Si nos seguís desde hace algún tiempo a estas alturas ya sabréis que en Spreading the Sound los redactores vivimos en una constante búsqueda de nuevos artistas y sonidos. A lo largo de los últimos diez años hemos hecho grandes descubrimientos musicales, y bandas a las que ya seguíamos han lanzado discos que han sido nuestra banda sonora en momentos clave. La verdad es que creo que hablo por todos los redactores cuando digo que nuestras elecciones se han decantado más siguiendo un vínculo emocional con los álbumes que por lo trascendentales o influyentes que hayan sido –aunque en algunas se dan ambos casos–. Os dejo aquí con la primera parte, en la que un servidor y Seruli os enseñamos cada uno cinco de los discos que definen para nosotros la pasada década.
Selección de 5 discos de Andiros
Ben Howard – I Forget Where We Were (2014)
Elegir tan solo cinco discos para que resuman una década en música no es tarea fácil, desde luego, y he descubierto dos cosas durante el proceso. En primer lugar, que la lista sería diferente probablemente si la escribiera en 1 o 2 meses: hay demasiados discos, demasiados recuerdos ligados a ellos, y dependiendo del momento serán unos en lugar de otros los que inclinen la balanza a su favor. La inevitable importancia del mood en el que te encuentras.
En segundo lugar, que ninguna lista que haga de manera honesta puede representarme en tan poco espacio. Podría limitarla a discos de los géneros que más escucho y hacer un top de discos de progresivo, metal moderno o electrónica ambiental, pero no haría justicia a mi década. Una década ecléctica en estilos, pero condensada en una lista que refleja lo que más me gusta al escuchar música. Ben Howard abre mi selección con su segundo álbum: ecos desnudos resonando en la oscuridad de un indie-folk que busca –y consigue– ser más de lo que parece.
Haelos – Full Circle (2016)
Hælos es uno de los grandes descubrimientos que he hecho a lo largo de los últimos años gracias a esas sesiones de KEXP con una calidad que le dejan a uno con la boca abierta. Si un artista es bueno, el equipo del programa le hará sonar como nunca antes ha sonado. De hecho otros firmes candidatos a entrar en esta lista –Daughter u Ólafur Arnalds– también gozan de recomendables directos de KEXP. Pero el trío –ahora cuarteto– británico de trip-hop tenían un puesto reservado de manera indiscutible. De hecho he estado tentado de incluir Any Random Kindness, que ha terminado por ser mi trabajo favorito de 2019, pero me he decidido finalmente por su debut.
Hælos definían su propuesta en esta etapa inicial como dark euphoria, y la verdad es que no se me ocurre mejor etiqueta, supieron describir su sonido a la perfección. Ritmos que hacen latir los temas con una calma sedosa a la vez que enérgica, atmósferas misteriosas y cautivadoras, arreglos instrumentales minimalistas y efectivos, y juegos a tres voces en los que destaca por encima de todas la de Lotti Bennardout, pero que se complementan y armonizan de una manera exquisita. La banda sonora ideal para deambular mientras la ciudad todavía duerme.
TesseracT – Polaris (2015)
Es mucha gente la que repite el cansino mantra de que lo analógico siempre es mejor que lo digital. No puedo evitar discrepar totalmente: la tecnología es y siempre ha sido una aliada del arte, y por ende de la música. Nos permite llegar a donde antes no podíamos, enfocar las ideas desde perspectivas antes imposibles, y por lo tanto ayuda a que no nos estanquemos y continuemos la eterna búsqueda por nuevas formas de expresión. Para mí lo digital no es más frío ni menos real, siempre que haya una mano humana detrás que tenga algo que decir, y sepa cómo hacerlo.
Por otro lado acepto todas las críticas que se le puedan hacer al djent de escena monótona, de bandas clónicas y un sonido al final estéril. Pero no es culpa del formato, es el mismo problema que han vivido todos los géneros con anterioridad: el error de los nuevos grupos de replicar en exceso a los artistas que idolatran. La única diferencia es que ahora es más fácil percibirlo. TesseracT pertenecen junto a bandas como Periphery, Animals as Leaders o Monuments a ese grupo de pioneros que cambiaron la noción de lo que era el metal en esta década. Juegan en su propia liga y me parecen los indiscutibles jefes en lo que hacen, y Polaris es de los discos que más he escuchado en los últimos años. Y ninguna crítica que puedan hacer los nostálgicos de la era pre-digital me quitará la sensación de carne de gallina al escuchar “Hexes”, “Tourniquet” o “Seven Names”.
The Ocean – Pelagial (2013)
Este disco cuando salió fueron palabras mayores para mí. Fue como condesar en un solo álbum muchos de los elementos que me apasionan de la música, con una calidad desbordante, y comprimirlos hasta crear una verdadera obra maestra atemporal. Infinidad de texturas y detalles preciosistas y ambientales se daban la mano con riffs a medio camino entre el stoner y el sludge, frescos y coloridos. Canciones que funcionaban como auténticos temazos en solitario se difuminaban en la finalidad colectiva: construir un álbum cohesionado. Y las referencias melódicas y de armonía conforme avanza el disco casaban con letras profundas y filosóficas. La ambición progresiva, el músculo del metal y la densidad del post-rock más pesado habían encontrado en Pelagial la perfección.
Desde ese momento The Ocean se convirtió en uno de mis grupos predilectos, y sentaron un precedente respecto a cómo puedo llegar a conectar con la música y la manera en que puede llegar a influenciarme. Siete años después y lo disfruto igual o más que el primer día. Invitados estáis a sumergiros en las profundidades del océano –y de la psique humana– escuchándolo.
Alcest – Écailles de Lune (2010)
Habiendo cubierto ya con The Ocean un poco esta rama musical mi primer impulso era dejar fuera a Alcest a favor de un artista diferente y menos predecible, pero tras confirmar la fecha del Écailles de Lune, la decisión no podía ser otra. Una de las obras más perfectamente imperfectas que ha dejado la década para los fanáticos del metal extremo que no tiene miedo a abrirse a su lado más delicado y vulnerable. Neige es un visionario, supo dejar atrás cualquier tipo de prejuicios, de etiquetas y barreras mentales, y acercarse a la música con la actitud de los pioneros que expanden los horizontes para que nunca vuelvan a sus limitaciones originales.
Como analogía de la sensación de no pertenecer a ningún sitio y anhelar un lugar desconocido que le oprimió durante su adolescencia, Neige eliminó la frontera que separaba los aullidos y ritmos tortuosos del oscuro black metal de los paisajes luminosos, calmados y aterciopelados del shoegaze. Reivindicó a los por entonces separados Slowdive y unió su fórmula a la de sus amados Emperor, plantando la semilla para una discografía en la que ha dicho –y continúa diciendo– mucho, y abriendo camino para una gran cantidad de bandas que carecen de la obsoleta concepción del metal como género elitista que debe mantener su pureza.
Selección de 5 discos de Seruli
Eldamar – The force of the ancient land (2016)
Ni siquiera había pensado en este álbum del desconocido noruego Mathias Hemmingby en mi primera criba, y supongo que habrá alguno que quiera cambiar cuando ya sea tarde, puesto que mi ajetreado modus vivendi me impide adoptar un sistema organizativo adecuado en relación a mi librería musical. En resumen, que soy un vago y no tengo apuntados ni los años de los discos. Pero ya que he pescado este no lo voy a dejar escapar, porque de verdad me flagelaría fuertemente si no lo pusiera en la lista, pues pese a no ser lo más innovador de la historia, es un álbum que me caló muy hondo. Advierto que este tipo de discos se basan en la repetitividad, así que mejor acercaos con precaución.
Eldamar llegó poco después de que se apagara mi fiebre por el black atmosférico, reavivándola e insuflándole vida hasta un punto en el que no he vuelto a dejar el género de lado. Es por eso que le dedico un puesto aquí. Las razones intrínsecas están claras. El álbum es una maravilla. Basado en el señor de los anillos, las canciones en general cuentan con una base de acordes de guitarra black metaleros, creando una atmósfera sobre la que se juega con el sintetizador. Es enteramente instrumental –si obviamos el constante y melódico “ah” de la voz sampleada femenina–, y cuenta con algunas de las melodías más simples y a la vez más bonitas que he escuchado en mi vida –sí, he dicho bonitas, pero también he dicho black “atmósferico”– y que seguirán en mi frágil memoria hasta que la carne sea polvo.
Ellende – Todbringer (2016)
Seguimos con el black atmosférico, la melancolía y las guitarras distorsionadas hasta formar una pared homogénea de la dureza de un chusco de pan dejado durante diez días a la intemperie. Ellende nació en el 2011 de la mano del austriaco Lukas Gosch, siendo en 2016 cuando lo conocí con su segundo LP Todbringer, un álbum lleno de magia y una mezcla a partes iguales de añoranza y pesadumbre que a día de hoy he podido encontrar en muy pocos sitios.
Todbringer es, simple y llanamente, la definición de pasión. Todos sus elementos, desde los riffs y armonías de guitarra, los pasajes acústicos y los shrieks desgarradores llevan a formar una atmósfera desoladora cuya magnitud no puede ser contagiada por otro medio que no sea el que ha elegido este gran músico. Dejaos llevar por un mundo aterrador e íntimo, intenso y vibrante. Cogeos de la mano del portador de muerte, y no la soltéis nunca.
Orphaned Land – The Never Ending Way of ORWarriOR (2010)
Siempre he sentido fascinación por la música de Orphaned Land, por su mensaje de paz, por su complejidad fuera de serie y por la manera en que todos sus elementos se funden para otorgar a sus composiciones algo único. Tras Mabool – The Story of the Three Sons of Seven, parecían haber alcanzado el pináculo de su potencial, pero seis años después, en 2010, nos ofrecieron la que para mí es su obra cumbre, invicta pese a sus dos intentos posteriores, The Never Ending Way of OrWarriOr, el guerrero de la luz, quien a día de hoy de su orgullo no ha perdido un adarme, ni atenuado ha sido su fulgor.
The Never Ending Way es un disco que lo conjuga todo, momentos ambientales y atmosféricos, pasajes con regusto a oriente próximo, riffs potentes, enrevesados y a la vez pegadizos, cambios de ritmo, partes corales grandiosas y growls y voces limpias que se intercalan de forma totalmente natural para dotar a las composiciones de un estilo y una belleza únicos. Aquí no hay trampa ni cartón, ni artificios forzados para que parezca más de lo que es, aquí la música fluye y se desarrolla libremente. He aquí la obra cumbre de una banda cumbre en su estilo, que no es otro que el de la música.
Swallow the Sun – Songs from the North I, II & III (2015)
Pues miren, durará dos horas y media, pero al menos se hace mucho más llevadero que el disco de black ambiental de idéntica duración que tenía pensado para este puesto. Y ya basta de justificaciones innecesarias. Si no tenéis dos horas y media para escucharlo, pues no vayáis al cine un día y punto. ¿Qué hacen Swallow the Sun? Con su vida no sé, y con su música… pues la verdad es que también es difícil encasillarlos, sobre todo viendo lo que hicieron en este álbum. Por poner etiquetas, digamos que una especie de doom/death melódico. Eso sí, lo que aquí escucharéis, lo que yo considero uno de los álbumes de la década, está por encima de etiquetas. Es un álbum que juega con las emociones, y que está por encima de cualquier idea de pretenciosidad hasta llegar al nivel del arte por el arte.
Paradójicamente, ellos mismos ponen etiquetas, que se acercan bastante bien a lo que quiere transmitir cada uno de los discos que conforman el LP, que exploran cada uno una faceta distinta del sonido de la banda. El primero, Gloom, algo así como melancolía en castellano, lo conforman ocho canciones que no se contentan con ser tristes, sino que te cogen del cuello y te zarandean hasta dejarte hecho un paño de lágrimas. No me puedo –ni quiero– imaginar de dónde sacaron la inspiración para componer esto. La segunda parte, Beauty, es mi preferida, por mucho que hable tanto de la primera. Aquí muestran su vertiente acústica y folk, componiendo varias de las melodías más bellas que he oído nunca, y quedándoles aún hueco para la tercera parte, Despair. De verdad que me faltan seis párrafos para describir todo lo que pasa en este álbum. Despair, donde sale a relucir el funeral doom, es un maldito agujero negro de desolación que se traga tu energía vital y la regurgita hasta no dejar más que un cascarón hueco. Y yo lo sé, y vosotros lo sabéis, que aquí nadie ha pedido los discos más divertidos de la década. Esto os va a destrozar, pero si podéis recuperaros, habréis superado la prueba. Os habréis hecho un poco más nórdicos.
Thy Catafalque – Geometria (2018)
No podía faltar un grupo de avant-garde para cerrar la década, que si no la lista se queda coja. ¿Cómo describir Geometria? Lo de describir a la banda lo dejamos para otro día, porque cada cosa que hacen es única y cambian de estilo como quien cambia el rollo de papel de váter. El metal se conjuga con todo tipo de estilos imaginables, jazz, folk, doom, hard rock, synth-wave… Bah, no sé ni para que lo intento, sencillamente transgrede las leyes de cualquier género y va un paso más allá, consiguiendo que todo fluya y que ni si quiera te des cuenta de que el disco tiene un principio y un final.
Fijaos que ni siquiera yo tengo la sensación de haberlo escuchado todavía… Creo que me estoy mareando. Pero una cosa sí podemos sacar en claro, y es que tiene tantas cosas por descubrir que en comparación el cielo nocturno se queda corto de estrellas. Este será vuestro primer viaje astral sin drogas, que consistirá en quedaros pasmados todo el trayecto preguntándoos qué ostias estáis oyendo, si os gusta o no y cómo podríais defender ante otra persona que en verdad os ha gustado mucho aunque no os hayáis enterado de nada. Si no os apaña, pues tomad las drogas directamente. Pero no digáis que no había otra opción
Una respuesta a “Nuestra década en discos (I) – Andiros & Seruli”