Nuestra década en discos (III) – Raulsangonzalo & Thepot

LISTA III

Para cerrar la serie de posts donde hablamos de los discos que más nos han marcado esta última década (parte I y II), tanto Thepot como yo hemos tenido que prácticamente lanzar una moneda al aire y decidirnos por los más importantes para nosotros, los que más nos han movido como humanos y músicos. Para mí ha sido una década de cambio generacional en muchos aspectos; lo que hace diez años era considerado moderno, ahora ya es clásico, y en estos últimos años hemos visto una evolución musical donde se han difuminado las barreras y los límites que definen un género de otro. Lo que antes era considerado ecléctico ahora está a la orden del día. Y a nosotros nos encanta.

Selección de 5 discos de raulsangonzalo

Daft Punk – Random Access Memories (2013)

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Creo que en esta lista no podía faltar uno de los discos más sonados de esta década, y no sólo por las escuchas en exceso de «Get Lucky» o «Lose Yourself To Dance». En Random Access Memories, hay una esfera definida por el funk, el disco y la electrónica analógica clásica de Daft Punk, que sobrevuela otros géneros como el rock, ambient, el pop e incluso se atreve con temas que superan los 8 minutos.

Lo cierto es que es un disco, a mí modo de ver, perfectamente balanceado, con su parte más activa (comercial) y su parte más reflexiva. Una oda a esa experimentación propia de los 80 y la búsqueda de nuevos sonidos, con multitud de artistas invitados, que logró clavar un estandarte en un momento donde la música electrónica empezaba a convertirse en un ‘corta-pega’ y en reciclar los mismos patrones una y otra vez.

Chris Christodoulou – Risk of Rain (2013)

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Lo admito, sé que meter a Chris Christodoulou aquí es una apuesta arriesgada, pero el fenómeno «Risk of Rain» no puede pasar desapercibido. En esta década hemos visto como la proliferación de las corrientes independientes, del DYI (Do It Yourself!) y plataformas como kickstarter, ha llevado a muchos desarrolladores y artistas a reducir los departamentos de sus videojuegos, en este caso, a una única persona.

Donde antes había un compositor (o varios) con distintos arreglistas, ahora sólo hay uno. Y cuando esa persona es un músico de la talla de Chris Christodoulou, pueden llegar a ocurrir verdaderas maravillas. La libertad que se le dio a Chris para hacer esta épica banda sonora desde su propio cuarto, donde no tiene ningún prejuicio en mezclar música ambiental de videojuegos con rock progresivo y electrónica, le ha llevado a colocarse como una de las mejores producciones musicales de los últimos tiempos. Y esto es importante, ya que la escucha de bandas sonoras de videojuegos como álbumes en sí mismos, se ha convertido en una realidad para muchos. Como escuchas obligadas, «Coalescence» o «Tropic of Cancer».

Nick Johnston – Remarkably Human (2016)

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Poco antes de descubrir a Nick Johnston, me sentía cansado de escuchar música donde la guitarra era, casi siempre, el instrumento principal. Sin embargo, al darle una oportunidad y ver que habían otros instrumentos como el piano, que acompañaban e incluso tomaban protagonismo, me llamó mucho la atención. Y mucho más al saber que Luke Martin y Gavin Harrison estaban detrás de este desconocido titán que era Nick Johnston.

No me cansaré de decirlo. Hay mucha música guitarril que es solo entendida por un público muy versado en el género. Sin embargo, la música de Nick Johnston transciende esta barrera. El tratamiento de la melodía, y de su expresión, casi como si hubiese un director de orquesta dictando la altura de sus notas, convierten a la obra de Nick Johnston en un referente de la guitarra moderna. Ya no queremos shred porque sí, queremos algo mucho más elaborado, que nos invite a soñar, como en sus inicios hizo Jeff Beck. Una obra que, además, logra entrar de lleno en un terreno donde el djent y lo digital campa a sus anchas.

Plini – Handmade Cities (2016)

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Tengo el honor de hablar de Plini. Lo del fenómeno Plini ha logrado atravesar perpendicularmente los géneros de guitarra instrumental y del rock progresivo, en general. Y tenía que ser así. Desde comienzos de siglo, hacía falta ponerle una cara a la guitarra instrumental, pues la proliferación de otros géneros y la falta de nuevas figuras que innovaran, relegaban este género a Satriani, Vai, Petrucci y compañía. Sin embargo, los avances y el acceso a nuevas tecnologías permitió que este joven chico australiano, desde su habitación en Sydney, se pusiera a componer y a compartir en las redes sociales sus habilidades, probablemente inspirado por los trabajos de Tosin Abasi (Animals as Leaders) y Misha Mansoor (Periphery).

La música de Plini es compleja, multicolor, equilibrada y, sobre todo, bonita. Además es una música muy luminosa, que contrasta con la oscuridad y las guitarras super graves y machaconas que tanto nos gusta del género djent. El disco «Handmade Cities» supuso un manifiesto de la guitarra instrumental moderno. Y no es que sea su mejor trabajo (en mi opinión, los EPs anteriores tienen mejores acabados), pero que este chico al que todo el mundo empezaba a conocer y tenía EPs sueltos por aquí, vídeos por allí, lanzase este disco fue, salvando las distancias, como cuando se publicó el Surfing With The Alien de Satriani o el Passion & Warfare. El tiempo, y las nuevas generaciones, dirán.

David Maxim Micic – Bilo I (2011)

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Si antes hablábamos de Plini como el máximo exponente de la guitarra instrumental moderna, no podíamos dejar de hablar de David Maxim Micic. Como prólogo, a David Maxim lo conocí junto a andiros en Barcelona, cuando fuimos a ver a Plini y a Disperse. No había escuchado apenas hablar de él, pero me sorprendió. Tanto que después del concierto tuve oportunidad de hablar con él y le dije lo que sentía: que habíamos sido testigos de la nueva generación de guitarristas, lo que en el pasado había supuesto el G3.

Y no me equivocaba. Pues cuando me lancé de lleno a escuchar la música de David Maxim, sentí que era una auténtica revolución. Un tío que se ha hecho así mismo, que lo compone todo, que es un verdadero maestro del sonido y que, además, tiene grandes habilidades como compositor sinfónico. Si a todo esto le añades que además proviene del mundo de la guitarra, con el mismo género que poco tiempo después abanderaría Plini, te puedes hacer a la idea del terremoto que supuso. David Maxim clavó su bandera, pues su forma tan sutil de mezclar géneros y llevarlos al terreno progresivo, a mi modo de parecer, suponen la misma frescura que Dream Theater nos dio en los años 90. Y es por eso que Bilo I, y realmente casi toda su discografía, es una de las grandes producciones de esta década.

Selección de 5 discos de Thepot

Black Country Communion – Black Country Communion (2010)

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Un disco imprescindible para mí, principalmente porque me permitió descubrir a una de las gargantas más portentosas que nos ha dado la música: Mr. Glenn Hughes. ¿Qué pasa si juntas a Hughes con el guitarrista de blues más famoso del planeta? Que nace esta barbaridad psicodélica que supuso Black Country Communion. Y si a este tándem Bonamassa-Hughes se les unen Derek Sherinian (Dream Theater, Yngwie Malmsteen, Sons Of Apollo) y Jason Bonham (hijo del mítico John Bonham, baterista de Led Zeppelin) el resultado es este disco homónimo de 2010 que supuso toda una revolución en el mundo del hard rock. “One Last Soul”, “The Great Divide” o la mastodóntica “Song of Yesterday” demuestran que si esta banda se hubiera creado en los 70’ estaríamos hablando de una verdadera leyenda, sea como sea, es un auténtico placer ver a músicos de tanto calibre patear los culos de los nuevos iluminados del rock (ejem, ejem).

Leprous – Coal (2013)

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Que Leprous, ahora mismo, está en boca de absolutamente todo el mundo no es ninguna novedad, tampoco que se van a comer el mundo del rock ellos solitos, sino tiempo al tiempo. Pero ese sonido tan característico, tan cristalino y a la vez triposo, tan coral y morfológico, como sintético y robótico, tan único, empezó con este “Coal” de 2013, y para mí, desde entonces encabezan una de las corrientes más prolíficas y reconstructivas de la música progresiva. Solo con escuchar las incandescentes melodías de “Foe”, la pulcra y bendita “The Cloak” o la desquiciada y agresiva “Contaminate Me” sabes que estas ante algo grande, y repito, único. Sólo el destino sabe que les deparará en la próxima década, pero a una banda que no tiene ningún techo musical (ni técnico) pocas cosas malas le pueden suceder.

Carpenter Brut – Trilogy (2015)

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Si tuviera que rescatar un único suceso musical en esta década, sin duda alguna me decantaría por el nacimiento (o renacimiento, mejor dicho) del synthwave. ¿Y qué es el synthwave? Os preguntareis los más advenedizos, pues no es más que la contrapartida electrónica al revival que ha supuesto estos últimos años el fenómeno ochentero, pero no es solo eso: hay una ramificación tremendamente inspiradora, y es que si juntas heavy metal y música electrónica, todo desde una perspectiva de lo más retro-futurista, cyberpunk y gamberra obtienes prácticamente a la perfección lo que nos llevan ofreciendo casi desde principios de década los franceses Carpenter Brut. Hoy queremos recordar su pluscuamperfecto “Trilogy” que unificaba en uno único disco sus tres primeros EPs. ¡Larga vida al nuevo metal sintetizado!

Havalina – Las Hojas Secas (2010)

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El terreno nacional nos ha dado grandes alegrías esta década, pero me encantaría destacar entre todas ellas la propuesta de Manuel Cabezalí y los suyos, o más concretamente esa joya ruidosa que supone “Las Hojas Secas” de 2010. Ahora bien, ¿Qué tiene “Las Hojas Secas” para colocarlo en esta tremebunda lista? Principalmente, por que supuso el coletazo definitivo del sonido Havalina. Aunque cierto es que en su antecesor ya encontramos muy detallado el camino que quería seguir Cabezalí, es aquí cuando la fusión de la música indie con la fuerza del stoner y el rock más estentóreo cobra realmente belleza. “Desierto” o “Mamut” son tragaluces demoledores, otras como “La Pared” o “Ley de la Gravedad” son remansos de paz. Moverse entre dos aguas siempre es difícil, pero Havalina lo solventan con esa sencilla habilidad que les caracteriza y el buen gusto de sus composiciones. Diez de diez.

Steven Wilson – Hand. Cannot. Erase. (2015)

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Todavía sigo recordando emocionado el momento en el que Steven Wilson daba paso en el escenario a Ninet Tayeb mientras el piano arpegiaba los primeros acordes de “Routine”.  Esta maravillosa canción se encuentra dentro del que para mi es el mejor álbum de Steven Wilson en solitario: Hand. Cannot. Erase. La razón es simple, es un disco mágico. Steven deja aquí la parafernalia instrumental y los alardes más técnico/progresivos de su predecesor y nos ofrece un disco sencillo, pero tremendamente hermoso. “Perfect Life”, “Happy Returns” o la ya nombrada “Routine” muestran a un Steven Wilson más cercano y cómodo, buscando transmitir más emoción que asombro, con esa delicada sensación de oscura alegría que barniza (casi)todas sus composiciones. A estas alturas, creo que ya es hora de olvidar la alargada sombra de Porcupine Tree y alabar la señorial carrera de Wilson, se lo merece.


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