Opera Magna – Del Amor y Otros Demonios. Act. II

9c5d1eb6ad4fb85b6722938ae935829c32eec0bd

¡Lo han conseguido! ¡Los valencianos Opera Magna lo han conseguido! No, no han ganado un Grammy, ni van a abrir para Stratovarius ni nada por el estilo. Digo que han conseguido sacar otro discazo de aquí a China, y de allí de vuelta hasta aquí, y luego repetir hasta cansarse, aunque no puedes cansarte. Y no, no me he tomado nada raro. Vamos al arroz, que tiene buenos granos que desgranar.

Opera magna no hace ópera, como a priori podría asegurar cualquier listillo, sino power metal. Power metal del bueno, del elegante, del que goza de atmósferas épicas y voces y estructuras bien trabajadas e instrumentaciones rápidas y poderosas. A la causa presta su voz el tremendo José Broseta, en la banda desde el primer álbum “El Último Caballero”, su disco más power, con las bases más rápidas y los himnos más coreables, conteniendo temazos para el recuerdo como o “El largo viaje”, que no se hace tan largo, o la bélica “La Sangre del Enemigo”, a prueba de alzheimer.

Completando el elenco tenemos a Rubén Casas al teclado, Adrián Romero a la batería, Alejandro Penella al bajo y Javier Nula y Enrique Mompó, fundadores de la banda, dando buenos guitarrazos por doquier. La banda evolucionó y sacó un aún mejor trabajo, «Poe», que bien saben todos a quien iba dedicado. No es que sea muy original lo de homenajear a Poe, sin ir más lejos se puede nombrar la gran ópera metal “Legado de una Tragedia”, pero desde luego el disco salió redondo y muy trabajado, sobre todo en las letras. Comenzaba con aquella prometedora introducción, “El cuervo”, narrada curiosamente por el actor de doblaje de Leonardo Di Caprio o Johnny Depp, Luis Posada. Cada canción estaba dedicada a una obra de Poe, cada una de ellas tenía su aquel, pero todas compartían una atmósfera de desasosiego acorde al tema que lo hacía un disco único, y por supuesto, sin olvidar aquella tremenda elegía final de más de diez minutos dedicada al autor en sí. O séase, mi álbum favorito de la banda.

No pudo ser superado, aunque por poco, por aquel magnífico trabajo, dos años ha, “Del Amor y Otros Demonios. Act. I”, principalmente por su corta duración. Y es que, valga la redundancia, era un corta duración. Un disco dividido en tres partes, y ese año tocó solo la primera. Y eso lo que provoca es hambre. Y el hambre es mala. Pero oye, no digo que cuando estén listas las tres partes no vaya a ser su mejor álbum, que estoy casi seguro de que sí. Y con todo esto aclarado ya podemos afrontar la salida de su nuevo trabajo, sacado a finales del año pasado, que como podréis imaginar sin mucha hernia neuronal, se trata de la segunda parte, un segundo EP, titulado “Del Amor y Otros Demonios. Act. II”. Si antes ya trataron temas tan dispares como la épica caballeresca y la obra de Poe, aquí nos llevan por terrenos más metafísicos e intangibles, amores y desvaríos pasionales, que no hay que confundir con la obra homónima de García Marquez. Veamos si el segundo EP conserva como siempre la frescura de todos sus trabajos anteriores.

El álbum abre, para no faltar a las buenas costumbres, con una espectacular introducción instrumental, “Rojo Escarlata”, si bien no tan sinfónica como la del primer acto, sino más dura y explosiva, mezclando esos elementos sinfónicos y coros con melodías guitarreras de alto calibre y cabalgada baterística. Pero ojo, digo introducción porque es la primera canción y es instrumental, pero joder, esto ya es canela en rama, de la fina, de la buena. Enlazamos con “Para Siempre”, donde la orquestación sinfónica sigue dando que hablar, formando una simbiosis inquebrantable con el resto de instrumentos y Broseta nos regala sus primeros versos, poco a poco y complementando las melodías, pero reluciendo en cada frase.

En “Donde Latía un Corazón” las líneas vocales comienzan a tener un papel mayor en todo su desarrollo, sobre todo en ese magnífico estribillo, pero si hay algo que es necesario resaltar el solo, que comparten Nula y Casas, guitarra y teclado, power neoclásico de libro. “Hijos de la Tempestad”, en cambio, lleva un ritmo y unos tintes completamente distintos. Comienza reposada, con la orquesta acompañando a un melifluo y exquisito canto de Broseta, para ir derivando, apacible, sutilmente, hacia una mezcolanza de melodía y poesía, de canto, de amor y pasiones encontradas. Una canción que, en sus palabras, hará derribar los cimientos de la humanidad, o al menos, que se colocará en un merecidísimo primer puesto, pese a lo equilibrado que es el disco.

La última canción llega ya, es “La Trampa del Tiempo”. Si, ya está aquí el final, no olvidemos que esto es un EP, pero aún siendo el final, no nos encontramos con una magna obra de colosales dimensiones, no sobresale del resto, sino que el tema fluye como lo han hecho todas, con claroscuros, a veces suave y a veces apoteósica, a ratos fría y oscura y a ratos cálida y sentimental, diciendo en cinco minutos todo lo que podía decir y más. Un digno final y mucho más, para la digna continuación de una obra que promete mucho más.

Los instrumentos han sonado en plena sinfonía y sintonía, la orquesta no ha sonado estridente, sino en su sitio, y los coros han complementado y no se ha superpuesto a la voz. Cierto es que la guitarra rítmica no ha sonado muy potente, pero esto es un fallo menor comparado con lo que hemos escuchado. Queda por consiguiente expuesta mi posición sobre el álbum que nos ocupa, y si no hay otro alegato o evidencia que pruebe lo contrario, yo declaro al segundo acto de “Del Amor y Otros Demonios” como una jodida obra maestra. He dicho, y no me retractaré.


Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s