Applesmellcolour – Unscrupulousness

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¿Buscas un poco de color en tu vida? ¿Te has comido todas tus ceras de colores y no encuentras más? Dos consejos: sé que parecen apetecibles, pero no te comas las ceras, y presta atención a la reseña de hoy. El grupo que hoy reseñamos viene de Tarragona, ¿su nombre? Applesmellcolour. ¿Campo? Musical.  No es la mejor introducción de la historia, pero algún día aprenderé.

Digamos que, si fuesen pintores, la paleta de colores de los Applesmellcolour (a quienes llamaré “Manzanas” de aquí en adelante para ahorrar saliva) comprendería un espectro bastante amplio. Algo que es difícil encontrarse en la música son propuestas que logren provocarte diversas emociones, alegría, tristeza… esto… bueno, ya sabéis de que va eso de las emociones, ¿no? El caso es que pocas bandas diversifican tanto su propuesta en un mismo disco. Las Manzanas lo hacen, y con muy buen gusto, mezclando estilos como el jazz, blues y e influencias de los más grandes del progresivo.

Seis son los integrantes que vienen a ofrecernos los gajos de esta suculenta manzana que es su álbum «Unscrupulousness» (y que nadie me pregunte si existe semejante palabra). Ellos son  Uri Mas a la voz y la guitarra, Lluís Barceló a la guitarra, Pep Espasa tocando el saxo, flauta travesera junto a otros instrumentos, Mo Espasa al piano y teclado, Loti Arroyo al bajo y Marc Claramunt a la batería. Mencionar también que Lluís, Pep y Loti también contribuyen a las voces.

El disco comienza con una intro, “Strings Field”, a modo de sample, donde se trata sobre la teoría de cuerdas de forma muy poética, amenizada por un piano y un sintetizador místicos, y que empieza este viaje a lo más bajo del ser humano y su naturaleza desde esta óptica tan curiosa. El caso es que la intro da paso ya sin comerlo ni beberlo a una de las mejores y más alocadas canciones del álbum, “I’m an Atom in the World”. Su locura se hace más patente a partir de los tres minutos, cuando las melodías un tanto oscuras se desmadran al entrar un magnífico saxo que hace honor al señor Coltrane. Las cosas se empiezan a desmadrar unos minutos después, cuando el mismo saxo se marca un solo de órdago y cambian todos los esquemas de la canción, quedando la aventura en un desparrame la mar de crimsoniano. Un lánguido gemido acaba las cosas por la puerta grande. Una delicia al paladar y al oído.

Mary Monster” abre un poco más las alas de la creatividad de la banda, rompiendo con la seriedad del tema anterior y dando paso a un rock más alegre y saltarín, en el que igualmente se intercalan dos partes muy diferenciadas, como la primera parte cantada que me recuerda un tanto a la amiguita bizca de los Tull, “Cross Eyed Mary” (¿será casualidad lo del nombre?), y la siguiente parte con un riff bien potente seguido de una sorprendente parte operística. En el siguiente tema, “Chris”, bajan revoluciones para regalarnos un tema acústico en el que el que guitarra acústica y voz cobran protagonismo tejiendo una melodía muy sentida y relajante, acompañada de un piano delicioso.

Esa falta de concordancia, esa locura desatada (que al final parece concordar y atarse por arte de magia) que ya veíamos en “I’m an Atom in the World”, vuelve a darse en el tema título, “Unscrupulousness”, que de nuevo nos lleva por cientos de mundos, uno dentro del otro, formando parte de un todo, un todo unido por el lazo de una base rítmica cojonuda y un saxofón que siempre sabe donde actuar y que notas tocar para darle ese sabor único. El contraste con la siguiente, “Boss of Wizards”, se hace patente desde el comienzo de la canción, con un curioso trabajo del batería acompañado de un órgano que otorgan la gravedad necesaria al tema y a su mensaje (el poder del dinero y, como bien dice el título, la falta de escrúpulos) y marcan el camino sosegado y sobrio que seguirán las melodías. Si bien el tema principal se hace un poco pesado, hacia la mitad hay elementos suficientes (incluyo un magnífica pasaje de flauta) para darle el dinamismo necesario para brillar por sí sola.

Tras “Oil Slick”, canción con un trabajo soberbio del bajo y de la voz que le dan un rollo más bluesero, y donde el cantante se atreve a darnos una interpretación distinta del resto de temas, algo más intensa y teatral, llega el plato más flojillo del álbum (y aún así sigue siendo un temazo), “Landscape”, que haciendo honor a su nombre nos dibuja un paisaje repleto de tonos que cubren todo el espectro, y donde también aparece el saxo y unos punteos y un piano que de nuevo hacen gala de un buen gusto exquisito. Lo de plato flojo, en definitiva, venía porque a mí no me ha llenado tanto como el resto, se me hace un tanto lenta, aunque tiene un rollo inigualable de club de jazz, lleno de humo y magia hasta los topes.

Blank Look” continúa el tono introspectivo de la anterior y le añade un nuevo y sugestivo elemento, la flauta travesera, que aporta el ingrediente distintivo durante toda la canción. Al igual que esta, “Death in the Mirror” conserva el mismo tono y ritmo, dando a estas últimas canciones un sentido de unidad. Aunque sinceramente, me habría gustado más algo más movido para concluir el álbum, ya que lo único que resta es la outro.

Y por aquí llega, efectivamente, “Eleventh Dimension”, corta y bella, que nos trae de nuevo el discurso del comienzo, y que cierra de forma íntima este álbum de contrastes, de subidas, de bajadas, y de constantes descubrimientos. ¿Qué es «Uncrupulousness» sino el fresco olor de una manzana tintado con los colores del ocaso? Señores y señoras, la verdad hoy se disfraza de cursi en mis palabras. Disfruten el sabor de la buena música.


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