Cuando uno espera un álbum de una de sus bandas favoritas, sabe que siempre va a tener algo bueno. Cuando uno espera un álbum de una de las mejores y más representativas bandas del power metal, sabe que siempre va a tener algo bueno. Cuando uno da un paso por la calle y siente el zapato pisar acolchadadamente bajo un sonido viscoso, sabe que va a levantar el pie y va a ver algo bueno. Pues no.
Se acabó la magia, al menos de momento. Entiéndase por magia la conjunción aleatoria de circunstancias que permiten a un álbum tocarte la patata de alguna forma especial. Esa magia ya se había acabado unas cuantas veces antes, y vuelto a recuperar, así que no preocupa mucho. ¿Quiere esto decir que vaya a hablar de un mal álbum? No. El disco está bien, es divertido, tiene algunas buenas canciones, aunque otras realmente prosaicas, y la técnica… bueno, eso no se discute. Pero si sólo se puede decir eso de un álbum de Helloween, apaga y vámonos. Es como pillarte los dedos con la puerta: al final se te acaba aliviando un poco el dolor, pero es un alivio pasajero, tan pasajero como el divertimento de este disco.
Los alemanes tienen tantas obras maestras como billetes tiene un banco. Desde el “Walls of Jericho” (1985) con Hansen dejándose la garganta derribando muros como mazapanes, pasando por los legendarios “Keepers” con Kiske como cantante (1987-1988), escampando Hansen pocos meses después y Kiske unos años más tarde tras las primeras decepciones de la banda. Luego llegó Andi Deris, dejando alguna que otra obra maestra con él a la voz, como “The Time of the Oath” (1996) o “Better Than Raw” (1998) y siguiendo actualmente en la banda, por lo que se puede decir que, tenga mejor o peor voz (peor) que su antecesor, al menos sí tiene mayor voluntad y buen rollo. Y aquí los tenemos hoy en día, habiendo intercalando grandes discos con otros relativamente mediocres para sus estándares, pero siempre con alguna canción de la que poder decir “¡Esta sí!”. A ver si esta vez trae al menos una de esas.
Antes de empezar la reseña, no quiero gastar un párrafo para esto, así que lo digo así a lo bruto: vaya truño de portada se han marcado. La anterior tan digitalizada ya era bien cutrona, pero esto… ¿Es que vieron “El Día de Mañana” y pensaron que nadie notaría el plagio? Ya está. El álbum comienza con lo que he considerado llamar “La tripleta molona”. La primera «Heroes» nos llega con un riff cañero y la voz de Deris sonando fantástica y oscura, y un estribillo sencillo pero muy poderoso.
“Battle’s Won” continúa el rifferio añadiendo un estribillo épico ensalzado por unos teclados a lo orquesta que le van que ni pintados y un solo que incluye un punteo muy conseguido. Melodías muy happy rebajadas por una producción empastrada que consigue deslucirlo todo en un halo más guarro de lo que debería. “My God-Given Right” demuestra que las calabazas no han perdido la buena costumbre de hacernos echar unas risas con un vídeo siempre ridículo, pese al contraste con la canción, más seria de lo que debería.
Ya acabada la tripleta molona la cosa se mantiene regulera. “Stay Crazy”, aún siendo tan alegre que hasta podrías ponerte a bailar, suena demasiado gastado, sobretodo el estribillo. Amén de ridículo. “We wanna stay crazy, as fresh as a daisy”… Un poquito de sangre, por el amor de Metallian. Los chicos siguen meando fuera del tiesto con “Lost in America”, con el estribillo más aburrido, aunque rescatable por el trabajo guitarrero, o en “Russian Roulé”, así como suena, ¿qué jeringas es roulé?, digo yo que será roulette, donde encontramos el siguiente peor estribillo, tan simple como “Come on and play… Aaah… Russian roulé”. Lo más destacado, y siento repetirme, es el solo. Curioso, pero todo el disco parece salvarse por esto. Aún con esto, las ideas siguen fluyendo como el agua en un bidet (o bidé) atascado.
Las siguientes siguen la regla. Desde luego, no se han calentado mucho la cabeza. Un disco simple, con estructuras sencillas y nada rebuscadas, y melodías cañeras aunque un tanto sobadas. Para no eternizarme más que los anuncios de A3, y ya que la cosa se alarga hasta las 13 canciones, algunas bastante anodinas, más unos cuantos temas extra en la edición chachi lujosa japonesa, comentaré de las que quedan sólo las que tengan algo bueno que ofrecernos.
“Swing of a Fallen World” es oscura y rabiosa a más no poder, y aunque el estribillo se alarga un poco, el apartado instrumental y sobretodo la guitarra suenan poderosos, técnicos y atractivos. La balada “Like Everybody Else”, que pese a no relucir mucho y faltarle un poco de fuerza, por raro que parezca, ya que Helloween siempre aciertan con las baladas, sí consigue conmovernos algo. La última rescatable es la cachonda “If God Loves Rock ‘n’ Roll”, divertida, alegre, movida, con algún efecto raro por ahí, en fin, no va a desvelarnos los misterios de la vida como la Coca-Cola, pero gana puntos.
Sí que voy a dedicarle un momento a la última, “You, Still of War” que podía haber sido la mejor. De hecho, las que cierran normalmente se llevan la palma. Pero fue llegar al estribillo tras unos grandes minutos, incluso progresivos y muy trabajados, y quedar con la boca abierta del pasaje tan moñas como insustancial que se acababan de marcar. Luego me di en el muslo contra el pico de la mesa y se me olvidó, pero vaya tela. ¿No podíais haberlo niquelado un poco para acabar mejor el disco?
Resumiendo, no es el mejor disco de Helloween (risa sarcástica), no es el mejor disco de power del año (suspiro meditabundo), pero el disco se hace disfrutar, te hace mover el pie en la mayoría de las canciones, tiene su tufillo happy que siempre caracteriza en mayor o menor medida a la banda, si exceptuamos quizá el “Dark Ride”. Tiene lo bueno de Helloween, pero sin tener lo bueno de Helloween. No sé si me explico. Creo que no. A freír cuernos.