Canción de la Semana: Spirit of Life

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A día de hoy los géneros de electrónica que más escucho se enmarcan principalmente en el trip-hop e IDM -maldito sea lo pretencioso del nombre de esta última etiqueta-, pero mi entrada a este mundo de infinidad de posibilidades sonoras fue a través del dubstep melódico. Artistas con raíces generalmente el trance o el chill out que supieron encontrar en el auge del dubstep a principios de década los elementos necesarios para darle a su estilo mayor dinamismo y un groove -por sutil que sea- más interesante.

Estos días escuchando «The Observatory – Episode I«, una playlist que subió hace unos meses Seven Lions, he hecho algún descubrimiento interesante, pero también me ha hecho rescatar un artista y disco que tenía bastante olvidados.  Cuando empezó a despertar mi curiosidad por el universo de sintetizadores y beats electrónicos, entre los primeros temas que escuche se encontraba alguno de Blackmill, pero no sería hasta años después que empezaría a curiosear en su música con el álbum «Miracle«. Esta semana he estado reescuchándolo, y mis oidos actuales, ligeramente más curtidos en el estilo, lo han encontrado más interesante de lo que recordaba.

El problema que tengo con la electrónica más calmada o que juega a moverse en terrenos cercanos al new wave es que, si opta por desarrollos excesivamente ambient o meditativos, termina por hacerse monótona o carente de ganchos que mantengan mi atención en la música. Es aquí donde el factor dubstep entra en juego para combinar lo que más me gusta de los dos mundos y dejar de lado lo que menos me convence de ellos.

«Let it Be» con la colaboración de la vocalista Veela o «Love at Heart» fueron de los primeros temas que se me quedaron grabados, con esa combinación de sintetizadores dibujando melodías minimalistas y suavidad en la cadencia rítmica, y con el dubstep como base pero sin en ningún momento llegar a estallar con la agresividad o energía que le es inherente en la mayoría de casos. Pero en este redescubrimiento del disco los cortes que más han llamado mi atención han sido los dos iniciales. El primero, «Miracle», resulta tremendamente envolvente, consigue arrastrarte dentro de la música sin esfuerzo, engatusándote para quedarte durante el resto del viaje, con ese baile de samples vocales, ondulantes sintetizadores de vibrante dubstep y evocadoras melodías de teclado. «Spirit of Life» la sucede de forma igualmente hipnótica, con un desarrollo que resulta igual de absorbente que el del tema homónimo. Blackmill consigue dar la sensación de tejer una nueva realidad con sus composiciones, y de hacer participe al oyente de ella mientras se sumerge en la música. Una experiencia realmente inspiradora.


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