y lo nuevo de Destiny Potato quedaron aparcados, pues había una historia que necesitaba ser contada. Con un tinte anecdótico en el título de los temas, David Maxim revaloriza los sucesos cotidianos del día a día, la importancia de todo lo que nos rodea; abandona el polvo de estrellas y los satélites para hablarnos de lo más básico. Pues muchas veces no hace falta buscar la belleza o la profundidad en ideas complejas, puede que esté en nuestra propia sala de estar.
Realmente podría haber hablado de “Who Bit the Moon” desde el mismo momento en que salió, pues quedé atrapado por él el primer día, y a los pocos ya me lo sabía de memoria. Pero precisamente por el gran aprecio que tengo a todo lo que compone David me he obligado a esperar para ganar perspectiva y poder hacerle justicia. “ECO” me fascinó tanto que el nuevo disco lo esperaba con ganas al mismo tiempo que con reticencias, ya que veía complicado que el impacto que me pudiera causar estuviera a la altura. Pero, a pesar de estar ya familiarizado con su música, ha conseguido sorprenderme de una forma diferente. Espero que al terminar de leer la reseña acudáis a disfrutar del que es, sin lugar a dudas, el álbum más íntimo del músico serbio.
Conforme vayáis escuchando el disco y leyendo los títulos entenderéis todo lo que decía en el primer párrafo. “Milk Tooth” empieza con unos sintetizadores orquestales para dar paso a una delicada guitarra, que junto a los arreglos van construyendo en este corte introductorio una atmósfera celestial que nos acompañará todo el disco. La lejana voz infantil de la intro ya nos adelanta detalles que escucharemos al final del disco. “Someone Else’s Hat” comienza con un sutil punteo y uno de los difuminados samplers de fondo que tanto usa David, para de repente llegar a una explosión de post-rock. La cortan rápido, pero no os preocupéis porque esas guitarras masivas constituyen la melodía principal del tema. Realmente apoteósico. Y qué decir de los fraseos de guitarra, o del tono del bajo, que aún no me creo que sea programado, pues suena muy vivo. Os la describiría segundo a segundo, pero simplemente escuchadla y dejaros llevar.
Le sigue “Living Room”, tema que ya pudimos escuchar en la grabación de su directo en la NAMM. Su estructura gira en torno a un riff sencillo que se repite en bucle buena parte del corte, y que resulta pegadizo y no se hace para nada repetitivo. Me encanta la rítmica: demuestra que David Maxim ha entendido el djent de forma que se queda con lo mejor del estilo aunque cada vez tenga menos peso en su sonido. Mi momento favorito de la canción es sobre el minuto 1:50, el tema se corta y la guitarra entra a contratiempo en fade in de una forma brutal. Un recurso similar se utiliza en el estelar solo de Aaron Marshall de Intervals, haciendo que el tema suene muy fresco.
“Beaver Moon” es un interludio basado en una murmurada melodía vocal. “687 Days” es el tema más calmado, gira en torno a un arpegio de notas cristalinas, demostrando en algunos momentos esa influencia de Tycho que en sus últimos trabajos acaba saliendo a la luz antes o después, no puede evitarlo. El clímax del tema suena potente al mismo tiempo que frágil, con esa maravillosa melodía de teclado. “Damar” estilísticamente es lo opuesto, agresiva y djentera. La forma en que resamplea la voz de su sobrina en forma de sintetizador vocal (no lo sé seguro pero tiene toda la pinta) resulta muy original, y los riffs son contundentes y llenos de groove. La sección de piano jazzero al principio me resultaba bizarra, pero le acabe pillando el punto. La forma en que da paso luego al riff grave es un recurso que me veía venir, recordándome ese contraste al tema “Sweet Nothings” de Plini. Igual que el tema anterior, lo mejor es cuando explota, en este caso con unas melodías de guitarra inmejorables.
Antes de llegar al final quedan dos interludios más. En primer lugar “Nobody’s Perfect”, que parece una outro cristalina para “Damar”, y “When She Crafts”, una melodía de guitarra con ruidos sampleados de fondo que, en su falta de definición le aportan algo de calidez al tema. El épico final que todos esperábamos es “Who Bit the Moon”. El riff inicial me recuerda a Plini, y de hecho, aunque los dos se han influenciado mutuamente desde el principio de sus discografías, en este disco se nota especialmente el influjo del guitarrista australiano, pero sin poner en peligro en ningún momento el sonido personal de David Maxim. Diez minutos que constituyen una verdadera odisea emocional, y de nuevo prefiero que experiencéis el tema sin necesidad de que os cuente nada. Solo os adelanto que el final siempre me pone la carne de gallina con la colaboración de Dunja Markovik, sobrina de David.
Un disco con el que conecté emocionalmente desde la primera reproducción, y que no tardará en formar parte de mi ADN con lo mucho que lo he escuchado y escucharé, junto al resto de trabajos de David Maxim. Hace poco leí que “Bilo” significa “latido” en serbio, desde luego no podía haber elegido mejor nombre para su proyecto en solitario. Esta noche me encontraré viendo a David Maxim en directo junto a Disperse y Plini en Barcelona, y podéis contar con que os hablaremos de ello por aquí.
3 respuestas a “David Maxim Micic – Who Bit the Moon”