Dimmu Borgir – Eonian

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Seamos sinceros, aquí y ahora, no más tarde, ni en otro sitio. Si se compara este disco con los álbumes dorados de Dimmu Borgir, no va a salir muy bien parado, así sin haberlo escuchado de antemano. Pero como voy a hacer yo la reseña, pues la cosa cambia. Por los comentarios que he leído parece que el black metal hoy en día se ha reducido a gente quejándose de que una banda ya no es lo que era, o de que ya no suena igual. Y en el caso de Dimmu Borgir parece ser especialmente “macartiana” la persecución. Está claro que lo de “ya no suena igual” es cierto, más o menos desde el In Sorte Diaboli (2007) o incluso más atrás –y con muchos más peros–, desde el Death Cult Armaggedon (2003). Quizás incluso Dimmu ya no hagan black, sino metal sinfónico, en cuyo caso sigo sin entender el problema. Y en el caso de ya no es lo que era, no puedo hablar así de Eonian (2018) de momento. Lo digo porque tengo la manía de empezar la reseña sin haber escuchado nada. De modo que, por si acaso, y para evitar susceptibilidades, reseñaré este disco como si Dimmu Borgir no fuesen Dimmu Borgir, sino una banda novata recién llegada al mundillo llamada… Dime Borja.

Dime Borja son originarios de la bella ciudad de Albacete, capital de la provincia homónima de Castilla la-Mancha. Su acervo de inquietudes musicales abarca desde el black más oscuro hasta el folk castellano autóctono más liviano. Empezaron hará un par de años con un álbum conceptual donde mezclaban todas estas influencias en un concepto lírico que versaba sobre el hidalgo Don Quijote y su flaco rocín, pero resolvieron que el black metal no pegaba mucho con la temática elegida, así que se pasaron a temas más… nórdicos. ¡Tránsfugas!, diréis. Antiespañoles. Bueno, que hagan lo que les apetezca, digo yo. Y tras muchos entuertos nos presentan su nuevo álbum Eonian, porque aunque salió hace varios meses todavía se considera nuevo. Vamos a echarle un ojo a lo nuevo de Dime Borja.

The Unveiling”. ¿Qué nos desvela la introducción? ¿Qué sentimientos nos despierta? Frío, oscuridad, desolación. Esto es black sinfónico, lo cual está bien. Y si no, atentos a los riffs gélidos y serpenteantes que recorren el tema como una oscura nube invernal, o la voz de Shagrath (Juan Antonio para sus amigos), que junto al piano llena el corazón de pesadumbre, o la entrada del coro “Schola Cantorum” –que en varios momentos del álbum tendrá incluso más importancia que el mismo vocalista (lo cual puede ser bueno, malo, neutral, malo neutral o esperpéntico dependiendo del punto de vista)–, que da exactamente en el punto preciso para coronar la primera parte del tema de forma magistral, inclinándose lo que queda de canción hacia el lado más sinfónico y corístico. La pompa instrumental de la siguiente canción, “Interdimensional Summit”, nos podrían hacer pensar en un álbum llamado Abrahadabra de unos tal Dimmu Borgir. Vamos a darle de primeras un sobresaliente al trabajo guitarrero, sobre todo al solista, en cierto momento que reconoceréis de inmediato cuando lo escuchéis. El caso es que tanto el trabajo de Silenoz (Paco) como el de Galder (José María) es fantástico a lo largo del plástico y no se pondrá en duda en ningún momento. Como añadido, la gran variedad y el cambio constante de la canción hace que no puedas mirar al techo sin perderte algo. Y como única pega, que se oigan más coros que guturales.

Aetheric” es… bueno, esta reseña me va a costar la salud. A ver cómo describo esto. Empieza siendo black puro, para luego pasar al riff de black más pegadizo de la historia. O sea, a ver, es que no puedo. Pasamos a una batería más rápida que yo corriendo detrás de un jamón ibérico junto a los coros más memorables que he oído en mi vida. Tras esto, todo se forma y deforma haciendo que mi sistema de valores caiga en picado hacia la sociopatía. De nuevo, algo distinto se fragua en el ambiente. La combinación de black tradicional con pasajes puramente atmosféricos y cánticos y percusión tribal en “Council of Wolves and Snakes” hacen de mí un hombre confuso. Me gusta estar confuso. De nuevo, el trabajo guitarrero destaca. De nuevo, el eclecticismo, el movimiento constante, el contraste del vacío y el minimalismo de ciertos puntos con la recarga de otros hacen de este un viaje más que intenso para sus cortos cinco minutos. No sé si soy yo y el noventa por ciento de los que han escuchado este disco lo detestan, pero a mí cuanto más ecléctico y raro, mejor. Y desde luego, en ese campo, los Dimmu Borgir –permitidme que cambie ya al nombre original de la banda sin miedo– lo están clavando.

The Empyrean Phoenix”, es el epicentro de la aventura.  Esta nos dibuja un misterioso paisaje lleno de eco en el que pronto un afilado cuchillo se introduce hasta el fondo con esos riffs más negros que la noche. Pero no se introduce de forma brusca en dicho paisaje, sino que lo acompaña, y subrepticiamente lo va llevando hacia su terreno, iniciando una tensa lucha entre el vil metal y la dulce melodía. Ningún elemento queda ensombrecido, ni las guitarras, ni los coros, ni la batería, ni el bajo, ni ese solo que parece sacado del Time de Wintersun. Y no sé qué decir de “Lightbringer”, me he quedado empanado. Desde la épica introducción riffera hasta la atmósfera realzada por las leves notas de teclado exuda un aura inconmensurable. No puedo más. Noto como cada vez se me hace más difícil articular las palabras para describir la magnitud de lo que escucho. Pero si ni siquiera estoy articulando palabras… las estoy escribiendo; ¿veis como no puedo más?

I Am Sovereign” rezuma solemnidad por los cuatro costados, desde la introducción con aire marcial de riffs tan profundos como las insondables raíces de la Tierra hasta el uso dramático de los coros en contraste con los malévolos guturales, que junto al trabajo de las guitarras y el teclado dan de nuevo un aire que distingue al tema de los otros, pero que a la vez lo hace formar parte de un todo. Un todo oscuro, melancólico, brutal de un reino conquistado por las tropas del mal, sin riesgo de que aparezca un héroe solitario a lomos de un unicornio alado y fastidie el plan. Mención aparte al fantástico cambio ya hacia el final de la canción, donde orquesta y coros forman un pasaje ecuménico que me recuerda mucho al opening de Juego de Tronos. ¿Y la producción? Joder, la producción. Y todo. “Archaic Correspondence” nos trae de nuevo esas notas solitarias de teclado que, junto a la brutalidad del resto de instrumentos, sobre todo de la batería, resaltan el aspecto gélido y tétrico del álbum, añadiéndose también a la mezcla una nueva voz limpia que es un contraste perfecto para la voz de Shagrath.

Llegando ya al final del viaje, poco más se puede pedir para llegar a la matrícula de honor, “Alpha Aeon Omega” nos da algo más grandilocuente de lo que habíamos escuchado, casi como si fuera el clímax y el cierre de esta obra, pero en realidad el cierre lo da la instrumental “Rite of Passage”, igualmente ampulosa, cuyo mensaje a grito pelao es que movamos el culo y vayamos a difundir la palabra del señor Borja, que nunca es tarde si la dicha es buena, Sancho, y no hay que dejar para mañana lo que podamos hacer hoy. Este párrafo me ha quedado muy corto, así que voy a alargarlo con esta frase.

Hasta aquí, y visto el precedente que sentaron discos como In Sorte Diaboli o Abrahadabra o incluso más atrás el Death Cult Armageddon, queda comprobado que el trabajo orquestal hollywoodiense de black metal meets Epica va a quedarse para los restos. Queda comprobado también que estos ocho años desde su último lanzamiento han servido para pulir ese sonido, y para darse cuenta que de verdad es lo que querían hacer. Y queda igualmente comprobado que este mismo sonido va a seguir ascendiendo y ascendiendo hasta llegar a los cielos, y cuando llegue a los cielos, Dios en persona se presentará, aunque como es omnipresente ya estará allí de antes y seguirá estando luego, y entonces dirá con voz profunda: “me mola vuestro rollo”. Y así Dimmu Borgir pasarán a hacer white metal. Palabra de Dios.

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