Owane – Yeah Whatever

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Bienvenidos al jazz-fussion post-progresivo. Primero que si los grandes éxitos («Greatest Hits EP», 2015), luego que si con él no iba la cosa («Dunno», 2016) y ahora que sí, que lo que sea («Yeah Whatever»). Y lo que ha ocurrido es que el noruego Øyvind Owane Pedersen, conocido como Owane, se ha colocado en el Olimpo del progresivo instrumental moderno, codeado de grandes como Plini, David Maxim, Sithu Aye, Sean Ashe o Jakub Zytecki, entre otros. La música de Owane es difícil de describir, muy alejada ya de los padres de la generación virtuosa que tuvo su época dorada en los 90 (Satriani, Vai y compañía). Y también muy alejada del metal progresivo, aunque con unos solos del más alto virtuosismo. Pero es que algo ha ocurrido. Aunque la canción tradicional instrumental, cuyo uno de los abanderados a día de hoy es Nick Johnson, todavía sigue siendo escuchada, el progresivo instrumental moderno ha llevado la locura de Animals as Leaders, Meshuggah, Sikth o TesseracT a un terreno jazzístico sin precedentes. En definitiva, con Owane estamos abocados a una sensibilidad y emoción post-djent muy ecléctica, derivada del exotismo que aporta el jazz (del que, a mí parecer, bebe mucho de Allan Holdsworth) y una gran presencia de sintetizadores, pianos e instrumentos pocos convencionales en estos mundos sonoros.

Con «Yeah Whatever«, Owane consolida y logra un sonido más personal, a la vez que más complejo, tanto rítmica, armónica como sónicamente. Una delicia auditiva tanto para los músicos en general como para los que somos guitarristas. Y siempre dentro del movimiento self-produced de músicos actuales. En este caso, tenemos a Owane tocando la mayoría de instrumentos, además de componer, grabar, producir y masterizar. Y los que estamos dentro del mundillo sabemos los quebraderos de cabeza que puede llevar eso, y es lo que explica que el álbum haya tardado más de un año en ver la luz (según él mismo, se ha tirado 6 meses de ecualización y masterización). Por otro lado, en la batería tenemos a Maciej Dzik, el que fuera antiguo batería de DispersE, y en el saxo al misterioso y escurridizo Josef 7, ocupando el lugar que en los anteriores trabajos tenía el violín.

El disco se inicia con «Groove of Satan«, que funciona como introducción o preludio donde aparece, a excepción del saxo, la mayoría de instrumentos y sonoridades a las que vamos a estar expuestos a continuación. El piano tiene un gran protagonismo en esta pieza, como barco que navega entre pasajes de mucha tensión a otros más tranquilos.

Como diría un viejo amigo, ahora le toca al turno a la canción de juego de Tenis. «Love Juice» es una exquisita rendición a los grandes genios del jazz-fussion. Es una especie de Jaco Pastorious meets Mike Stern meets Allan Holdsworth. Además, es una pieza que bebe quizás de sus predecesoras «Multivitamin Juice», con esa mezcla de temas que son de estilos muy diferentes, con marcadas partes funky-groovy con otras más melódicas. Porque también me parece oir a Steve Vai en algunas melodías o al dúo moderno Kennelly-Satriani a partir del 2:43, en un momento de sensibilidad, o de amor, que no se llega a desarrollar del todo, pues al fin y al cabo solamente estamos hablando de un zumo. «Love Juice» es una de las piezas más remarcables del álbum, pues tanto la batería, el órgano, el bajo, el saxo o la guitarra, por separado, ya dejan a uno clavado en el sitio.

La tercera pieza del álbum es probablemente la más memorable. «Rock is Too Heavy«: una declaración de intenciones con semejante nombre. Un acercamiento al blues rock y al tacto de Guthrie Govan o Nick Johnston con unos cambios tonales que chocan con ritmos djent marcados por el bajo y un casi post-rock ambiental que hacen una composición muy completa. Por no hablar de la forma que acaba la canción, seguramente una broma-cliché musical por parte de Owane, que forma un perfecto contrapunto al conjunto.

«Saturday Ends» complementa al mítico «Saturday Begins» del «Greatest Hits». Con una sonoridad diferente pero con una ambientación temática similar, aunque más cercana al Owane jazzy más moderno, donde el deje progresivo moderno con toques sentimentales se entremezcla con el groove experimental y unas melodías preciosas dejadas caer por el saxo de Josef 7. Una canción muy completa, con partes muy separadas que en conjunto hacen una mezcla muy interesante, con un final parecido al de «Fashion» (del álbum «Dunno») quizás no tan acertado, aunque con un cierto toque mágico al incluir ese hiss sampleado tan característico del formato vinilo.

La canción que le sigue es «Indian Explosion Bowling«, una experimentación extraña entre sonidos orientales, jazz y la música 8 bits. Con una melodía ciertamente reconocible, es quizás la canción más extraña del disco, ya que tampoco cuenta con guitarra. Quizás ésto es lo que piensa Owane de la comida india; sin embargo, funciona de contrapunto perfecto para el siguiente tema.

«One Curl in Bangkok» es quizás una de las canciones más heavys del álbum, ya que es de las pocas donde podemos escuchar una guitarra rítmica distorsionada. Una canción de un formato muy americano y hasta ochentero, donde el saxo predomina en muchas secciones. Con mención especial, el minuto 2:14, uno de los momentos musicales más extraños y mindblowing que he escuchado últimamente: el saxo emulando escalas ascendentes y descendentes como si fuera un violín bajo un ritmo de doble pedal. Tras ello, las melodías de la guitarra de Owane se hacen cargo de llevar la canción a un oasis musical post-jazz, que de nuevo preparan al oyente a lo que está por llegar.

El siguiente tema es quizás del tipo que estábamos esperando. «Born in Space» es probablemente el tema más épico y remarcable del disco junto a «Love Juice» y «Rock Is Too Heavy». Con una guitarra muy melódica y cantarina, unida a complejísimos cambios de ritmo, logra hacer las delicias de los amantes del género. Una canción que va encaminándose poco a poco hacia el tema principal, con unas armonías y, en concreto, la melodía principal tocada a dúo con el saxo, solamente en el momento adecuado, que recuerdan a la grandiosidad de temas como el «Multivitamin Juice Pt. 2».

«Japanese (Bonus Track)» se encarga de cerrar el álbum y darle el broche final. Es uno de los temas más completos y que definen con exactitud el estilo fresco de Owane. Una verdadera simbiosis entre los trabajos anteriores y los modernos. Una mezcla extraña de ritmos, cambios de escalas y melodías sublime, aunque complicada de entender para el oído poco entrenado. Con un final épico con ese toque ambiental característico de The Contortionist que crece para que la guitarra y el saxo se entrelacen a la perfección dejándonos con ganas de más.


«Yeah Whatever» es un disco extraño, de exploración personal e introspectiva, pues Owane indaga aún más en profundidad en las raíces de su música anterior, convirtiéndose en un Stravinsky moderno y realizando cambios de acordes con ritmos muy complejos y pareciera que a contratiempo. Y además, una de las cosas que más me impresionan y que hacen único su estilo es que ha conseguido desvincular la mezcla de poliritmias y compases como el 7/8, 9/8 o 15/16, de la guitarra rítmica ultradistorsionada que tanta música ha generado en los últimos años.

Sin embargo, ha habido una mezcla de impresiones y opiniones distintas en sus seguidores. Por un lado, están los que defienden todo esto como un estilo nuevo, el djazz; por otro, hay quienes opinan que Owane ha ido demasiado lejos en la complejidad de su música.  Sin embargo, me atrevo a afirmar que su música ha madurado y que ahora requiere, aún más, la escucha activa y la complicidad del oyente para entenderla. Pues no olvidemos que para entrar a escuchar esta nueva generación de guitarristas instrumentales modernos has debido de pasar por diferentes generaciones y ritos iniciáticos; es difícil que te guste Animals as Leaders sin haber escuchado antes Dream Theater, al igual que tampoco lo acabarías de entender si no has escuchado a Pink Floyd antes o que te acerques a Plini sin haber escuchado a Joe Satriani o a Guthrie Govan.  Y la lista podría seguir infinitamente. Por eso estoy de acuerdo con Owane, pues todo forma parte de un aprendizaje. Y ésto habla de la grandísima calidad y vanguardia que reside en las canciones de su música, que van mucho más allá del virtuosismo y la prestidigitación guitarril tradicional. ¿Shred? No sé si es la palabra correcta, pues aquí la guitarra sirve a la música como un todo.

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