Soen – Lykaia

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Cuenta la mitología griega que en los alrededores del monte Liceo se celebraban unos misteriosos ceremoniales en nombre de Zeus. Allí se reunían las vetustas tribus y ofrecían a los dioses numerosos sacrificios humanos. Aquel que comiera las entrañas del ser sacrificado se transformaba en lobo. Estos arcaicos rituales paganos se conocían con el nombre de Lykaia. Bajo esta suntuosa historia se presenta el último lanzamiento de estudio de Soen.

Contando entre sus miembros con nada más y nada menos que Martin Lopez (ex-Opeth) y Steve Di Giorgio (ex-Death, Testament, Sadus), Soen llamaron profundamente mi atención con su anterior trabajo, “Tellurian” (2014), disco con el que dejaban de lado esa inevitable y primaria influencia de Tool que supuso “Cognitive” (2012) e iban labrando su propio sonido. Con pinceladas de Opeth por aquí, rasgos de Katatonia por allá, pero desmarcándose de las bandas madre y empezando a encontrar un camino propio dentro de la música progresiva. Este nuevo “Lykaia”, por lo tanto, suponía la reivindicación de personalidad que necesitaban Soen… pero me parece que se han quedado a medio camino.

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Sectarian” abre al más puro estilo Soen, ese juego de guitarras tan característico rompe en un estribillo marca de la casa. Un tema que sin ser de los mejores, hace digna justicia al sonido de la banda. La suave voz de Joel Ekelöf nos introduce en “Orison” donde encontramos uno de los riffs más memorables del disco. La siguiente en hacer aparición es un tema que sirvió como adelanto del disco, “Lucidity”. Una balada atípica en la que Soen se desmarcan de su habitual tendencia compositiva, regalándonos posiblemente el mejor tema del álbum.

En “Opal” dejan aflorar sus influencias más alternativas, con unas guitarras sacadas de la época dorada del metal de principios de los noventa, donde con un color casi sureño nos regalan un estribillo realmente brillante. Y ahora imagino que os preguntareis ¿Y cual es el problema entonces? Pues que a partir de aquí el disco cae en picado sin remedio, se empiezan a repetir los patrones y las canciones dan una molesta sensación de inexactitud, de quiero y no puedo, como si no llegarán a terminar del todo. La siguiente, “Jinn”, es posiblemente la más acertada de esta segunda mitad. Con unos conseguidos aires orientales y un Joel Ekelöf que nos recuerda a un excelso Vincent Cavanagh en los fraseos iniciales del tema. “Sister” da la sensación de ser un tema ya escuchado, esas guitarras y estribillos típicos vuelven a hacer acto de presencia pero esta vez sin el mismo desparpajo de temas anteriores. La voz de Joel comienza a tornarse cansina, y mira que me gusta la voz de este hombre, pero la emotividad que emanaba en producciones previas, aquí destaca por una sencillez y linealidad tonal que no hacen mucho por mantener constante tu atención.

Stray” es más de lo mismo, vuelven a aflorar las carencias anteriormente descritas. Todo eso unido a que el sonido general de las guitarras no me convence, suenan demasiado afiladas por momentos, muy distorsionadas y ruidosas, todo lo contrario que el bajo, que suena exquisito a manos de Steve Di Giorgio. Lenta y pausada comienza “Paragon”. Justo después del intenso solo de guitarra interpretado por Marcus Jidell, el interés comienza a decaer y al final solo te queda un anodino y lejano recuerdo.

Martín Lopez asoma de vez en cuando, pero sus diestros golpes de baqueta están en segundo plano durante todo el álbum, no destaca (o no quiere destacar) y sus sencillas y austeras composiciones son la tónica a seguir por toda la banda. Para finalizar nos ofrecen “God’s Acre”, donde parece que recuperan poco a poco el ímpetu perdido, pero para entonces el álbum ya ha tocado su fin.

Quizás sea la excesiva simplificación de su sonido, la pasividad con la que abordan la mayoría de los temas o la monótona neutralidad de las líneas vocales, pero el disco no me acaba de funcionar. O mejor dicho, no termina de explotar. Hay buenas ideas y los ingredientes son los adecuados, pero el resultado final zozobra demasiado. Aún así hay momentos disfrutables y el álbum está lejos de caer en la mediocridad, pero sin duda está por debajo de lo que Soen nos venían ofreciendo hasta la fecha.

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