Amorphis – Queen of Time

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Es un hecho que en Finlandia existen tres elementos. 1: el humano, las gentes que habitan las costas, fiordos y saunas del país. 2: la nieve, elemento bastante frío al que los finlandeses no tienen más remedio que acostumbrarse. 3: el metal, elemento igualmente frío al que los finlandeses no tienen más remedio que acostumbrarse. Dejando aparte las bondades de los dos primeros elementos, es este último el que nos interesa hoy. Dentro del elemento metal, Amorphis es una de esas bandas que ayudan a llevar el buen nombre del death melódico finés.

Probablemente ya describí un poco la banda y sus componentes en la reseña del anterior Under the Red Cloud –seguramente más mal que bien porque ya hará como tres años, aunque tampoco es que ahora lo haga mejor–, de modo que nos dejaremos de zarandajas, menudencias y otras palabras raras e iremos directos al asunto en cuestión. Queen of Time es el álbum que nos traen este año, y viendo las pocas veces que han fallado no creo que sea una mera excusa para girar, más bien para girarle un poco las tuercas a su sonido. ¿Veis que uso más forzado de las figuras retóricas? Decididamente no miréis mi anterior reseña.

“The Bee” es el primer tema donde ya nos asaltan con un lyric video que no voy a ver –porque no me gustan los lyric video, no porque no me guste Amorphis– pero sí a escuchar. Una letra preciosa, como siempre, basada en el Kalevala, como siempre. La temática no es que cambie mucho de un disco a otro. Si bien, en palabras del liricista Pekka Kainulainen, quien tendrá una aparición un poco más tarde, el tema general del libro trata sobre el florecimiento y declive de culturas, el como una pequeña chispa puede quemarte los pantalones. No estoy copiando sus palabras literalmente, claro. Es un poquito rollo efecto mariposa, ese efecto que hace que comerme una ristra de longanizas pueda acabar en el declive de la humanidad, porque ese cerdo iba a convertirse en el adalid que llevaría a los humanos a una nueva ilustración y tal. El caso es que el tema comienza con un loop hipnótico que nos plantea dos preguntas: ¿en qué leches se han metido? y ¿por qué son tan buenos? La primera pregunta se resuelve rápido. El tema contiene todo lo que les ha hecho grandes: uno de los growls más potentes y profundos que he oído, un estribillo limpio que ya quisiera el mismísimio Don Limpio, y pasajes tan potentes como pegadizos. Todo un opener que mantiene en regla el nivel que nunca han perdido.

“Message in the Amber” presenta el primer cambio de rumbo, no obstante la dirección sigue siendo la misma. El lado folk de Amorphis se presenta en forma de riff super positivo bajando luego la intensidad con voces limpias y de nuevo subiendo con Joutsen y sus guturales partiendo el espacio-tiempo en un puente que conecta perfectamente con el estribillo. Todo está bien, la atmósfera nos recuerda a tiempos pretéritos y el tema fluye con subidas y bajadas de intensidad, coros angelicales y un momento medio folk-electrónico que te hace creer que llevan haciendo esto mil años. Vamos, que entra más bien que mal. En “Daughter of Hate” todo sigue el camino marcado, nada se desvía, con riffs y melodías clásicas de Amorphis –quizá se salven los coros de dicho clasicismo–, hasta que aparecen las colaboraciones que, he de decir, complementan a la perfección y acaban dando como resultado un gran tema. Tenemos en primer lugar a Jørgen Munkeby –colaborador también de Ihsahn (supongo que esto es un mensaje oculto a los “trves”)– al saxofón, y luego al liricista Pekka Kainulainen, quien ya tenia pasado con la banda, recitandonos unos suaves versos en un pasaje reposado y jugando con el saxofón. Pues bien jugado.

El riff que nos ataca en “The Golden Elk” es… bueno, de lo mejorcito que he oido de Amorphis en los últimos años. Toda la canción es como un río serpenteante fluyendo soberbio y altivo hacia el mar proceloso, formando algún que otro meandro de reposo, pero nunca perdiendo la fuerza que arrastra su caudal. Incluso el solo de guitarra acústica o las cuerdas a lo Orphaned Land tienen su lugar. Igual me he pasado un poco con la metáfora del río, pero en serio que si me hubiera puesto a pescar o a mear en sus aguas se me habría llevado la corriente de gustito que da. Ahora sí que me he pasado. “Wrong Direction” no implica ni que Amorphis hayan tomado una mala dirección, ni que esten haciendo una burla de One Direction, sino que mi humor está más gastado que mi Pleiesteichon uno. El tema –incluido en el EP Legacy of Time junto a “The Bee”– nos trae las melodías clásicas de Amorphis, con su toque folk –en este caso con instrumento de viento incluido–, sus partes lentas y limpias y su evolución hacia partes más potentes, distinguiendose quizá con ese pasaje recitado por una voz robótica. No es un punto álgido en este disco, pero se sostiene con unos buenos cimientos.

Y ya en el punto intermedio del álbum nos llega otro de esos momentazos que a uno le hacen deshacerse como un calipo en pleno verano. Hablo ni más ni menos que de “Heart of the Giant”, en la que no podrán negarme que la guitarra con efecto de eco con la que comienza, que después pasa a eléctrica sumándose la batería de Jan Rechberger no es sino una puta maravilla hecha sonido. A continuación pasa a fusionarse con los guturales de Joutsen, rematando cada fraseo la guitarra de forma distinta y haciendo que la llegada del estribillo ya no te importe en absoluto. Pero ahí está, haciendo su trabajo, y ¡qué buen trabajo! “We accursed” vuelve a la senda del folk con una introducción optimista y risueña que se corta de forma un tanto forzada cuando entran la base rítmica y las guitarras siguiendo la misma melodía. Pese a la inclusión de la voz gutural, el tema sigue sin perder su aire de alborozo, e incluso llega a hacerse demasiado festiva y estrafalaria en la parte instrumental previa al solo de guitarra y teclado. La voz limpia, que parecía que no llegaba, hace una breve aparición tras el solo, deja su marca y se marcha con la seguridad de haber cumplido su papel.

“Grain of Sand” surge con una melodía mística del medio oriente –repito que lo de Orphaned Land les ha pegado fuerte– cuyo regusto continuara a lo largo de toda la canción, en la que sobresale el buen hacer de los guitarristas rítmico y solista, Tomi y Esa, respectivamente, los cuales van complementandose junto al teclado que va dejando algún que otro toque por el camino. Y cuando pensabamos que esto tenía que ir hacia abajo en cualquier momento llega “Amongst Stars”, que nos trae la inestimable colaboración, de incalculable deleite, la maravillosa Anneke, inigualable van Giersbergen. Una vez dicho esto, creo que no hace falta seguir. ¿Qué más decir? Cuánto tiempo sin oirla. Tiempo perdido.  Por cierto, que el tema viene con video, una historia de amor un tanto rara y fascinante… ya lo veréis. La sustanciosa voz de Anneke complementa a la perfección a la de Joutsen en esta melancólica balada, donde si hay algo que quizá pueda hacer sombra al dueto sería el solo, cuyas notas están tan bien puestas que asustan.

“Pyres On the Coast” va construyendo una atmósfera poco a poco y con tino, lo cual puede hacernos imaginar que esta será la canción que cierre el álbum. Y no andamos desencaminados, pues lo es. Epicidad por los cuatro costados, una atmósfera tormentosa de principio a fin, una estructura progresiva con varios elementos que van uniendose para formar una tensión creciente, como un animal acechante a punto de saltarte a la yugular. Algo, en definitiva, que se sale un poco del tono general del trabajo, y que queda de maravilla para darle el adios con honores al decimotercer álbum de estudio de Amorphis.

Un decimotercer álbum que llena nuestro corazón de esperanza y gozo. Pues si estos señores pueden mantenerse tan frescos tras su decimotercer álbum, tú también puedes conseguir todo lo que te propongas, ¡tú también puedes llegar a esa decimotercera flexión que tanto se te resiste! Pues si estos señores pueden sacar uno de sus mejores álbumes hasta la fecha tras doce intentos, tú también puedes conseguir a ese chico o chica que cree que el haberle pedido salir doce veces ya constituye un delito de acoso. Si ellos pueden crear un disco sin ningún relleno y con una coherencia que a su vez no lo haga repetitivo, yo también puedo dotar a este párrafo de una coherencia mínima que le permita ser gracioso sin hacerse repetitivo y sin salirse de la categoría de texto argumentativo-expositivo que constituye la base de una reseña. No se si me explico. De todas formas, continúo en el siguiente párrafo.

Acabemos con esto. Si sois de los que gustáis del buen metal fines y… Bah, a tomar por saco. Disco del año. Ya está, se acabó. Esta es la conclusión.

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