Durante mi adolescencia Trivium fue una de mis bandas de metal favoritas. De hecho fue una de las que me abrió las puertas a poco a poco ir sintiendo más curiosidad por géneros más duros, y que aunque como es lógico poco a poco ha ido pasando a un plano cada vez más secundario en mis escuchas, acabo volviendo a ella cada cierto tiempo. A diferencia de muchos otros grupos que escuchaba por entonces, no han quedado olvidados con el desarrollo de mis gustos musicales, ya que sigo pensando que parte de su discografía tiene mucha calidad. Los descubrí en la época del «Shogun», y me hice fan de verdad con la salida de «In Waves». Desde entonces sin embargo he perdido el interés por sus nuevos lanzamientos, pues su aventura junto a David Draiman de Disturbed en la producción de «Vengeance Falls» prefiero no recordarla, y de «Silent in the Snow» solo conecté con un par de canciones.
Pero aunque no me gusten estos álbumes, me parece loable el hecho de que en la discografía de Trivium no hay dos discos iguales. Ya sea por intentar ser quienes no son, expandir su ambición compositiva o concretar y hacer más accesible su fórmula, siempre dan un giro a su sonido con cada nuevo lanzamiento. Y con el último de sus esfuerzos, «The Sin and the Sentence», no ha sido diferente. Y en esta ocasión, después de 7 años sin publicar nada que logrará interesarme, han vuelto a despertar mi curiosidad. Es un disco a medio camino entre «Shogun» e «In Waves», recuperando los registros guturales, compaginando complejidad en algunos temas y accesibilidad y pegajosidad en otros. No creo que sea su mejor trabajo, no esta a la altura de los que he mencionado, pero al menos muestra una faceta de Matt Heafy y compañía -con un nuevo batería con una forma de tocar y fills refrescantes- que disfruto bastante escuchando.
Escuchar «The Sin and the Sentence» ha provocado que termine volviendo a algunos de sus otros trabajos, incluido el brillante «Ascendancy«. Lo más impresionante de este disco es pensar que en el momento que fue compuesto y grabado Heafy apenas tenía 18 años. Y no es algo que destaque solo por lo técnico del disco, ya que no es tan difícil ver a niños o adolescentes en Youtube tocando sus instrumentos con una capacidad que parece casi alienígena. Lo que me sorprende más es la madurez compositiva de todas las canciones, redondas, definidas e interesantes. Es un disco sin relleno, con un estilo en el que se nota la influencia de Iron Maiden, Metallica o Pantera pero también un intento por llevar la música a nuevos territorios. Esto último fue lo que lo ha llevado a ser considerado uno de los álbumes precursores del metalcore.
«The Deceived» es mi canción favorita del disco y de las que más destacaría de su discografía. Es un tema que contiene las virtudes del disco: el sentido de la melodía en el estribillo, la guitarra rítmica desbordante, los cambios registros vocales creando la sensación de contrastes, la incansable batería o las clásicas armonías a dos guitarras. Y unos solos que sin salirse de los clichés del genero, demuestran un gran gusto tocando.
Definitivamente no voy a volver a escuchar a Trivium tanto como hace tiempo, pero me gusta volver a ellos y encontrarme con que las canciones continúan teniendo valor para mi a día de hoy. Y la verdad es que creo que con discos como «Ascendancy» o «Shogun» contribuyeron a la forma en que se desarrollaría el metal con los años.