El poder de la música es algo realmente innegable. Todos hemos sentido esa conexión puramente emocional en algún punto determinado con algún disco o canción. Ese vínculo con determinado artista, que estando tan lejos de nosotros sin embargo sus composiciones nos hacen sentir tan cercano. La música nos permite volar y da refugio, nos acompaña y hace sentir parte de algo, da ese toque mágico que sentimos necesario para dar brillo a la a veces gris realidad. El post-rock es un estilo que precisamente destaca en estos aspectos, pues su minimalismo y sensibilidad busca precisamente lograr ese vínculo con el oyente. Hacerle vibrar y sentir.
We Lost the Sea es una banda marcada por una tragedia. Detrás de un nombre tan evocador como este -pocos nombres de bandas del género me parecen tan extraordinariamente acertados- se encuentra una historia de pérdida y desolación. Pocos meses después del lanzamiento de «The Quitest Place on Earth» en 2012, el cantante de la formación, Chris Torpy, decidió quitarse la vida. Al igual que demasiados artistas, fue incapaz de vencer en la lucha interna que le atormentaba, llevándole finalmente a este punto de no retorno. Y su música es un testimonio firme de la carga que llevaba sobre sus hombros.
«The Quitest Place on Earth» es un álbum abismal, intenso, oscuro y emocional. Temas largos, lentos y desgarradores, que encajan en el post-metal más ambiental y pesado, de atmósferas opresivamente adictivas. Arpegios cristalinos, melodías que rompen con la realidad y la delicadeza de un piano se enfrentan a unos guturales que parecen provenir de la Fosa de las Marianas, acompañados de envolventes riffs y una batería cálida y solemne. Lo reescuché ayer después de años sin reproducirlo, y la conexión ha sido fulminante. Me he sumergido de pleno en sus profundas sonoridades.
Tras el suicidio de Chris Torpy, la banda no buscó a nadie que reemplazara su rol al micrófono, pero no supuso para nada el final de We Lost the Sea. Los australianos decidieron continuar en formato instrumental, publicando «Departure Songs», un disco en homenaje a historias de sacrificio en pos de un bien mayor. La banda no podía haber tomado una decisión mejor que continuar de esta forma con su trayectoria.
Para la sección he elegido un tema del citado «The Quitest Place on Earth», pero justamente uno en el que el encargado de la voz no es Chris. Pero es que justo cuando el disco se encuentra a mitad, hay un sorprendente cambio de registro, pasando de los abrasivos guturales de Chris a la dulce voz de Belinda Licciardello. «Forgotten People» será la canción más ligera y delicada, pero resulta emocionalmente tan devastadora o más que cualquiera de sus compañeras de tracklist. «The Quitest Place on Eartg» es un álbum que invita a la introspección, a encontrar ese lugar tranquilo en el que poder encontrarnos a nosotros mismos, pero donde ante la calma y el silencio nuestros demonios están más presentes que nunca.