Roadburn, establecido en 1999, es uno de los festivales underground de carácter urbano más importantes de Europa y cita imprescindible si la música que más te interesa lleva un “post” delante. En mi caso llevaba tiempo con la mosca detrás de la oreja y al fin este año me he podido desplazar hasta la pequeña ciudad que alberga tan fantástico acontecimiento, Tilburg, en los Países Bajos, aunque sólo fuera para mojarme los labios durante la última jornada de la edición del presente año, domingo 23 de abril.
Planeando mi viaje hasta allí dudé en si organizarme para quedarme los cuatro días que tiene cabida el festival o quizás reducir mi tiempo e invertirlo en visitar otras localizaciones visto que sería mi primera vez por esas tierras y que iba a viajar sola. Un día y probar a ver qué se había estado cociendo no me pareció para nada una mala idea y cuando vi que para la sesión del domingo teníamos nada más y nada menos que a Ulver, que por fin podría ver a Emma Ruth Rundle (Marriages, Red Sparowes) o que me reencontraría con Aaron Turner (Isis) y su proyecto Sumac, pues me acabé de decir del todo: semanita de bonita arquitectura neerlandesa y varias sesiones de música en directo, el paraíso. Pero vayamos un poco al grano y dejadme explicaros por qué voy a remover cielo y tierra si hace falta para que volver el próximo año sea una realidad. Eso sí, festival completo, porque merece tremendamente la pena.
Abrían puertas a las 14:30h al igual que el área exterior del merchandising supuestamente principal (porque después habrían otros puestos diferentes, no pude dar con la lógica de cómo estaba organizado y no logré encontrar el lugar de Ulver si es que lo hubiese). El domingo siempre había sido considerado el día tranquilo hasta el presente momento, cuando se decidió situarlo prácticamente a la misma altura que el resto con sus mismas horas de actividad aunque con cuatro escenarios en lugar de los cinco preparados para las anteriores jornadas, nada mal, ¿verdad?. Contábamos entonces con las dos salas del edificio 013 Poppodium (Main Stage y Green Room), nueva incorporación este 2017 de una antigua iglesia convertida hoy en día en sala multiusos, Het Patronaat, y el clásico pub Cul de Sal, todas ellas ubicadas muy cerca unas de otras. La única pega fue el tener que entrar y salir si tu plan era ver a una banda en una determinada sala y después pasar a otra, por ejemplo, porque eso significaba mostrar pulseras cada dos por tres y hacer cola para entrar fuera del 013 si el equipo de seguridad consideraba que el aforo había llegado al límite. Cierto fue que en ningún momento del domingo revisaron mochilas o bolsillos y que la entrada principal fue siempre muy fluida, cosa que se agradeció. (No puedo hablar de cómo fueron el resto de días puesto que no estuve allí aunque es fácilmente entendible que la concentración de gente fuese mayor pero si aceptamos esa fluidez como norma, entonces puedo advertir que la única pega fuera el despistarse uno mismo, no llegar a buen tiempo y entonces tener que esperar para acceder a las salas más pequeñas perdiéndote parte de ese concierto que te interesaba, pero como es de esperar, esto ya pasa en otros tantos sitios como el Damnation Festival en Leeds, Inglaterra, por ejemplo.)
Obviando esta diminuta incomodidad, no pudo ir todo más rodado. A las 15h en punto me encontraba en la sala principal para ver a Temple of BBV. No conocía a ninguna de las cuatro primeras bandas pero sí me estudié medianamente a quiénes me iba a encontrar con anterioridad y me decanté por el sludge-noise experimental con toques jazz-electrónicos de estos neerlandeses. Abrieron con un nuevo tema, “Butchers Tears”, del disco que saldrá a la luz el próximo mes de junio. 50 minutos descargando y las 16h disponía de una hora para seguir investigando el sitio antes de Sumac en la Het Patronaat y en donde, por cierto, me encontré con un conocido de Bristol de repente. El mundo es muy pequeño.
Temple ov BBV – Foto de Tbeest
Gente ya esparcida por todo el recinto, tuve que esquivar bastantes piernas hasta llegar bastante hacia delante, hasta donde pude. Sumac hacen un post-metal que, aunque muy ruidoso, también bastante lento y dado el cansancio que la gente ya iba arrastrando, seguramente, fue propicio no encontrase con empujones poco deseados. Nos faltó ver al emblemático Brian Cook pero al encontrase sumergido en la ferviente gira de Russian Circles, tuvo que ser reemplazado. Excelentes como el año pasado cuando se pasaron por Bristol presentándonos su último disco ‘What One Becomes‘ (2016) pero la verdad fue que nos vendieron la moto: de la hora que el festival nos prometió, solamente tocaron alrededor de 45 minutos.
Sumac – Foto de Miles Jelf
Tiempo suficiente entonces para pasar tranquilamente al Main Stage y sentarme a ver a Les Discrets. Sí, sentarme, porque esta sala dispone de escalones a modo de gradas justo detrás del equipo de sonido que fue una maravilla. Estaría tal vez como al 50% de su capacidad total y a sabiendas de que los franceses practican un shoegaze relajado, las gradas fueron todo un puntazo para disfrutarlo de la mejor manera. Nada realmente especial, sí me hubiese esperado quizás un poco más de movimiento pero me resultaron en directo un poco aburridos cuando lo poquito que he escuchado de ellos me agrada bastante.
Les Discrets – Foto de Tbeest
40 minutos que tuve que esperar antes de que los noruegos Ulver se pusiesen manos a la obra pero lo mismo, no sabía bien si echar para adelante o apostar por quedarme en las gradas. A sabiendas de que iban a tocar en exclusiva y solamente el nuevo material que no había tenido modo de escuchar antes y la intuición de que aquello se iba a llenar de mala manera, opté por quedarme sentada y no me arrepentí para nada. Sonido alucinante y excelente juego de luces que realmente solo aprecias y disfrutas cuando te distancias un poco. Aún sin conocerme ni un solo tema de su flamante nuevo disco, ‘The Assassination of Julius Caesar’, que me resultó una electrónica algo más pop que los anteriores, disfruté como una niña ante tal espectáculo de hora y diez minutos de puro eclecticismo e improvisación.
Ulver – Foto de Tbeest
Como no quise abandonar a Ulver antes de hora, me costó 10 minutos llegar a ver a Emma Ruth Rundle en la Green Room en condiciones. Llegué y me encontré con la puerta bloqueada de gente que intentaba ver pero lo cierto es que no logro entender cómo no se hace el esfuerzo de moverse un poco, había espacio aún dentro, poco pero había. Me dio igual, sorry, sorry y hacia dentro que me metí consiguiendo ver a Emma durante algo más de la mitad de su set que fue sin ningún otro más acompañamiento que su desnuda voz y su guitarra, acústica o eléctrica. Piel de gallina y tiempo que se esfumó en un abrir y cerrar de ojos. Cuando terminó no pude dejar de sonreír porque sabía la volvería a ver al día siguiente en Utrecht. Planeando mi viaje y mis paradas predecí que no iba a disponer de suficiente tiempo entre Ulver y Emma y repasando con cautela su gira descubrí que el lunes después del festival estaría en esta ciudad situada a no muchos kilómetros de distancia. Mi siguiente destino no pudo ser otro que Utrecht, por supuesto, y del que me sentí enormemente orgullosa después al ver que todo fue montado de manera distinta al festival, que después de dos temas, el grupo que se encuentra de gira con ella y que también estuvo presente en el Roadburn sala Cul de Sac, Jaye Jayle, colaboró con la instrumentalización hasta el final del mismo cuando, por sorpresa de todos, nos dedicó a los allí presentes y de manera espontánea (no seríamos ni 50, una velada súper íntima) un semitema cantado a cappella sin micrófono alguno o guitarra conectada, magia como la que solo se experimenta una vez en la vida. Yo, un mar de lágrimas, literalmente. ‘Marked For Death‘ (2016) o ‘Some Heavy Ocean’ (2014) son sus dos tesoros en solitario que no te puedes perder.
Emma Ruth Rundle – Foto de Csaoh
A las 22h quería ir a ver Come to Grief y como disponía de un poco de tiempo antes, me pasé por la sala principal para ver qué tal sonaban los ingleses Hypnopazüzu dada la trayectoria de David Tibet y Youth. Bastante folclórico y progresivo y aunque entendí su cabida en el formato post, no me engancharon lo suficiente como para quedarme mucho rato más.
Hypnopazüzu – Foto de Tbeest
Come to Grief, la reunión del grupo de sludge de Boston Grief, tocarían en la Het Patronaat. Me subí al balcón esta vez para cambiar y desinteresarme un poco de la multitud que se respiraba allí abajo y aunque el sludge es el tipo de doom que más me gusta, tampoco me hubiese perdido mucho de no haberles visto. Típica receta que todos conocemos, un poco monótono, pero que se respeta por todos los años que llevan a la espalda, desde el 1992 que se dice pronto.
Come to Grief
Eran más de las once de la noche cuando de la tanda final a Inter Arma le tenía unas ganas tremendas. Lamentablemente eso significaba tener que esperar otra media hora, notorio cansancio en aumento y me apetecía cero saltar a otra sala para acabar volviendo. Me supo mal tener que abandonar casi en la recta final pero la buena parte de ello fue pensar que igualmente iba a ver a Inter Arma en breve junto a los franceses Celeste en Bristol, primera semana de mayo, así que me compensó recoger la mochila de la taquilla y dirigirme a la estación de tren, muy cercana, para subirme a uno de los ya últimos trenes dirección Eindhoven, donde tenía reservada mi habitación al encontrarse todo Tilburg sin un sitio libre varios meses antes de la celebración de la decimonovena edición del Roadburn. Así que quedamos todos avisados y me incluyo, ¡a espabilarse toca! porque esto no es un festival… es un FESTIVALAZO.
Viajes organizados al Roadburn 2018! Yo estoy deseando ir, pero no conozco a nadie para montar un viaje en grupo.
Seguro que online encuentras grupos que se están organizando y si no, ir solo puede ser una gran experiencia, te lo aseguro. Con la confirmación de CoL con Julie Christmas justo ayer, la cosa se pone ideal!