Es probablemente el artista que más artículos ha protagonizado en Spreading the Sound, pero no es de extrañar con su capacidad de componer música de tanta calidad y sensibilidad y ofreciéndonosla con tanta asiduidad. En los últimos años me he visto frecuentando, al menos en espíritu, los gélidos y hermosos parajes islandeses, siendo cada vez más a los músicos de la isla norteña a los que suelo visitar en mis reproducciones. El último trabajo de Ólafur Arnalds es un homenaje a su hogar, a sus paisajes, a su gente y a la magia que lo rodea. Porque cada vez se me hace más evidente que los islandeses tienen una percepción única del mundo, una perspectiva diferente forjada en las peculiaridades del entorno que les rodea, y que cristaliza en una forma de plasmar su música inigualable. Ólafur es un compositor humilde, teniendo entre sus objetivos el de romper con los estereotipos de la música clásica e intentar llamar la atención a un público mayor. Es un compositor minimalista, siempre las notas justas y necesarias para quebrarte ante la belleza que es capaz de hilar. Y es un compositor ambicioso a la hora de afrontar su obra.
Siete semanas. Siete sitios. Siete canciones. El número siete ha marcado el desarrollo de «Island Songs«, el cual es mucho más que un álbum o colección de singles. Es un viaje, tanto en sentido metafórico como literal, a lo largo de Islandia. Ólafur se embarcó en un gran proyecto audiovisual: recorrer su isla natal a lo largo de siete semanas para componer y grabar siete canciones en siete localidades distintas, contando con el director Baldvin Z para realizar un vídeo en cada una de ellas, y contando con músicos distintos para colaborar en varios de los temas. Una continuación más compleja de lo que hizo con «Living Room Songs», componiendo y grabando una canción por día a lo largo de una semana.
En el primer corte, «Árbakkinn«, poesía, piano y violines se fusionan para representar la visita de Ólafur al pueblo costero de Hvammstangi. Este es el hogar actual de Einar Georg, el cual contribuye a la pieza recitando uno de sus poemas. Delicadeza que termina por explotar en un clímax de gran carga emocional, como nos tiene acostumbrados el joven compositor islandés.
Unos niños jugando inician y cierran el vídeo de «1995«, corte de la segunda semana que muestra una aproximación algo diferente. «1995» es un tributo a las personas que murieron en una avalancha en el pueblo de Flateyri hace veintiún años. En esta ocasión Ólafur se pone detrás del sintetizador y cuenta con la colaboración de su prima Dagný Arnalds al órgano, instrumento que toca para la iglesia local, lugar que protagoniza el corto. Un tema algo más monótono y ambiental, dejándose guiar por la melodía en bucle del órgano.
En el caso de «Raddir«, el escenario es similar pero el concepto bastante diferente. Volviendo a emplazarse en una iglesia, en esta ocasión el colaborador protagonista es el South Iceland Chamber Choir, dotándole de la calidez que solo puede salir de numerosas voces a coro. Me encanta la forma en que al final el coro sutilmente se desvanece para ceder el peso a la sección instrumental, con un Ólafur siempre en segundo plano a la hora de interpretar, pero omnipresente en cada uno de los pasajes que llevan su firma. Para «Öldurót«, el compositor Atli Örvarsson se encarga de llevar la batuta en un canto sin voz a ese vínculo silencioso que une a todos los islandeses, el de los rasgos a veces menos apreciables pero que terminan por ser los más importantes: el vínculo de la cultura.
En «Dalur» Ólafur vuelve al piano, vuelve a casa. A apenas treinta minutos de Reykjavik se encuentra Mosfelldalur, pueblo natal de Arnalds, donde ha grabado este corte destinado a sumirte en la melancolía en una tarde lluviosa. El toque diferenciador se lo aporta la participación de Þorkell Jóelsson y el característico tono de su corno francés. Es el corte mas convencional, pero mentiría si negara que la íntima «Particles» es una de mis favoritas de las piezas resultantes del viaje. Filmada de forma curiosa en el interior de un faro de Garður, se encarga de poner la voz Nanna Bryndís Hilmarsdóttir de Of Monsters and Men, dándole un aire de balada desnuda y vulnerable, pero reteniendo la esencia que caracteriza un tema de Ólafur Arnalds.
En Reykjavik y rodeado de su familia y mejores amigos Ólafur Arnalds cierra el proyecto con «Doria«, un corte de su vertiente más clásica con gran protagonismo del piano. «Island Songs» supone un paso más en el continuo desarrollo de Ólafur como compositor, y una aventura en la que todos sus seguidores deberíamos acompañarle. Con cada lanzamiento no es que supere lo anterior, simplemente consigue aportar siempre algo que los hace diferentes e interesantes, y que le ayuda a crecer como músico. No se cual será el siguiente camino que decidirá recorrer, pero desde luego que cuente conmigo para seguirle en la experiencia.
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