Cuántas veces uno intenta hacer lo correcto y acaba equivocándose, cuántas veces uno acaba metiendo la bola que no tocaba cuando juega al billar. Pero cuántas veces lo impredecible nos lleva a una sorpresa mucho más allá de lo imaginado. Porque habría querido rendir homenaje a Kula Shaker con otras canciones como «Sound of Drums», «Temple of Everlasting Night», «Mystical Machine Gun», «I’m Still Here», «Here Comes my Demons» o «Govinda». Pero la ocasión lo requiere así, el final de una historia que da el nacimiento a muchas otras.
«Last Farewell» se vincula a una historia muy personal. Una canción a la que mi propia interpretación daba una rabia y un poder tal a mis manos mientras la tocaba con el piano, que consiguieron lo inevitable: que mi voz se acompañara a esa despedida, a ese último paso que lleva al abismo, antesala a los infiernos. La sabiduría de Crispian Mills estaba guiando mi espíritu, como Virgilio hacía con Dante, pero ella no escuchaba. Esa atmósfera reflexiva, de entereza y vacío con matices incluso de soul y blues, que uno siente cuando una historia se acaba, bajo la roja luz de la lampara de lava, pasaba por delante de sus ojos sin que ella se diera cuenta. Y finalmente, la divinidad se apodera de mi para dar el más hermoso final a una historia de amor y desamor, a un nuevo despertar, siguiendo el relato y la harmonía de la canción.
Y es cierto que quizás es un poco injusto tratar a Kula Shaker de esta manera. Pero al igual que uno aprende de las duras experiencias de la vida, de las historias de los amigos o de libros tan trascendentales como Cien Años de Soledad, pongo la mano en el fuego al decir que la musica de Crispian Mills ha conseguido llegar a un nivel de espiritualidad a la altura de las raíces más profundas del Mahābhārata o de los sagrados Vedas. Kula Shaker, ha pasado a ser una música que sólo los eruditos más puestos conocen, a pesar de haber logrado uno de los hits más importantes del britpop de los 90s. Con una mezcla de rock psicodélico, progresivo, con la fuerza más ardiente de la guitarra de Ritchie Blackmore y con la simbiosis perfecta de sonidos orientales procedientes de India, me sentiría culpable si no hablase de ellos, pues su música es un verdadero regalo divino y por eso volverá a Spreading para que tenga el articulo que se merece. Y ahora, como dice la canción: Will we arise in our time, at the dawn of another meaning?